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Crítica:42º Festival de Venecia
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Francia presenta un filme sobre la soledad de un policía

ENNVIADO ESPECIAL De entre lo visto ayer en la Mostra de Venecia, dos títulos a destacar: Police, de Maurice Pialat, y Yesterday, del polaco Rodoslaw Piwowarski. La primera, incluida dentro de la competición para el León de Oro, y la segunda, englobada dentro de la semana de la crítica.

Police, de Maurice Pialat, es un muy peculiar polar, una cinta policiaca en la que los personajes son mucho más importantes que el argumento, pues, un poco a la manera de Renoir, lo que Pialat pretende es hacernos sentir que el drama de la vida consiste en que todo el mundo tiene sus razones para comportarse como lo hace, pero ninguna es buena. Su protagonista, un formidable Depardieu, máximo candidato hasta ahora al premio de interpretación masculina -candidatura que, en el apartado de mujeres, aparece encabezada por la también magnífica Sandrine Bonnaire-, es alguien que, como la película, no juzga a nadie, pero procura atenerse a un código moral estrictamente personal. Es un Maigret moderno cuyo desaforado profesionalismo sólo se tambalea cuando se enamora.

Crispada, angustiosa, triste, Police es una muy ajustada crónica de soledades contemporáneas, una gran galería de personajes marginales en la que, se confunden delincuentes y agentes del orden, una historia en la que la verdad y la mentira son cuestiones sujetas a la interpretación de cada uno. Pialat filma de cerca, muy de cerca, sus personajes. Quiere que les veamos evolucionar en la pantalla, que sintamos cómo se modifican las relaciones que se establecen entre ellos. Así, Depardieu, que ha empezado pegando durante un interrogatorio a Sophie Marceau, acaba por enamorarse de ella, y no es un truco de guión el fruto de una carambola de acontecimientos, sino algo que nace de la naturaleza misma de las criaturas creadas por Pialat y sus actores.

Todos, incluidos unos formidables actores secundarios, resultan convincentes en esta película, que el espectador tiene la sensación de ver crear ante sus ojos. Si la emoción que destila no es tan intensa como la lograda en A nos amours, quizá se debe a que en ese anterior filme nos era más fácil simpatizar con los héroes, sentimos dentro de su universo familiar. Las comisarías o el mundillo de los traficantes de drogas no son lugares predilectos de la mayoría de espectadores.

Yesterday es una crónica de la juventud polaca de la primera mitad de los años sesenta, del momento en que los Beatles se convirtieron en mito para los adolescentes de medio mundo. El pelo largo, el rock and roll, un cierto internacionalismo y la voluntad de olvidar y superar las secuelas de la guerra coincidían con la recién adquirida capacidad de consumo de los jóvenes de la Europa occidental y su deseo de orientarla hacia personajes y valores que no fueran una mera copia de los de sus progenitores.

La 'beatlemanía' en Polonia

En Polonia, la beatlemanía también existió y lo que Piwowarski nos muestra son sus peculiaridades autóctonas. La película es una suerte de réplica de Les zozos o de lo que han hecho Peter Gothar o Marta Meszaros al recordar filmicamente su adolescencia húngara. Yesterday,. que está construida desde un flash-back que intenta imponer una perspectiva moral a todo lo evocado, tiene el encanto de la crónica y de la precisión de los detalles.

Los protagonistas -cuatro chicos polacos que sólo piensan en imitar a sus gigantes de Liverpool- tienen que enfrentarse a dos tipos de persecución: la del Estado, que se expresa a través de los profesores del instituto, y la de la Iglesia, más interiorizada por las familias en forma de códigos de comportamiento.

Así, si el Estado ve incompatibles los cabellos largos con las prácticas patrióticas que obligan a saberse poner una bien ajustada máscara antigás, la Iglesia no puede tolerar que las nuevas costumbres aporten a los chicos y chicas los argumentos para abordar la sexualidad de otra manera que la culpabilizadora defendida por los sacerdotes.

Los Beatles adquieren en el filme un gran valor simbólico. Por ellos se escapa de las celebraciones prosoviéticas en honor de Gagarin, gracias a ellos el amor es otra cosa y la soledad se hace más llevadera.

Al final, después de varias situaciones propias de la tragicomedia, las autoridades cambian de actitud. Y así, al mismo tiempo que Paul, John, Ringo y George son condecorados por la reina de Inglaterra, los responsables del instituto optan por polonizar los hits de los Beatles a base de cambiar la letra por otra de corte patriótico.

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