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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Los generales de Reagan

UNA TESIS militar de Estados Unidos es que la extensión de los compromisos de su Ejército en el mundo se va haciendo demasiado extensa; hay una diseminación de soldados, aviones y barcos por el mundo que corresponde en la actualidad al 43% de la potencia militar del país, y a algunos les parece peligroso. La preocupación la ha levantado el general Wickham, jefe de Estado Mayor del Ejército, al que ha secundado el anterior jefe de la Junta de Jefes de Estado Mayor, David C. Jones, y otros altos militares y políticos, como el senador Nunn (demócrata, del comité de fuerzas armadas), que resume la situación en estos términos: "Nuestra: estrategia militar excede en mucho a nuestra capacidad actual y a los recursos que se proyectan". Las advertencias van, sobre todo, dirigidas al Congreso y el sentido en que parecen desarrollarse es éste: el Congreso no puede continuar realizando cortes en los presupuestos militares y obligando a ahorros en esos gastos sí previamente no decide limitar la actuación de Estados Unidos en el mundo. Los dos términos no concuerdan, y hay que hacerlos concordar si se pretende mantener la seguridad nacional.No parece difícil encontrar tras esta advertencia aparentemente seca y neutra otro tipo de razones, que coindiden con la política de Reagan, o la política de Reagan coincide con esas razones militares: no es posible abandonar la intervención global, los compromisos (commitments) en el sentido de que son obligaciones o deberes que cumplir, objetivos nacionales y bases esenciales para lo que consideran seguridad nacional. En ese tipo de obligaciones se encuentran las maniobras en el Pacífico y el Atlántico sobre América Central, cuyo objetivo es contener una situación militar dentro de lo que a Estados Unidos les parece innegable área de influencia; las maniobras Bright Star en Egipto, y, en colaboración con otras fuerzas, en Sudán y Somalia, para contener el cambio de régimen en Chad; las que 3.500 soldados han hecho conjuntamente con los tailandeses, por las razones que se conocen, en la península indochina; los que están en espera de acción en el Golfo Pérsico, si se corta la ruta de comunicación del petróleo... Y, en fin, todas las fuerzas americanas desplegadas habitualmente en el mundo desde Europa a Japón.

La advertencia que ahora levanta la campaña militar es la de que el crecimiento incesante de puntos de conflicto y la aparición de soldados, aviones -los famosos AWAC, que ahora se reparten en todas las zonas de guerra- y unidades navales en cada uno de estos puntos pueden dañar seriamente la capacidad operativa de la totalidad militar. Una necesidad de profundizar en la intervención en cualquiera de esos puntos, o la ampliación de éstos, podría conducir a un desequilibrio grave. Algunos de los que se manifiestan en ese sentido creen que se trata de una táctica del enemigo para, efectivamente, aumentar cada vez más la extensión de las fuerzas armadas de Estados Unidos en contra de su intensidad, y estiman que hay ya algunos puntos, como Corea del Sur, que han sido desabastecidos, de manera que si se vieran atacados repentinamente no podrían ser defendidos.

Simultáneamente se están desarrollando algunas polémicas; que por primera vez se hacen públicas, entre las distintas armas sobre el reparto del dinero presupuestario y la primacía que, tienen los distintos servicios para aumentar efectivos y armas con que servir sus compromisos. Mientras, Caspar Weinberg, secretario de Defensa, anuncia graves medidas contra los que gasten más de lo debido: el despilfarro será castigado con la destitución inmediata y se ha empezado una serie de procedimientos de urgencia para investigar posibles fraudes económicos en la industria militar. De esta manera, la Administración muestra que sus gastos son los mínimos posibles, que el reparto de dinero es escaso y qué el, riesgo de Estados Unidos está, sobre todo, en la reticencia de los políticos para facilitar los presupuestos necesarios. Prácticamente se reclama una economía de guerra y, con palabras disciplinadas y austeras, se indica que la guerra está sucediendo ya. y que puede acrecentarse a cada minuto.

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