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Nuevos datos sobre la muerte de los Urquijo

Un experto con sangre fría mató a Ios Urquijo, según los forenses del caso

El caso Urquijo, que ocupó las primeras páginas de los diarios en agosto de 1980, no está cerrado. La sentencia del Tribunal Supremo que condenó a Rafael Escobedo como autor -"solo o en unión de otros"- no despejó todas las dudas que suscitó el caso. Un segundo sumario está abierto en el Juzgado de Instrucción número 14 de Madrid, en el que están procesados Javier Anastasio de Espona y Mauricio López-Roberts, marqués de Torrehermosa, ambos amigos personales de Escobedo. El primero, que se encuentra en prisión, está procesado como autor por cooperación necesaria, mientras que López-Roberts está procesado como encubridor y se halla en libertad provisional.

Los asesinos de los marqueses de Urquijo fueron tres personas. Se trata de una crimen técnicamente perfecto, fríamente calculado y ejecutado con una gran profesionalidad. Estas son las principales conclusiones a las que llegaron los forenses que hicieron las autopsias de los cadáveres, José Antonio García Andrade, profesor de Psiquiatría Forense de la Escuela de Criminología de la universidad Complutense de Madrid y presidente de la Asociación Nacional de Médicos Forenses, y Raimundo Durán, jefe de equipo quirúrgico de la Seguridad Social y profesor de Ginecología de la Clínica Médico-Forense.Los dos forenses, con amplia experiencia en este tipo de casos, consideran que el informe que aportaron al sumario no se reflejó en el juicio que condenó a Escobedo como ejecutor material del crimen, aunque precisan que el tribunal de justicia actuó con todo rigor jurídico. Un lazo de terciopelo negro, que según los forenses no era de ninguna persona de la casa y que se encontró a los pies de la cama de la marquesa; el extraño comportamiento de un perro, que no ladró ante los intrusos; la bala que mató a la marquesa, rayada para producir un impacto más letal, son algunos de los eslabones principales de una larga cadena de deducciones que se inició con el análisis de los cadáveres y del lugar de los hechos. El trío, en su opinión, estaría formado por una mujer, propietaria del misterioso lazo negro, una persona que era conocida en la casa y un experto en armas, con gran sangre fría, que fue quien realizó los disparos.

"Los cuerpos venían lavados y sin ropas. No fue ningún descubrimiento de los abogados defensores, porque nosotros ya lo advertíamos en el informe", dice Raimundo Durán. García Andrade señala, sin embargo, que "aunque hubiera sido interesante realizar el examen de las manchas de los vestidos, hay una serie de datos que son indelebles. Los cuerpos podrían haber estado en el río, en el mar o en la piscina, y hubiera dado lo mismo".

Y es que después de haber estudiado los cadáveres durante más de tres horas, los dos médicos sabían muchas cosas. Sin salir del Instituto Anatómico Forense, y contando sólo con los cuerpos desnudos de las víctimas, además de las fotos realizadas por la policía, reconstruyeron los hechos; con algunos datos que hasta ahora habían permanecido inéditos, porque, como señala Raimundo Durán, "si no los dije en el juicio fue porque nadie me los preguntó".

"Aquella noche el marqués había cenado temprano. Comió poco, concretamente, judías verdes con patatas, y estuvo despierto hasta altas horas de la madrugada, probablemente leyendo, con una visera especial para protegerse de la luz y con tapones en los oídos", indica Raimundo Durán reconstruyendo la noche del crimen.

Conocían las costumbres

"Los asesinos conocían perfectamente las costumbres de las víctimas y sabían a qué hora habían cenado, porque probablemente en estos momentos ya estaban dentro de la casa, a la que accedieron por la puerta principal, aunque luego forzaron la otra para aparentar que se habían introducido Ipor allí. Hacia las seis de la mañana, del día 1 de agosto se cometió el crimen. El marqués había conseguido dormirse. La marquesa dormía desde mucho antes en la habitación contigua. Corno siempre, la habían tenido que ayudar a introducirse en la cama: era minusválida", afirma García Andrade.

"El ejecutor material del crimen era un experto, no disparó al azar, sino que apuntó detrás de la oreja de Manuel Sierra, a unos 10 centímetros de distancia. Un disparo certero y mortal de necesidad. El marqués no llegó a despertarse. A continuación, el asesino se dirigió a la habitación de la marquesa. María Lourdes Urquijo dormía tumbada boca arriba, con los labios cerrados. Despacio, muy tranquilamente, el homicida, desde la derecha de la cama, apuntó a la boca de la víctima, desde unos 10 centímetros de distancia, buscando la base del cráneo, pero un pequeño movimiento de la marquesa, que tal vez se despertó, desvió la trayectoria de la bala. María Lourdes, herida con este primer disparo, se sobresaltó e intentó incorporarse en la cama con un movimiento reflejo, pero su propia invalidez física le impidió hacerlo por completo. El asesino, sin perder la calma, la remató a bocajarro, con un tiro certero, aplicando la boca del arma sobre el cuello de la víctima".

