Multinacionales
En la última semana han actuado en España los dos máximos representantes de la música juvenil: un aburguesado rocker llamado Bruce Springsteen y un desteñido cantante de nombre Michael Jackson. Dos auténticas multinacionales que han vendido productos teóricamente distintos, al menos en la forma, obteniendo unos resultados económicos igual de rentables.Bruce Springsteen, el rock, comercia con la honestidad y la entrega que le levaron a la fama. En un espectáculo de una sobriedad visual aplastante, queda camuflado el hecho de que todo está milimétricamente calculado, careciendo de la más mínima capacidad de improvisación, huyendo del excitante riesgo que debe acompañar a la música en vivo.
Jackson, la música de color, ofrece un show circense a ritmo de baile. Danza como un poseso y canta dignamente, apoyándose de forma contínua en un sinfín de trucos escénicos y manidos tópicos sexuales, circunstancias que hacen algo más llevadero el concierto.
Su fuerza es la imagen, su imagen de niño-viejo excéntrico y caprichoso, en una lucha constante por encandilar. Pese a todo, el público se muestra con él más frío que con el jefe, tal vez por la mayor credibilidad que rezuma el de Nueva Jersey, con un sonido más sólido.
Martin Lutero King, negro orgulloso de serlo, afirmó poco antes de su muerte: "Debemos amar el color de nuestra piel, sea esta cual sea". Michael Jackson, negro ansioso por dejar de serlo, cantó anoche en Madrid: "Voy a cambiar /y por una vez en la vida / voy a sentirme realmente bien".
Babelia
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