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Tribuna
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El teatro busca un público disperso

La muestra de teatro gallego, dentro de los actos de la Semana de Galicia en Madrid, se clausura hoy, en la sala Olimpia, con un montaje de la compañía Luis Seoane sobre una obra de Otero Pedrayo. Hablar de los problemas del teatro en Galicia, de sus caminos y tropiezos, es hablar -como en todas partes- de teatro y soIciedad, de las relaciones entre las personas que hacen el teatro y el público al que se dirigen. Comencemos, pues, con una advertencia: al menos la mitad de la población gallega es rural y vive dispersa en más de 30.000 entidades de población, configurando un público fragmentado y con difícil acceso a los canales de producción del teatro. Las gentes gallegas del teatro se debatían hasta hace unos años entre la necesidad de una itinerancla que los llevase hasta ese público -receptivo, pero muy disperso- y la estabilidad que permitiese dignificar su trabajo. La itinerancia fue la práctica dominante hasta 1976, caracterizada por un bajo nivel de producción y alentada por un espíritu romántico, con aires de mesianismo político, pero indudablemente esforzado. Por otro lado, la estabilización era la palabra mágica que resumía tres objetivos estrechamente ligados: elevar la calidad media de los espectáculos, atraer hacia el teatro una burguesía reacia y casi inexistente como tal burguesía -lo que supone concentrar las energías en núcleos urbanos- y, por último, abrir espectativas reales de profesionalización.En este proceso de lograr una definitiva profesionalización se encuentran actualmente los principales grupos galalcos, y en algunos casos ya pueden apreciarse pasos importantes: la apertura de la sala Luis Seoane, en La Coruña; la pulcritud del último montaje de Artello o la proyección del grupo Troula fuera de Galicia, son muestras de ello. Y mientras, la lucha por salir adelante es dura; si consideramos la dispersión del público, la inexistencia de infraestructura, la reticencia de una burguesía y la actitud indiferente de las instituciones -la Xunta es todavía una incógnita-, obtendremos un panorama ingrato agravado por las escasas posibilidades de formación para actores y directores y la carencia de una tradición escénica. Pero comienzan a aparecer-los primeros frutos, aislados por el momento, pero que de ninguna manera son casuales.

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