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Y Briones perdió su primer partido

Luis Gómez

Briones perdió su primer partido tras una racha exitosa aunque excesivamente intermitente. Y quizás lo perdiera por culpa de Clemente, autor material de la táctica que el Atlético desarrolló ayer en el Bernabéu. Tanto da: Briones devolverá su carné de entrenador a la cómoda y esperará su momento, el día en que tenga que corregir lo que antes haya hecho Clemente. Aun así, la táctica del Atlético fue superior esta vez a la del Madrid. Perdió el partido -cosas que pasan-, entre otras cosas porque García de Loza anuló un gol legal de Baltazar.

Sin embargo, el partido había sido organizado como un referéndum preliminar entre el aficionado madridista sobre el caso Michel. Puede afirmarse que los datos son parciales ya que, de momento, se detectó cierta abstención, puesto que el Bernabéu no registró una entrada de gala. Ya entre los votantes, hubo división de opiniones. Como quiera que Michel jugó inhibido y temeroso, su participación en el juego del equipo se redujo mucho, lo que evitó una opinión más contrastada. La Quinta del Buitre ha traído nuevas cosas al fútbol moderno y, entre ellas, estos pequeños detalles ciertamente discutibles. Pero entre el referéndum Michel y la táctica de Clemente/ Briones, el partido se inclinó por lo segundo. Lógico: en el fútbol manda el fútbol.

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La táctica que Briones hizo ejecutar por encargo de Clemente se puso de manifiesto desde e primer minuto: presión sobre la defensa madridista con el objetivo de robar balones. Al contrario que en el partido de ida, el Atlético buscó mucho mejor ese juego a contragolpe, con más orden dispuestos sus hombres en cuatro líneas, en cuatro. Una línea propiamente defensiva, de tres jugadores y tres líneas de acoso escalonadas sobre el campo madridista, con Donato como segundo líbero. Producto de ello fue que el Madrid tardara cinco minutos en sacar de su campo el balón por primera vez y que apenas se pareciera a sí mismo durante todo el partido.

El Madrid sufrió por Michel pero sobre todo por la presión rojiblanca y no encontró otra solución que utilizar balones largos para ir al ataque e intentar sacar provecho de los saques de falta bien poca cosa. Así se llegaron a los cuatro minutos clave, los que transcurrieron entre los minutos 37 y 41, cuando el partido tomó, de improviso, otro ritmo. Duró bien poco, pero tuvo jugo la cosa

En esos cuatro minutos, pasó un poco de todo. Por un lado, el Madrid se quitó la presión atlética y sometió a su rival a un corto pero intenso dominio, cifrado en cuatro córneres consecutivos, que se repartieron entre Schuster y Michel. Y Michel se cambió de banda -los suele sacar por la derecha-, vaya usted a saber si por algún silbido que le importunó. Butragueño, por otro lado, se situó en el centro del campo, su lugar habitual en los saques de esquina, lo que da a entender los oscuros vericuetos por los que se mueve su magia futbolística, a veces incomprensible para el común de los aficionados. Sin embargo, el Madrid cerró su particular y efímero dominio con una entrada en falta de Chendo que mereció la tarjeta. De ahí, a la jugada polémica, en la que Futre entró en el área, por primera y única vez en todo el partido, y dio un pase legal a Baltazar, que marcó. García de Loza señaló fuera de juego y Jesús Gil dio por bueno cualquier resultado a partir de entonces.

El gol-que-no-fue-gol no cambió el ritmo del partido. Y, en esa circunstancia, la presión atlética fue siempre superior al juego madridista, lento y cada vez más conservador. Lo que sucedió fue que el Atlético, quizás porque Briones no acertara a transmitir todos los encargos tácticos de Clemente, no supo terminar su presión cuando tomó posesión de la pelota: continuamente buscaba el centro del área donde al Madrid le era más fácil destruir la jugada. En esa faceta, Baltazar vio dificultado su trabajo por el pegajoso marcaje de Sanchis, que sustituyó cierta falta de velocidad por una labor harto contundente -similar, sin embargo a la que empleó Tomás para con Butragueño- mientras Futre desapareció del campo y terminó dedicándose a sacar las faltas. Sin fútbol de ataque, el Atlético no supo sacar el provecho adecuado a su trabajo obstruccionista.

El partido fue languideciendo conforme bajó la presión que Briones adoptó por encargo de Clemente. Y el Madrid optó, finalmente, por una solución bien práctica: dejar que sacara Buyo de puerta casi siempre. Al Atlético, a Briones, o vaya usted a saber si a Clemente, se le olvidó presionar a Buyo. A Buyo, precisamente.

Así que el partido del referéndum Michel acabó en un gol de Butragueño, tan legal como el de Baltazar; gol que vino de un pase de Michel en su acción más afortunada. ¿Hubo silbidos, división de opiniones, aplausos? Vaya usted a saber. Pero el público terminó convencido de que El Buitre cumplió su cometido, lo que, si se analiza en profundidad, vino a ser el mejor resultado del referéndum de marras: entre La Quinta de Michel y la Quinta del Buitre hay su diferencia.

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