Revelación de un cineasta

Antes de la entrega en Berlín de los primeros premios europeos del cine, este filme británico era favorito para obtener la consideración del mejor del año. Triunfó un filme también fuera de norma, el polaco No matarás, de Kryzstof Kieswlowski, que con Terence Davies, autor de Distant voices, llena el capítulo de las revelaciones del año en Europa. Los premios nacen por ello con buen pie y camino delante: las dos obras más arriesgadas se repartieron la gran candidatura. El cine europeo, confrontado consigo mismo apostó por vías propias, por contracorrientes.

Sabor clásico

Distant voices es un filme raro No es fácil digerirlo en una primera visión. Este comentarista lo ha visto tres veces y en cada una descubrió nuevos ecos en las interioridades de una película que vista de cerca, una vez que uno se orienta en los códigos de su lógica, se revela diáfana, ya que trae al cine actual un inesperado sabor clásico, casi arcaico en el buen sentido.Davies filma y musicaliza una introspección autobiográfica (el filme es de los pocos que merecen la nebulosa calificación de cine de autor) en la vida de su propia familia; y lo hace mediante la reconstrucción, entre documental y ritual (entretejida sobre canciones populares de los años cincuenta) de algunos de sus rincones íntimos, convertidos en puntos de engarce de las etapas de edificación de su identidad, de los datos de la formación de su conciencia adulta.

Hay exactitud en la ecuación que establece Terence Davies entre las vidas ajenas -dimensiones oscuras y luminosas de la suya propia- evocadas y la disposición de las imágenes y tiempos que canalizan esa evocación.

El filme es un relato, pero hay que entender esta palabra fuera de su acepción convencional, pues la película es más representación que narración, más poema que un suceso concreto. Y de ahí nace su signo distintivo, pues siendo un documento es también un sueño; discurriendo por recuerdos intransferibles, reconocemos en él los aspectos comunes a toda existencia.

El poema surge de la mutación del documento exterior en algo, primero impreciso y poco a poco concreto, de la interioridad de su autor.

Sin concesiones

Filme sin concesiones a la galería, difícil por tanto de ver, áspero pero inundado de ternura, formalmente muy austero, Distant voices discurre sobre un itinerario circular, trazado alrededor de la memoria íntima de su autor, y revela en este itinerario rasgos de puro cine: empleo dramático del color, creación de un discurso ceremonial a través de canciones-fetiches, esbozo magistral de un retrato en puzzle de la figura del padre, intensa fuerza en la callada omnipresencia de la madre, y esa síntesis alcanzada en la escena última, que -bajo un fuerte tenebrismo- logra, con un solo movimiento de cámara, que vayamos tras los pasos de la familia de Davies mientras nosotros, con él, nos alejamos para siempre de ella.Esta escena, que resume todo el filme, otorga hondura a nuestra mirada, pues cumple la máxima que define al verdadero cine, cuando éste nos conduce a lo máximo mediante lo mínimo. Distant voices es un filme en el que no se puede decir más con menos.

Hay instantes, como ese citado final, de inmersión en el fondo de un filme que no tiene fondo visible, que está cargado de una verdad nada agradable, muy poco divertida, ante la que deberían abstenerse quienes en el cine busquen alivio y en la que deberían zambullirse quienes creen que todavía (en la plaga de trivialidad que hoy lo aplasta) el cine es todavía capaz de expresar con simplicidad las complejidades y dificultades que hay detrás de las vidas de las gentes simples y de aparente sencillez.