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Crítica:'JAZZ'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El sonido de las islas

Joan Bibiloni es uno de los exponentes de eso que se dio en llamar onda mediterránea y, ya que ejerce como tal, vive en Mallorca. Alrededor de su figura se ha creado un entorno musical de prestigio, un cinturón de buenos músicos que mantienen una relación viva entre la isla y la península.El mare nostrum de Bibiloni es una pócima que se prepara con bastante funky, música brasileña y algo de aire popular. Se mezcla todo bien y se cuela para que el sabor sea más indefinido. Esta descripción no puede ser tomada como una receta: seguramente nadie se puso a inventarla y la influencia climática-ambiental es un elemento decisivo.

En la banda que Bibiloni presentó en este festival se juntaban nombres de solera y total reconocimiento como Horacio Icasto, Josep Mas "kitflus" y Max Suñé, con talentos muy jóvenes pero que ya empiezan a ser reconocidos: Juan Carlos Mendoza (bajo eléctrico), Vicente Climent (batería), Wally Fraza (percusión) y Fernando González (guitarra).

VI Festival de Jazz de Madrid

Joan Bibiloni Band; Dirty Dozen Brass Band. Teatro Pavón. Madrid, 15 de noviembre.

Como todos son buenos músicos el grupo sonó bien en muchos momentos. Y se entiende el jazz y las cosas que se le aproximan bajo el punto de vista de que no importa lo que se toca sino cómo se toca, el concierto tuvo interés principalmente por las intervenciones de Horacio, Kitflus y J. C. Mendoza.

Directo y ambulante

El Dirty Dozen Brass Band es una docena de ocho músicos que integran una banda de música callejera por excelencia. Eso se nota en que, además de provenir de Nueva Orleans y ser allí esa su principal ocupación, todos los instrumentos son ambulantes y la música que ejecutan es directa, con mucho ritmo.Dos trompetas, trombón, saxo tenor, saxo barítono, tuba contrabajo, redoblante y bombo-platillo es su formación básica. Su repertorio lo forman piezas que parecen arreglos de viento típicos del rythm & blues, que se pueden dividir en una curiosa mezcla de marcha y funky, debida al juego contrastado entre la tuba que a veces más parece un bajo eléctrico por su agilidad, y al redoblante, visión moderna de las marchas que hace casi un siglo se debían de oír en las calles de Nueva Orleans; por otro lado, el rithm & blues.

Antes de llegar al final de la estación, no pudieron resistír más e hicieron ponerse a todo el mundo en pie y bailar. Mucha gente intenta este tipo de participación del público, como dar palmas, etcétera, y pocos los consiguen. La Dirty Dozen no tuvo problemas: estaba claro que lo que sobraba eran las butacas y el teatro. Éste era un concierto para la plaza Mayor.

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