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El sector conservador del PCUS dice que no dejara el poder

Pilar Bonet

Los conservadores soviéticos subrayaron ayer su intención de no renunciar al poder en un editorial del diario Pravda, que recordaba a los diputados comunistas su obligación de respetar la disciplina del Partido, defender la línea del Comité Central del PCUS y utilizar a los soviets para ponerla en práctica. Por otra parte, Nina Andreieva, la profesora de química de Leningrado símbolo de la resistencia ortodoxa, ha reaparecido en público con un alegatei para la defensa del socialismo donde compara el momento actual con los acontecimientos de 1956 en Hungría o los de 1968 en Checoslovaquia.El editorial del órgano del Partido Comunista de la URSS (PCUS) es, en opinión de observadores políticos, un ejemplo de la ofensiva conservadora motivada por la aparición de una vida parlamentaria que adquiere autonomía propia al margen del PCUS y organiza una oposición con programa propio. Esta oposición, aglutinada en el grupo interregional, está formada por afiliados al Partido, que no vinculan ya sus concepciones políticas a su militancia formal.

"Los diputados comunistas no pueden ser liberados de la disciplina de Partido", escribía Pravda. "Su deber es actuar desde las mismas posiciones que el Comité Central en cuestiones que emanan de la estrategia política del Partido ( ... ), llevar a cabo y realizar la línea del Partido en el Soviet". Según Pravda, hay quien se tomó la consigna de "todo el Poder a los soviets- como una línea para "privarle de su influencia política y poner en duda su papel dirigente en la sociedad".

"Hay diputados comunistas que entienden la transferencia del Poder a los soviets como una transferencia de poder al diputado. Otros, agitando las banderas de la perestroika, vituperan nuestro régimen, torpedean las decisiones de los comités del Partido". Pravda recuerda que "el Partido elabora la política y la pone en práctica a través de los soviets" y señala que el "sistema político del socialismo es impensable sin el PCUS".

De haberse producido en el pasado, las críticas de Pravda podían haber tenido consecuencias nefastas para sus destinatarios. Hoy, cuando está en marcha una enconada lucha al más alto nivel entre quienes están dispuestos a correr riesgos políticos en nombre de una reforma y quienes se cierran en banda a ellos, los editoriales de Pravda tienen un peso más relativo. El número de suscripciones de este periódico, algo más de 9,2 millones a principios de julio, ha disminuido en un 4% durante los primeros seis meses de 1989, continuando así un descenso que se había iniciado anteriormente.

Hungría y Checoslovaquia

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Desde las páginas de Maladaia Guardia, uno de los bastiones conservadores, Nina Andreieva opina que "las fuerzas antisocialistas que se activan en la URS S, con ayuda de elementos revisionistas, se han desarrollado en el seno de los procesos de reforma, análogos a los sucesos de 1956 en Hungría y 1968 en Checoslovaquia". Andreieva considera que entonces, como ahora, las dificultades económicas sirvieron para comenzar un ataque al socialismo. La profesora, autora de un manifesto conservador aprobado por Egor Ligachov en marzo de 1988, dice recibir continuamente cartas llenas de preocupación por el destino del país. Se manifiesta contra la glasnost (transparencia informativa) que, en su opinión, privada de fronteras y cauces puede ser un freno al proceso social, y considera que Lenin, el marxismo-leninismo y la Revolución son atacados bajo la máscara de los ataques a Stalin. Y critica al historiador Yuri Afanasiev, y al escritor Yuri Kariakin, ambos diputados y miembros del grupo interregional, a los que acusa de antisovietismo y se pregunta en su escrito si "no es ya hora de parar la actividad de los pseudopartidarios de laperestroika".

Por otra parte, O. Kazarov, un secretario del Partido de la región de Ulianov, la tierra natal de Lenin, expresaba en Sozialisticheskaia Industria los recelos del aparato ante el Parlamento como nuevo centro de poder. Kazarov emprendía la defensa de los cuadros del aparato, rechazaba los intentos de cargar las culpas al partido de la situación económica, afirmaba que éste no iba a la zaga del Soviet Supremo y contradecía sistemáticamente afirmaciones de Gorbachov, pero sin nombrarlo por su nombre. También se quejaba de los bajos sueldos de los funcionarios comunistas.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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