_
_
_
_

La dramática relación artista-Estado en Austria

Zweig, Bernhard y Handke no pudieron resistir la presión de su país

El testamento que dejó al morir, hace un mes, Thomas Berobard dejó sorprendido a casi todo el mudo, al manifestar como última voluntad que tanto sus libros como sus obras de teatro no podrían venderse ni representarse es Austria, su país natal. Ésta fue su última ofensa a una sociedad y un sistema que se le hicieron insosportables, y que, aún así, no pudo abandonar. Paco después, Peter FIandke, otro rebelde de las letras, sí ha podido huir, aunque aun no se sabe e qué lagar. Estas dos experiencias resumen una situación que no es casual: la dificil situación de algunos artistas coa so propio país y su historia reciente.

En el húmedo verano de 1942, la policía de Petrópolis (Brasil) encontró en una mansión de la periferia los cadáveres de "una distinguida pareja de extranjeros". Ambos yacían en la cama totalmente vestidos. Él, "con ropa deportiva", reza el parte policial, y ella, "en una combinación floreada". En la habitación se encontraron también una botella de agua mineral y varios frascos vacíos del medicamento Veronal.Las muertos eran el escritor austriaco Stefan Zwefg, entonces de 60 años, y su esposa, compañera en el fin, Charlotte Altmaan, 30 años más joven que el sufcfda.Este desenlace trágico ea Petrópolis fue el resultado de la absoluta incapacidad de Ztvefg de poder vivir en su país.

Este suicidio, ocurrido por la imposibilidad de vivir en Austria y la imposibilidad de vivir sin ella, resume el ánimo que aqueja a una parte de la generación de artistas y escritores que se hacían adultos después de la II Guerra Mundial. Ellos, controvertidos,provocadores,infefices de estar y no estar y buscando nuevos hogares e inspiraciones sin éxito. Ellos no son parte de la "cultura estabilizadora, anticomunista, razonable y decente que caracterizó a este país hasta 1960", afirma el crítico literario del diario conservador vienés Die iresse Hans Hafder,que no dramatiza esta relación de artista-Estado, y asegura que no hay conflicto con la Austria oficial.

"Ningún artista quiere ser el legitimador del Estado, pero las obras de Thomas Bernhard fueron representadas en el teatro estatal, los libros de Peter Handke han sido publicados en la editorial fiscal Residenz, y se pueden ver filmes de Peter Turrini en la televisión". El autor Michael Scharang se siente "antagonista a esta cultura conciliadora que ha vendido al

mundo la imagen de una Viena como una gran saca de conciertos".

El dramaturgo Peter Turrini, de 44 años, en conversación con EL PA)S afirma que su generación acarrea una historia personal del posfascísmo austriaco. "Este Estado está construido sobre una mentira. La mentira, que los austriacos fuimos las primeras víctimas del fascismo, cuando en realidad colaboraron. Después de la guerra, todos los nacionalsocialistas pudieron inscribirse ea otros partidos, y esa credencial de militancia era su pasaporte de inocencia. Se cambió de partido, pero quedó la misma conciencia. La culpa austriaca jamás existió, como fue en Alemania. Aquí nos dijeron que todo era democrático. Ello explica cómo Kurt Waldheim puede hablar de 'deber de soldado' porque sabe que hay toda una generación que se siente identificada con esa verdad".

Así como Thomas Bernhard se sintió marginado por ser hijo ilegítimo, a Turrini le marcó tener un padre extranjero que fue presionado a pertenecer a la mayoría. Dejó de hablar italiano y se fue con su quebrado alemán a la tumba, "por no poderlo resistir más. Mamá lo trató de germanizar sin éxito. Era un hombre del sur, chico de pelo negro, zapatos blancos, casi como de la Mafia".

Otras vivencias que marcaron la vida de este dramaturgo que creció en un pueblecito de Corintia (en la frontera con Italia y Yugoslavia) eran las misas de domingo. "Al terminar, íbamos todos al restaurante del pueblo, donde se reunían los eminentes, muchos de ellos flevaban todavía condecoraciones recibidas en la época nazi". Estas "cuentas sin saldar" afectaron también a Thomas Bernhard, que tuvo que estudiar un año en un internado nacionalsocialista en Salzburgo.

Deseo de cambio

, Las verdades conocidas y calladas han sido el motivo de la creatividad y de la confrontación. Pero este polemfcfsmo es una antigua tradición vienesa que fundó el maestro de la lengua, escritor y periodista Karl Kraus, el Temido. Estas expresiones a veces belicosas, malévolas y sarcásticas surgen por el deseo, según Turrini, de "cambiar un poco esta sociedad para hacerla vivible para gentes como nosotros".El empeño de los artistas austriacos de mostrar la verdad sobre el III Reich también lo ha sido del Gobierno austriaco, que a su modo ha intentado reconstruir la historia con el verdadero papel de los austriacos durante el III Reich. El año pasado, conmemorativo de los 50 años de la anexión de Austria con la Alemania nazi, en que se programaron muestras y se exhibieron obras como Heldenplatz, de Thomas Bernhard, fue para Turrini una "higiene política necesaria, pero también un nuevo aporte ala mentira austriaca. Se golpearon el pecho y lagrimearon por el asesinato de judíos y gitanos, y mientras

esos actos tenían lugar, era díscrimfns da más que nunca la minoría eslovena en Karintia. Ahor no son los judíos, son otros los inmigrantes turcos o yugoslavos".

El austríaco medio, el Herr Kafl, un personaje acuñado en Austria que simboliza al típico vierés provinciano, racista, sigue en parte presente, afirma Turrini. "Los austriacos quisieran ser un pastor alemán, y en realidad no son más que un chucho. Son una mezcla que no quieren reconocer, quizá por lo difícil que fue para sus abuelas integrarse cuando llegaron a comienzos de siglo desde Bohemia para trabajar como sirvientas.

La tragedia que es para estos escritores, enamorados de las tertulias de los cafés vieneses y hastiados de la lucha cultural que divide a los austriacos entre los que asumen el pasado y los que lo ignoran, separarse de su país, es imposible. Thomas Berohard quiso ser sepultado en Viena. Y Turrini afirma que "se puede emigrar de Austria, pero no nos podemos separar de nuestra historia, de nuestra niñez. Estaremos en un permanente ir y volver".

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_