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Agustín Gómez Arcos 'ingresa' en las letras españolas con su novena novela

Agustín Gómez Arcos escribe a mano sus novelas porque cree que ése es el ritmo del pensamiento del lector, y porque así evita escribir todo lo que se le ocurre: va seleccionando. Esa es también su manera de hablar. Cada una de sus frases va enredada en puntos suspensivos, y tienta pensar que sería un buen profesor. No lo es, ni lo desea. "Creo que no tengo nada que enseñar, sino cosas que contar". Rehúye los salones literarios, a los que alude con sutil desprecio. "Escribo porque me gustaría explicarme a mí mismo y a los otros"; y siempre a través de la memoria, palabra casi obsesiva en él. A los 18 años de salir de España y de cambiar de idioma en busca de libertad, Gómez Arcos se dispone a publicar su novena novela, la primera reescrita en español, Un pájaro quemado vivo.

No accede a contar de qué trata su libro, deseo frecuente pero al que pocos escritores se deciden. "Un libro tiene que ser muy simple para que puedas contar su historia", dice; cuando se ha resignado a contar un argumento se ha encontrado "absurdo", y el libro, "un poco tonto". "Hace siglos que todas las historias están contadas. Lo que no está contado es la visión que cada uno tiene de las historias".Entonces aparece por primera vez la memoria. Sus historias, explica, son sólo pretextos para dar curso a un tratamiento especial de la memoria, "el crisol donde se afirma tu visión del mundo", y el "tribunal" ante el que el escritor rinde su testimonio. De ahí que "no se pueda hacer una gran novela sobre la inmediatez", y que "la noticia no pueda ser nunca materia literaria". "La materia del escritor es justo lo que no cambia".

El novelista es un almeriense de Enix, de 47 años -él evita decir su edad, con una coquetería que no pega con su aspecto más bien rudo-, que se marchó de España a los 28 años, asfixiado por la censura. En su caso no es un tópico fácil. Había ganado dos premios Lope de Vega, pero en ambos casos la jerarquía se las arregló para birlarle el premio o al menos el estreno de la obra. Marchó a Londres y luego a París, y allí lavó una enorme cantidad de platos. En 1974, un editor vio una pieza suya, en un café teatro, y le encargó una novela. La escribió, en francés, al igual las ocho que le siguieron, y con ella ganó el Premio Ermes.

"A mí no me han hecho regalos", dice. "Conseguir la libertad para expresarme -abandonar mi país y la lengua materna- me ha costado tanto que cree que el único tema que me vuelve intratable es el de la libertad". Él mismo se diferencia de Jorge Semprún, Héctor Bianchiotti y otros escritores en español que han elegido el francés. Para él la lengua es un instrumento de trabajo, y no descarta la posibilidad de escribir en español. "Las cosas esenciales se dicen de la misma forma en todos los idiomas".

Quien fue considerado una promesa del teatro casi ha dejado el género. "Hoy el teatro es como un inmenso cementerio ole muertos vivientes, todos ilustres".

"Creen que no trabajo"

Terminadas sus tres primeras novelas, pudo olvidarse de los platos y dedicarse a escribir., Lo hace a mediodía, entre las 12 y las 3 o 4 de la tarde, y corno se salta la comida, "la gente cree que no trabajo". Razón importante de tamaña libertad son sus muchas renuncias. No tiene familia, ni casa propia, ni coche, y, sin embargo, "llego a tiempo a todas mis citas".Siete de sus nueve novelas constituyen lo que él llama "mi memoria española". Con ellas Gómez Arcos se ha convertido en Francia en un escritor de cierto renombre -dos veces finalista del Premio Goncourt-, y en España era el protagonista involuntario de una suerte de escándalo cultural, precisamente por no haber sido publicado. Ahora lo será en Debate.

De una manera gruesa, podría decirse que Gómez Arcos es un escritor fuerte, y a ello atribuyen muchos que no haya sido publicado en España. El periodista le pregunta si Un pájaro quemado vivo supone un riesgo para el editor, y el novelista se vuelve a un punto anterior de la entrevista: "Hablar de riesgo para el editor prueba que España no ha cambiado mucho".

Porque antes Gómez Arcos se ha mostrado escéptico sobre el lugar común de que España ha cambiado. "Los países no cambian para un escritor. Para el periodista sí, porque cambian sus expresiones exteriores. Un cambio fundamental sería que España dejase de ser católica, por ejemplo, pero que tus amigos hayan pasado del Celtas al porro, eso no es cambio".

Se dice que Gómez Arcos está fuera de España desde hace 18 años, pero eso no es exacto. De hecho, ha escrito aquí buena pane de sus libros, tiene amigos españoles en París -"españoles de a pie"-, y se dispone a vivir aqui varios meses, para promocionar su libro y seguir escribiendo. No lleva vida de desarraigo en Madrid, sino de cierto privilegio. La casa de amigos donde se aloja, cuando viene, es un tercer piso gigantesco, con rastros de niños, y objetos de gusto. En cambio, "no he vuelto nunca a mi pueblo, no me he expuesto nunca a los horrores de la nostalgia. El tiempo mejor es el que va a venir".

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