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Tribuna
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Mitologías

En época de elecciones, como ahora, aunque sean municipales, o sobre todo si son municipales, los partidos políticos se convierten en oráculos que, si no hablan en números incoherentes, como el de Cocteau, sí optan, en cambio, por el laconismo, contra el verbalismo parlamentario de todo el año Emiten eslóganes, o sea, verdades lacónicas.El PSOE, partido en el Gobierno, dice así: "Por el pueblo". "Vota PSOE". "Un buen gobierno en tu Ayuntamiento". Este partido sus tituye la o de "pueblo" por el puño y la rosa, lo cual es un pictograma que tiende a identificar el signo con la gente, el partido con el pueblo. "Un buen gobierno en tu Ayuntamiento". Aquí la palabra "gobierno" tiene dos funciones, como sustantivo y como verbo. Tiende a persuadimos de que el PSOE gobierna bien los Ayuntamientos, pero emboza el aviso de que detrás de los consistorios socialistas está el Gobierno de la nación, como respaldo. Así, la rosa remite al pueblo, el Ayuntamiento al Gobierno y el Gobierno al presidente: Felipe González. El recado publicitario de la valla/esfinge (las vallas son las Sabinas de nuestro tiempo), revela/oculta, finalmente, un hombre y un nombre. Mitologías. La valla de AP -"Jorge con todos y marcha Madrid"- ya se ha comentado aquí. Trata, evidentemente, de familiarizarnos con la imagen personal de un individuo que, por joven, nuevo en esta plaza y un poco como extranjero, no acaba de resultamos nuestro. El "Jorge con todos" manifiesta esa angustiosa otredad que padece el candidato. Quien, así mismo, pretende suturar esa distancia mediante la apropiación -equivocada y equívoca- de una jergalización de la calle madrileña, el cheli o cualquier otra, como es la abstrusa oración "marcha Madrid". Si Felipe González, a través de tantas vallas y lenguajes, se manifiesta desapareciendo y transmite una serenidad vicaria, el mensaje/ Verstrynge, en cambio, es más pasional -y más apasionante-, pues que revela un estado personal interior, una carencia, una necesidad de integrarse, no sólo para mandar, sino también para estar, y quizá, incluso, para ser.

Antonio Garrigues-Walker ha aparecido en las vallas con su rostro. La valla de Garrigues dice: "Así gana Madrid". La sintaxis es de una ambigüedad un poco ingenua. La primera lectura, mixta de texto/imagen, nos dice que con Garrigues de alcalde, Madrid saldrá ganando. Pero hay una segunda lectura, también mixta, que quiere beneficiarse de la sutileza, y cuyo contenido manifiesto sería éste: Así gana la alcaldía de Madrid Antonio Garrigues-Walker". Así, con la cara. Los textos de las vallas son como el sueño de los partidos (sueño de victoria), bajo cuyo contenido manifiesto habrían de leer otro mis queridos Castilla del Pino o Rof Carballo. Los eslóganes del PCE son éstos: "Los ayuntamientos cambian con nosotros, ayúdanos a seguir" y "Defiende los pactos municipales con nosotros". El PCE invoca su victoria municipal entre el pueblo español, de la que hubo de ayudarse el PSOE para redondear Ayuntamientos. Es la nostalgia del éxito en un partido que, inexplicablemente, se ha devorado a sí mismo. La defensa de los pactos municipales, segundo eslogan, viene a decir lo mismo que el primero. Carrillo consiguió gobernar con Suárez en la Moncloa -y hasta le enseñó algunas artes taurinas olvidadas desde don Paco el Sordo, alias Goya (de quien Doña Sofía y Alfonso Guerra inauguran exposición en Madrid)-. De los pactos de la Moncloa a los pactos municipales, el PCE, con tanta entidad propia e histórica en la Resistencia antifranquista, se pone a que le cobije la sombra del psocialismo. Hay aquí, más que una crisis de identidad personal, como en Verstrynge, una crisis colectiva (el partido acaba comportándose como un solo individuo), crisis que me tiene en un grito. Santamaría, el mejor grafista de España, no ha sido llamado por nadie. Todo un síntoma de mal gusto político.

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