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12 años de dictadura militar en Chile

Salvador Allende revive en los jóvenes

Si hay una figura que tiene presencia viva en las jornadas de movilización social contra la dictadura del general Augusto Pinochet, ésta se llama Salvador Allende. La imagen del Chicho, como cariñosamente lo llama el pueblo chileno, surge altiva, respetada y admirada después de su trágica muerte, hace hoy 12 años, en el golpe militar del 11 de septiembre de 1973. Los más fervientes partidarios de Allende son los jóvenes, muchos de los cuales eran niños cuando el líder socialista dejó de existir. La recuerdan, pese a que nunca han podido comprar un libro suyo en las librerías, ver algún documental o película con su vida, ni asistir a un homenaje autorizado en su memoria.

Los miembros de la familia de Allende tienen prohibido entrar a Chile, su tumba está semioculta en un cementerio fuera de Santiago y ninguna plaza, calle, escuela o centro social lleva su nombre. Sin embargo, en la protesta del 4 de septiembre pasado, aniversario de su elección, en 1970, como presidente de Chile, la imagen de Allende se paseó, llevada por jóvenes opositores, a través de calles, poblaciones, universidades y colegios del país. A la manera de cada cual, espontáneamente, los protagonistas de la lucha antidictatorial elevaron gritos y recordaron su obra; escribieron su nombre en muros y pancartas y no pocos lloraron por él cuando despedían en el cementerio los restos de las 11 nuevas víctimas que se cobró la represión en esta jornada.Las manifestaciones de adhesión a su figura van desde aquel grito "se siente, se siente, Allende está presente", que constituye el factor de cohesión por excelencia de la izquierda en marchas y concentraciones, hasta el cambio furtivo del nombre de calles y plazas por el de Salvador Allende.

La noche del miércoles 4, mientras los pobladores de la villa O'Higgins, en el sector sur de Santiago, plantaban barricadas, brigadas de jóvenes pintaban retratos de Allende en la calzada. Los trazos de tres por cinco metros reflejaron la admiración que sus realizadores tienen por el expresidente, quien murió cuando ellos tenían entre dos y 14 años.

Estos actos de propaganda se vienen repitiendo con fuerza desde las jornadas de protesta de 1983. Antes, mencionar su nombre era un acto clandestino y mantener su imagen en casa podía conducirle a uno a la cárcel. Salvador Allende en estos años de proscripción ganó respetabilidad, incluso entre sus adversarios, quienes siempre harán severas críticas a su gestión como gobernante, pero difícilmente a su honestidad.

Rivales

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El ex candidato democristiano a la presidencia del país, Radomiro Tomic (derrotado por Allende en las elecciones de 1970), rememora así a su rival político: "Allende era todo lo contrario de un fanático. Amistoso, jovial, sus amistades personales cubrían todo el cuadrante de la política chilena. Era suya la vertiente humanista y democrática del socialismo y -durante casi los 30 años en que fue parlamentario- se enorgullecía de que nadie podría señalarle un solo acto antidemocrático".

Susana Pareniza, dirigente vecinal en la combativa población de La Victoria, tenía 14 años en el momento del golpe militar. Recuerda así al Chicho: "Lo conocí para la campaña presidencial de 1964. Yo tenía seis o siete años y escuché su discurso en la calle, cuando él vino a la población. Nunca olvidaré cuando pude saludarlo, como lo hacían todos". Luego agrega: "Acá, en la población, mucha gente tiene grabado su último discurso, ese que habla de que se abrirán las anchas alamedas'. Nunca hemos dejado de recordarlo cada 11 de septiembre. Antes era un brindis clandestino, una fugaz pintada callejera. Ahora es diferente: bautizamos una plaza con el nombre Salvador Allende y ponemos su voz en micrófonos para que todos la oigan".

Luis Matte Valdés, ex ministro de la Vivienda de la Unidad Popular y amigo personal de Allende, lo define como "un político nato", y también como un hombre que "conocía el alma humana, con sus debilidades y grandezas". Añade: "Su vida y su muerte prueban su clara conciencia del deber que tenía para con el movimiento popular, su convicción de que el proceso no se podía traicionar".

Eduardo Abarzúa, secretario general de la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica, tenía 11 años cuando murió Allende: "Su imagen refleja mejor que nadie mis aspiraciones de justicia, libertad y democracia. A pesar de que la dictadura ha hecho todo lo posible por desprestigiar y proscribir la imagen de Allende, él es una luz que orienta mis ideales".

El caso de Omar Illanes Silva, dirigente vecinal del populoso suburbio de La Florida, que tenía 14 años en el momento del golpe, puede ser ilustrativo de la penetración que ha tenido la imagen de Salvador Allende en la juventud: "En tiempos de la Unidad Popular yo no era allendista. Mis padres y mis hermanos mayores eran de la Democracia Cristiana. Pero poco después del golpe comencé a preguntarme por qué este régimen de Pinochet tenía tanto odio contra Salvador Allende y su Gobierno. Sólo recientemente, y por mí mismo, comprendí su ideario, que hoy comparto totalmente. Me siento identificado con él y admiro profundamente su consecuencia, que lo llevó hasta entregar lo más preciado, su vida, por defender los intereses del pueblo".

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