La joven maestría de Lauzurika

Desde su fundación, en 1940, la Quincena Musical donostiarra se caracterizó por un pluralismo en el que la música de nuestro tiempo ocupa, lógicamente, un lugar destacado. Anteayer, el excelente grupo Barcelona 216, que dirige Ernest Martínez Izquierdo, dio a conocer en el salón del municipio el encargo que la Quincena hiciera a Antonio Lauzurika, compositor vitoriano nacido en 1964 y formado en la escuela superior Jesús Guridi con Carmelo Bernaola.La obra, titulada Tapsia (O bermidor) alude vagamente como explica el autor, a una planta umbelífera de hojas muy compuestas, fruto muy comprimido y pétalos amarillos. Naturalmente, todo esto no es trasladable a la abstracción sonora, pero sí puede funcionar como incitación para una cierta sensibilidad y un rico y determinado desarrollo orgánico que no es otro sino el propio de toda cosa viva.

Lauzurika, con un dominio admirable de la escritura, aprovecha las posibilidades de seis instrumentos -flauta, clarinete, violín, violonchelo, piano y percusión afinada- para servir una ideación precisa que, como sucede en no pocas obras de su maestro, Bernaola, combina lo poético y lo estructural a través de un juego motívico y tímbrico y de un sistema de relaciones, recurrencias y concomitancias que ponen el total en orden de belleza. La entusiasta acogida del público, en su mayoría ajeno a toda especialización, muestra hasta qué punto el autor logra comunicarse con "los otros", principio y razón de toda creación artística.

Estreno

Martínez Izquierdo, cuyo discipulage bouleziano se acusa en su manera de dirigir el repertorio contemporáneo, hizo un estreno de alta calidad, y lo acompañó de una breve, sencilla y atractiva página de Josep Nuix (1955), titulada Fax, de la magistral Arpége, de Franco Donatoni; Derive, de Boulez, y la Sinfonía de cámara, de Schoenberg.En el mismo cielo recibió homenaje de sus paisanos, el día 19, José María González Bastida, perteneciente todavía a la generación del 27, de quien el coro Easo, que dirige Ramón Beraza, y un grupo de solistas instrumentales de mérito, expusieron páginas religiosas, profanas y populares características de ese artista y hombre comunicativo que es Bastida, "campechano, simpático, bondadoso y enormemente sensible", como escribe Sabín Salaberri.

Otro monográfico, esta vez dedicado a Mauricio Ohana (1914), dejó constancia el día 20 de lo que Carlos Villasol resume en tres palabras, la libertad artística, ejemplificada por composiciones que fueron desde Sibylle (1968) hasta el reciente Cuarteto número 3 (1989), pasando por Kypris, tres años anterior, contemporánea y en algo relacionada con la ópera La Celestina, del compositor franco-español.