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El 'Diálogo de las Américas' se inició en México con significativas ausencias de intelectuales

El Diálogo de las Américas, convocado en México para esta semana y que debería reunir buen número de intelectuales de Estados Unidos y de Latinoamérica para discutir sobre problemas comunes, ha registrado numerosas y signicativas ausencias. El primer día de sesiones no habían llegado a la capital mexicana Julio Cortázar, Arthur Miller, Eduardo Galeano, Norman Mailler, Darcy Ribeiro y James Petras, entre otros, mientras que Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes, que estaban ya en México, no acudieron al encuentro. Paralelamente se ha presentado en Madrid el programa de los Diálogos de Madrid con América Latina, incluido en la III Muestra de Cultura Latinoamericana que dirige José Monleón.Víctima de fallos graves de organización y tenebrosos equívocos de criterio, el Diálogo de las Américas sucumbió mientras se transformaba en realidad una buena idea, tan buena que no tuvo madre, aunque haya tenido padres. Dos, para mayor exactitud.

En septiembre del año pasado, cuando en La Habana (Cuba) se realizó un numeroso y muy positivo encuentro de intelectuales, el colombiano Gabriel García Márquez y el chileno Fernando Alegría, ambos escritores, tuvieron, por separado, la misma idea: reunir intelectuales de Estados Unidos y de todos los países de Latinoamérica para un amplio y ágil debate de problemas comunes. La idea de Fernando Alegría era reunirlos "en algún lugar". La idea de García Márquez ya nació sofisticada: reunir en la ciudad de México unas dos docenas, a lo sumo, de intelectuales de primerísima línea, plenamente representativos, para un encuentro informal, que originaría una declaración amplia de intereses y puntos de vista comunes.

Reunir a trescientos

Con la increíble facilidad con que algunos latinoamericanos reúnen intelectuales, el encuentro que se ha inaugurado en México pretendió reunir, nada menos, a trescientos de ellos. Hasta ayer, nadie sabía a ciencia cierta quiénes serían esos trescientos. Los más importantes, es decir, los que vendrían de Estados Unidos, permanecían envueltos en la más densa bruma de misterio. Algunos sólidos y representativos intelectuales latinoamericanos buscaban en vano informaciones concretas en la ciudad de México. De Cuba, por ejemplo, parte vital en cualquier propuesta de diálogo de este tipo, fueron enviados, entre otros, Roberto Fernández Retamar, el poeta que ocupa la vicepresidencia de la Casa de las Américas, y Mariano Rodríguez, el pintor que la preside. Mariano Rodríguez estuvo el domingo para almorzar en la casa que García Márquez tiene en Cuernavaca. El autor de Cien años de soledad y Fernando Retamar tuvieron tiempo el martes y el miércoles para comerse las uñas mientras trataban de descubrir con quién dialogarían en el Diálogo de las Américas.Con México metido hasta el cuello en una de las más graves crisis económicas de toda su historia, con América Central -donde el peso de México es indiscutible- viviendo tiempos especialmente negros, con toda Latinoamérica disputando el papel protagonista en el torbellino de tensiones más formidable de los últimos años en la región, reunir intelectuales y escritores de todo el continente suena a algo positivo. Los fallos de organización y los criterios más que discutibles para hacer la lista de intelectuales y escritores invitados al dialogo debilitaron mucho la idea.

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