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Entrevista:

El jurado del Príncipe de Asturias premia por primera vez en Ricardo Gullón a la crítica literaria

Un libro de lectura al día propone el intelectual octogenario, lleno de proyectos

Ricardo Gullón considera aún, a los 81 años, que un crítico debe leer un libro al día, y eso es lo que él intenta, ayudado por su hija Soledad, que le lee por las noches para aliviar su vista cansada. Por lo demás no se le ve por ningún sitio el cansancio, animoso como nunca, con tres o cuatro conferencias, como siempre, programadas para los siguientes quince días, al tanto de la última novelística escrita en español, y contento. Se le nota contento a Ricardo Gullón mientras habla con largos párrafos, como el profesor que es, a los periodistas que han acudido a su casa tan pronto ha trascendido la noticia de su premio.Un amigo le llamó a las ocho y cuarto de la mañana para felicitarle por lo que ya adelantaban algunas emisoras de radio y le interrumpió en el trabajo "de chinos" en el que anda metido y que la noche anterior ya le había ocupado hasta una hora tardía: un Diccionario de Literatura que, según uno de los discípulos que le ayudan, "lleva entrada por entrada en la cabeza". "Por qué me felicitas si no es mi santo?", le preguntó Gullón al amigo, ignorante de su candidatura.

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Personalísima creación literaria"

Al igual que otros varios intelectuales consultados a lo largo del día, Gullón apreció el premio como un reconocimiento de la crítica literaria en la prensa -otros dijeron que es crítica hecha con sabiduría y tolerancia-, y dijo comprender el gesto de Rafael Al berti de declinar su candidatura por sentirse ya muy reconocido. "El premio que merece Alberti es el Nobel", dijo Gullón, que luego citaría al poeta,como uno de los verdaderamente grandes del siglo. Sobre los ángeles, comentó, el poemario que él prefiere de los de Alberti, fue un regalo de la que sería su mujer. ¿"Cómo puede uno evitar casarse con una mujer que le regala libros así?" Se nota cierta calidez en el piso madrileño de Gullón, en la parte alta del barrio de Salamanca: ganchillo sobre los muebles, litograflas, parecen, de Miró, fotografias anticuadas y algo amarillas en marcos de plata y, en un lugar de honor de su despacho, un perfil de Virginia Woolf. A la salida hay más amigos y discípulos que a la entrada, y la presencia diligente de una mujer y una hija, Soledad, la que le lee por las noches.

Leonés como muchos de los españoles que fueron a América, Ricardo Gullón enseñó durante tres décadas en universidades norteamericanas -los veranos en España-, y se despidió con un seminario en la universidad de California titulado con una ironía que quizá -duda ahora- sus estudiantes no comprendieran: "Hacia la modernidad". Y sin embargo, no cree haber viajado. "Siempre he estado en un sillón, rodeado de libros, a menudo con unos estudiantes enfrente, como ustedes [por los periodistas], aunque ellos hacen preguntas más precisas".

La riqueza de la novela

Para quien considera que la biblioteca de sólo 200 libros que recomendaba Alain como ideal "basta sólo para comenzar", la novela no sólo no agoniza, sino que está desbordada por su riqueza y sus posibilidades: lejosde acabarse, está en trance de renovación". Y a su juicio, lo que ocurre con la narrativa escrita en español es una prueba de ello. "Mucho de lo que se publica es malo, pero el panorama de la novela escrita en España en un siglo, desde Fortunata y Jacinta, es impresionante". De todas formas lo que a él le parece ahora de verdad interesante es el cuento, del que acaba de hacer una propuesta de tipología.Por lo demás la responsabilidad de que la literatura vaya decantándose lentamente hacia las minorías recae en los críticos y en los profesores, piensa Gullón, pues no han sabido comunicar a los alumnos que La casa verde debe ser leída con los ojos; Pedro Páramo con el oído, y El siglo de las luces, donde La Habana sale descrita a través de los olores, con la nariz. Desde su veteranía, Gullón cree que "el público es un barrajo que pega tarascadas cuando menos se le espera". Recuerda que no sólo los estudiantes, sino también la Academia, de la que era miembro, se opusieron en su día a que Benito Pérez Galdós recibiera el premio Nobel de literatura.

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