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Tribuna
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Asesinar y crear

En el número de junio de 1915 de la revista Poetry aparece un poema de un tal T. S. Eliot —La canción de amor de J. Alfred Prufrock—, que había nacido en 1888 en Saint Louis (Misuri), pasaría por la universidad de Harvard y por aquellas fechas se casaría en Hampstead Bertrand Russell invita a cenar al nuevo matrimonio y hasta propone dejarle una habitación en su casa. La esposa tiene una estabilidad mental sumamente frágil y pronto tendrá la primera crisis importante. En fin, en aquel poema se pintaba un hombre joven prematuramente viejo que pasea por los barrios marítimos de Boston. Un texto que se abre de un modo nuevo y arrollador: "Vamos entonces tú y yo, / cuando el atardecer se extiende contra el cielo / como un paciente anestesiado sobre una mesa". La poesía moderna acaba de entrar en el quirófano y hace un homenaje a Baudelaire, Laforgue y Apollinaire. Se nos dice que "será tiempo de asesinar y de crear", y al final, cuando el héroe llega a la playa, descubre: "He oído a las sirenas cantándose unas a otras. / No creo que canten por mí". La poesía actual nace recogiendo emociones, yuxtaponiendo lenguajes como si quisiera seguir el método de Locke y Hume y pensar que las percepciones son la fuente de las ideas. Eliot hablaría después de "un montón de imágenes rotas" y postula un método culto y erudito, donde la poesía procede de otros textos, de experiencias literarias previas.

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A finales de diciembre de 1921, en un sanatorio junto a Vevey, el poeta está deprimido, y allí nace La tierra baldía. La tensión sufrida por el abatimiento de su esposa le está destruyendo, junto a las aguas del lago Leman me senté a llorar...", acercándose al salmo 136: "Junto a los ríos de Babilonia, allí nos sentamos y lloramos acordándonos del Señor". La analogía está conseguida y será su método continuo, la poesía como confluencia de lenguajes. Y este gran poema —aparecido el año de Ulises, en 1922— habla de una tierra ver may desolada, es el cántico agónico e la civilización actual, una sinfonía al apocalipsis de la ciudad, trenzando entre otros muchos textos, entre líneas de Dante, el Upanishad o Hermann Hesse, y así tenemos la evidencia de una nueva escritura. La ironía es excelsa.

Alguien nos para junto a la iglesia londinense de St. Mary Woolnoth y nos increpa: " Stetson! / ¡Tú, que estabas conmigo en las naves de Mylae! / Ese cadáver que plantaste el año pasado en tu jardín, / ¿ha empezado a retoñar? ¿Florecerá este año? / ¿O la escarcha repentina le ha estropeado el lecho?". Es el lenguaje esotérico del absurdo, mezclándose el arte de Christopher Wren con las barcazas que van por el Támesis. Allí mismo, entre ratas, alguien pesca junto a unos gasómetros pensando en la ruina de su padre y hermano reyes. Un mundo nuevo, un "miércoles de ceniza" para "hombres huecos" que conduce a 1936, cuando nueve años después de hacerse súbdito inglés y aceptar la religión anglicana publica Burnt Norton, un poema bellísimo que dará lugar con el tiempo a los Cuatro cuartetos.

La gran poesía brilla por doquier. Luego serán alusiones a san Juan de la Cruz y hasta a las V-1 bombardeando la City de Londres. Cuatro cuartetos como cuatro recuerdos de nuestra íntima historia, de la que no podemos desprendernos. Este mismo será el sentido de su teatro, y en Asesinato en la catedral o Cocktail party veremos un mundo donde heroísmo y desolación se funden. Su vida se va extinguiendo y ya pasaron sus años de empleado del banco Lloyd y de director de la editorial Faber and Faber en Russell Square, y el 4 de enero de 1965 su vida acaba, llevándosele después al crematorio de Golders Green. Todo Eliot es una reflexión sobre una cultura en crisis. Su obra lírica completa es un solo libro; su pensamiento crítico sigue vivo. Exigía demasiado a los jóvenes poetas, les pedía a sus imitadores un gran conocimiento de la literatura, pero junto a Ezra Pound y James Joyce marca el rumbo del presente. Todavía no ha sido superado, ni siquiera por Rilke. Un autor que habla de ajos y zafiros en el barro" o de "el mar estaba en calma, tu corazón podía haberme respondido Más atrevido y renovador que tantos posmodernos.

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