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Luis Rosales considera 'Un rostro en cada ola' como "la segunda entrega de mi testamento poético"

"La carta entera es como una especie de testamento, y Un rostro en cada ola es su segunda parte. No como una especie: es un testamento", dice Luis Rosales, cuyo libro de poemas Un rostro en cada ola fue presentado anteayer por el pensador Pedro Laín Entralgo y el novelista Gonzalo Torrente Ballester, en el Instituto de Cooperación Iberoamericana. El libro mereció el premio internacional de poesía Ciudad de Melilla, dotado con 500.000 pesetas, y ha sido publicado en la colección Rusadir."Esta es de momento mi última aventura", dice Luis Rosales, "una tetralogía cuya primera parte, La almadraba, contaba la sensación radical de extrañeza que tiene el hombre en la vida. En éste se habla sobre todo de la multiplicidad sumamente cambiante de las situaciones en que la vida actual coloca al hombre". "Yo venía hablando de este libro hace treinta años, desde que publiqué La casa encendida: por eso hay referencias periodísticas a él y por eso éste, y en general La carta entera, está relacionada con aquel libro mío y con lo que nosotros llamábamos poesía total".

Yo del poeta

"La idea que yo tenía era hacer mi biografía, o mejor, una biografía de mis complementarios en los distintos momentos, por ejemplo, Pessoa o Machado. Es decir, de todas las personas que han ido constituyendo el yo del poeta. Pero me dí cuenta de que soy incapaz de escribir sobre mí. Cada vez creo más que el poeta no es protagonista, sino testigo. Cada vez me gusta menos la palabra compromiso y, como soy humilde, creo que el poeta no tiene que testimoniar ni protagonizar, sino algo mucho más bonito: atestiguar. Pues bien: en este libro se describe a mis amigos, los distintos momentos y las distintas situaciones en que aparecen. Yo no salgo casi nunca, y cuando aparezco, soy el acompañante, el testigo que simplemente consigna los hechos"."Por tanto", dice Luis Rosales con humor, "este libro es el resultado de una equivocación. Quise hacer una cosa que la vida y la pluma me demostraron que no podía". El humor es precisamente una de las claves que separan este libro de su origen en La casa encendida. La poesía de los jóvenes se caracteriza por su entrañamiento. Cuando llega la madurez aparece el distanciamiento, y las claves de la distancia son la ironía, el humor, el sarcasmo... Todo eso sin renunciar a la pasión y al patetismo".

Luis Rosales habla de su intento como de hacer poesía total, y la define como Ia fusión de los distintos géneros, de romper la separación entre subjetivismo y objetivismo, y escribir, dentro del mismo libro, textos con tensión lírica junto a otros distanciados por la ironía, momentos de patetismo junto a otros de ira o violencia, porque al fin somos hijos de una época violenta". En este momento, Luis Rosales prepara Nueva York después de muerto: "Es la cuarta parte, la que cierra La carta entera, pero la publicaré antes porque soy un hombre prudente, y con ella se podría dar por cerrado el libro. El tema es el exilio, el real de tantos y el posible de los demás".

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