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Publicadas las memorias del superreallista Roland Penrose

Autobiografía de un inglés romántico

Publicadas casi simultáneamente con la edición inglesa, cuyo sugestivo título original -Scrape notes- aquí se ha trivializado con el de 80 años de surrealismo, las memorias de Roland Penrose acaban de aparecer en su versión castellana, editadas por Polígrafa, de Barcelona. He de señalar, en primer término, que el interés de esta autobiografía no puede agotarse en esos «80 años de superrealismo», como anuncia enfáticamente la traducción española. Ciertamente, Roland Penrose -artista, escritor, critico y coleccionista- puede considerarse como uno de los principales animadores de la proyección internacional del superrealismo, cuya memorable exposición de 1936 en Londres pudo realizarse gracias a su decisiva intervención. Los mejores amigos de Penrose -Eluard, Ernst y Man Ray- fueron, además, superrealistas, como también superrealista casi toda su pintura y, en general, su actitud intelectual.

Cualquier etiqueta es, sin embargo, ridículamente estrecha para definir una vida apasionada, como lo ha sido y sigue siendo la de Penrose. Hace poco estuvo entre nosotros; primero, con motivo de una gran exposición retrospectiva de su obra en la Fundación Miró, de Barcelona, y después, a propósito de la presentación de su libro sobre Picasso, en Madrid. En ambas ocasiones fue acogido con afecto, pues la deuda que tiene nuestro país con él no es pequeña. Penrose, en efecto, ha sido el autor de magníficos estudios de los más grandes pintores españoles contemporáneos, entre los que destacan los de Picasso, cuya blografía es, a mi parecer, la mejor de las múltiples que se han escrito sobre el pintor malagueño, pero también los de Miró y Tápies.La importancia de Penrose como escritor y crítico de arte está, pues, fuera de duda. A lo ya citado habría que añadir todavía su excelente monografía sobre Man Ray, entre otros muchos trabajos dedicados al arte contemporáneo, así como una nada desdeñable literatura de creación, cuyo hermoso punto culminante fue ese carné de viaje íntimo titulado The road is wider than long, impregnado de bello romanticismo. En cierta manera, la autobiografía que da pie a este comentario renueva su estilo.

En El camino es más ancho que largo, Penrose rememoraba intensamente el viaje realizado en 1938 por los Balcanes en compañía de Lee Miller, que más tarde se convertiría en su segunda esposa. El libro fue concebido como un comentario poético de las fotografías de aquel periplo, que es, más o menos, lo que ahora ha hecho con el relato de su propia vida. Una vida que, si atendemos al ambiente familiar, no parecía destinada al arte en su versión más agresivamente vanguardista. Roland Penrose, que nació el 14 de octubre de 1900, «a la hora del té», era hijo de un afamado pintor victoriano en la línea de sir Lawrence Alma-Tadema, pero convenientemente moralizado por el credo cuáquero. Sobriedad y puritanismo muy estrictos, que no se resquebrajaban jamás por las efusiones artísticas, rígidamente espirituales

¿Cómo en medio de este ambiente pacato, austeramente confortable, piadoso y comedido pequeño-burgués hasta la médula, pudo surgir un Penrose sensual y bohemio? Desde luego, no por generación espontánea: la guerra de 1914 demolió viejas costumbres, incluso en Inglaterra, pero también el Queen's College, de Cambridge, hizo lo suyo. Era ese Cambridge irrepetible donde se hacía tertulia con Keynes, Roger Frv, Duncan Grant, Vanessa y Clive Bell. Con todo, hacía falta un salto meridional para acabar de despertar los adormecidos sentidos de este joven cuáquero, lleno de inquietudes. Y en Francia perderá definitivamente la devoción y se sentirá artista.

Penrose llega a París un otoño de 1922, fecha interesantísima, porque es la del nacimiento de la segunda oleada de la vanguardia histórica, la del dadaísmo y el superrealismo. Dotado de cordialidad, entusiasmo y total fe en la acción revolucionaria de la vanguardia, Penrose no tarda en conectar con los círculos más interesantes. Traba amistad inmediatamente con Yanko Varda, Braque, Man Ray, Kisling, etcétera; se casa con la poetisa francesa Valentine Boué, y, en fin, a través de Max Ernst es presentado a los superrealistas. Desde entonces, Roland Penrose vive intensamente todas las vicisitudes de la vanguardia y lo hace poniendo en juego todas sus posibilidades personales: pinta y escribe, participa en toda suerte de empresas, patrocina e incluso, favorecido por las circunstancias, llega a ser uno de los más importantes coleccionistas del siglo.

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