¿Cómo se pueden llegar a conocer estos hechos sin haber salido del Instituto Anatómico Forense? Según los dos forenses, las huellas del crimen quedaron impresas en los cuerpos de las víctimas. Sólo hacía falta un experto que supiera interpretarlo.

"Es un crimen perfectamente ejecutado y calculado en todos sus extremos, y eso es lo que recogemos en las conclusiones del informe, cuando hablamos de 'ánimo frío y profesionalízado por parte del agresor o agresores'", indica García Andrade, quien añade que, después, de haber mantenido una entrevista psquiátrica con Rafael Escobedo, tiene la seguridad de que "no fue él quien apretó el gatillo, aunque es evidente que fue cómplice del crimen".

El carácter de Escobedo

Andrade define a Escobedo como "el típico niño de Serrano", le falta, según él, "la agresividad y profesionalidad que se manifestó en este crimen". "Para matar también se necesita aprendizaje -subraya- y, aunque todos somos criminales en potencia, podemos estar seguros de que nuestro primer crimen sería tosco, porque aún no tendría la calidad y, el perfeccionamiento que demuestran estos dos asesinatos. Técnicamente son crímenes perfectos, los tiros van a matar y, efectivamente, matan", agrega García Andrade.

"Otro detalle importante es que los proyectiles estaban preparados, rayados de tal forma que, a pesar de su pequeñez -eran del calibre 22- tenían un efecto tremendo. Esta punta estriada perfora la piel sin que ocurra nada especial, pero en cuanto atraviesa el hueso, se fragmenta y sale en ocho o diez direcciones, ocasionando unos destrozos terribles, y esto habla también de profesionalización. Los proyectiles están preparados para que la ejecución sea eficaz, para que un solo disparo produzca tales destrozos que originen la muerte".

"Lo que nos confirmó definitivamente que se trataba de un experto", añade García Andrade, "fue el segundo disparo que recibió la marquesa. La forma de reaccionar ante ese imprevisto fue la de un

Un expreto con sangre fría mató a los Urquijo, según los forenses del caso

profesional. Porque si disparas contra alguien y ese alguien se sobresalta y se levanta, lo más frecuente es que el asesino se asuste o dispare al azar o de una forma más precipitada. Lo normal, ante la sorpresa, es disparar cuatro o cinco veces. Y es que cuando te responde una víctima que tú pensabas que no lo iba a hacer, eso te emociona. Si el asesino logra controlar esa emoción y reacciona con una frialdad mucho mayor, es que es muy profesional".Disparar a una víctima desde tan cerca, apenas 10 centímetros, requiere mucha sangre fría, según indica el presidente de los forenses; pero no es apenas comparable a la que se necesita para rematarla, "y sobre todo de esa manera, porque el disparo con el que remataron a la marquesa es como el tiro de gracia que se dispara a las reses en las cacerías, como el descabello de los toros, pero al revés, ya que en lugar de ir de arriba abajo, en el caso de la marquesa de Urquijo iba del cuello a la cavidad craneal. El proyectil rompió las vértebras y el agujero occipital, destruyendo el tronco cerebral y parte del hemisferio cerebral izquierdo. Fue una muerte inmediata, por supuesto, un tiro certero".

"Creemos que no se ha valorado suficientemente esta profesionalidad de los ejecutores durante el juicio", señalan los forenses, "y conste que no hacemos una crítica negativa del tribunal de justicia, que creemos que ha actuado con todo rigor jurídico, porque hay una declaración de culpabilidad realizada ante el juez por Escobedo, donde éste, además, da detalles del crimen que sólo puede conocer alguien que ha tenido una participación directa Después dijo que había sufrido presiones, que estaba asustado".

Después de haber realizado la autopsia de María Lourdes Urquijo, los dos forenses tienen una idea muy clara acerca de la personalidad de la víctima, y en ella se basan precisamente para afirmar que hay una mujer implicada en el crimen, porque el lazo de terciopelo negro con aplicador de horquilla que se encontró a los pies de su cama, en el suelo, no puede pertenecer a esa mujer, "minusválida física, tímida, con poco impulso vital, muy replegada en sí misma".

Según Durán y García Andrade, las afecciones que sufría en aquellos momentos junto a otras más antiguas, le habrían impreso un carácter enfermizo. "Tenía una patología muscular, una minusvalía física que le hacía precisar ayuda para sentarse y acostarse."

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