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47º FESTIVAL DE VENECIA

Omar Sharif, Marcello Mastroianni y Miklós Jancsó reciben premios especiales

Un premio especial fílmico al actor egipcio Omar Sharif y dos leones de oro dedicados a la obra global, a lo largo de décadas de la historia del cine europeo, al actor italiano Marcello Mastroianni y al director húngaro Miklós Jancsó fueron ayer noticia en el Lido veneciano. Omar Sharif recibió anoche su premio, y sus dos colegas lo harán en noches venideras. Sharif es intérprete, junto a Peter O'Toole, del filme de Alejandro Jodorowsky El ladrón del arco iris, programado fuera de concurso. Mientras tanto, en el concurso se presentaron la excelente Marta y yo, dirigida por el checo Jiri Weiss y maravillosamente interpretada por Michel Piccoli y Marianne Sagebrecht, y una deleznable película danesa titulada Sirope.

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La crisis de un actor

Las respectivas contribuciones a la historia del cine de Omar Sharif y Marcello Mastroiani son sobradamente conocidas por el lector. Sus nombres son inseparables de muchas obras inolvidables y ambos, sobre todo Mastroianni, que se encuentra en plenitud de sus facultades interpretativas, siguen siendo fetiches del cine europeo. Micklós Jancsó, por el contrario, es casi un desconocido en España, pese a ser uno de los grandes cineastas del movimiento de renovación del cine europeo en la década de los años sesenta. Su radicalidad, tanto en sentido formal como político (fue uno de los grandes disidentes de izquierda en la Europa del Este de aquellos años), no logró atravesar la muralla de mediocridad y reaccionarismo impuesta por la censura franquista, y su cine, en ocasiones gran cine, se perdió para nosotros cuando nos era más necesario. Pero su memoria sobrevive y aún es tiempo de recuperar sus dos o tres principales (y complejas) películas.En la sección competitiva de la Mostra destacó ayer un filme realizado en sistema de coproducción (esto se va convirtiendo en el pan cotidiano del cine europeo actual y no tardará en ser la norma dominante) entre Alemania, Francia y Checoslovaquia. Marta y yo, dirigida por el checo Jiri Weiss, cuenta una densa y conmovedora historia de amor entre un médico judío y una campesina de raza germana en la región checoslovaca de los Sudetes en vísperas de su anexión por Hitler. Es una buena historia, correctamente narrada y compuesta, pero que adquiere vuelos mayores a causa de la admirable creación que en ella logran el actor francés

Michel Piccoli y la inefable y voluminosa alemana Marianne Sagebrecht, que aquí supera incluso a aquella insuperable Sugarbaby que le proporcionó tanta y tan merecida notoriedad en España.

'Gazpacho'

El dúo Piccoli-Sagebrecht es un perfecto idilio entre mesura y exceso, entre contención e histrionismo, que luego, una vez vista la película, sigue viviendo en la imaginación del espectador. Delicado, inteligente, elegante y, sobre todo, veraz, vivo. Todo lo contrario del cementerio de imágenes que es la, es un decir, película de la danesa Helle Ryslinge Sirope, que debiera titularse con más propiedad Gazpacho, pero avinagrado e indigerible, una lamentable incursión de la señora Ryslinge en los dominios escabrosos del cine hard y secuela deleznable del agresivo talento de David Lynch y colegas en el perturbador juego de la pantalla considerada como agresión (mejor sería decir defensa) contra la epidemia puritana que nos llega de Estados Unidos y su herencia reaganista, que es el reaccionarismo contemporáneo por excelencia.

Pero no ofende quien quiere, sino quien puede, y es evidente que la, es un decir, cineasta danesa no puede. Pasto de olvido. Por ejemplo, jugar a agredirnos con imágenes de espectaculares derrames menstruales puede, en una mirada orientada por el talento, convertirse en desorden creador. Pero, vista la cosa a través de una mirada torpe y opaca, no pasa de ser una insignificante cochinada. Y así, ad náuseam, a la manera del camelo de Greenaway.

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