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Venganza a la drusa

Saldo de cuentas personales a tiro limpio en Líbano

Walid Jumblatt, líder político y espiritual de los drusos libaneses, suspendió el pasado martes su estancia en Damasco y regresó a galope tendido a su feudo de las montañas del Chuf. Allí dedicó la jornada a asistir a numerosos funerales y en uno de ellos lanzó la siguiente advertencia: "Si algún día mis propios hijos, Taymur y Aslan, violan la unidad de nuestras filas, les mataré con mis propias manos. Quiero que todos entendáis esto". Jumblatt tenía grandes motivos para ponerse serio, porque, a comienzos de esta semana, una reyerta en la que se mezclaron lo personal, lo familiar, lo local y lo confesional acabó con una sangrienta expedición de castigo drusa sobre la aldea suní de Bsada. El balance de esta acción, desarrollada en el Chuf, fue de 14 muertos, centenares de huidos y desaparecidos y 15 casas desvalijadas e incendiadas.El diario beirutí L'Orient-Le Jour publicó en su primera página estas líneas: "En 11 años de guerra civil, los libaneses han sobrepasado en el arte de la matanza las fantasías más desenfrenadas de las novelas más negras". El articulista se refería a los sucesos de Bsada. Mientras en Beirut Este explotan coches bombas, en los campamentos del sur de la capital se enfrentan shiíes y palestinos, y la aviación israelí ataca cuando quiere los objetivos que quiere. Los drusos, esa belicosa taifa libanesa, esa comunidad de religión esotérica, salida del islam, aún tienen tiempo para saldar sus cuentas personales a tiro limpio.

El asunto empezó, según ha podido reconstruirse luego, cuando al mediodía del pasado lunes el druso Nabil Beani, de la aldea de Mazraat, se presentó en Bsada, una localidad próxima de 3.000 habitantes, en su mayoría musulmanes sunies. Iba a cobrar las 13.000 libras mensuales (unas 100.000 pesetas) que los vecinos de Bsada deben pagar cada mes al Partido Socialista Progresista (PSP), dirigido por Jumblatt, a cambio de su protección.

Pero el recaudador, que, como es natural, venía bien escoltado, se encontró con una respuesta negativa del encargado de recoger el tributo, el suní Rifaat Akurn, también afiliado al PSP. Tras un tenso almuerzo y muchos dimes y diretes, Rifat Akurn fue detenido por Beani y sus guardaespaldas.

Al conocer la noticia, los familiares del capturado fueron a por sus armas, tendieron una emboscada a la salida del pueblo a la cuadrilla del recaudador y, aunque no llegaron a liberar al detenido, mataron a dos drusos.

No podían haber hecho peor cosa. La respuesta de los habitantes drusos de Mazrat fue expeditiva. Vestidos con sus característicos pantalones bombachos negros, armados hasta los dientes, un nutrido cortejo de hombres se encaminó hacia el pueblo suní que se había negado a pagar y además había matado a dos de los suyos.

Ya en el camino hacia Bsada, los enfurecidos drusos mataron al alcalde de este pueblo y a un clérigo suní, que se desplazaban hacia territorio enemigo para intentar calmar los ánimos. A Bsada llegaron a primeras horas de la noche del lunes al martes, y allí desataron su sed de venganza, con el resultado ya mencionado. La mayoría de los vecinos del pueblo asaltado tuvo que huir a la montaña.

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Jumblatt llamó al orden a su gente, aunque para ello tuvo que citar la posibilidad de matar a sus propios hijos. Sabe que su comunidad, una de las más pequeñas de Líbano (170.000 personas de un total de 3.200.000), no puede mantener su privilegiada posición, el unánime respeto y temor que infunde, sólo a base de su indudable fiereza y poderío militar.

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