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Las excavaciones en la cueva paleolítica de Juyo (Santander) proseguirán en el verano próximo

Los científicos están seguros de haber descubierto el santuario más antiguo del mundo

Las excavaciones para descubrir todos los secretos de la Edad de Piedra que se guardan en la santanderina cueva de Juyo, en el pueblo de Igoyo, en el municipio de Camargo, a seis kilómetros de Santander, continuarán el próximo verano de 1982, dijo ayer a EL PAIS el director del Museo de Altamira, el antropólogo e historiador Joaquin González Echegaray, quien ha codirigido el equipo que en 1978 y 1979 realizó importantes hallazgos.

La significación de tales hallazgos fue difundida en su día por la Prensa española. El pasado fin de semana, el New York Times recogió ampliamente la información, en la versión del miembro norteamericano del equipo investigador, Leslie G. Freeman. Tanto el científico español como su colega norteamericano coinciden en afirmar que es muy probable que la cueva de Juyo sea el lugar sagrado más antiguo del mundo.

Los objetos hallados en el santuario de Juyo fueron sometidos hace unos meses a la prueba del carbono 14 en unos laboratorios de Nueva York. Estos análisis confirmaron la teoría de que la existencia de este lugar podría remontarse a 14.000 años.

Las excavaciones que van a realizarse el próximo verano serán llevadas a cabo por el mismo equipo que hasta ahora ha actuado en el lugar. El equipo trabaja bajo el patrocinio de la Fundación Nacional de las Ciencias, de Estados Unidos, y del Ministerio español de Cultura. «No nos faltará dinero», dijo ayer González Echegaray para significar las facilidades con que cuenta para llevar adelante este proyecto científico.

Según el investigador español, la importancia de la cueva de Juyo reside en el hecho de que es la primera vez que se llega, en el estudio de las religiones del hombre primitivo, al descubrimiento de objetos que antes no se habían encontrado en lugares similares. La cueva contiene una losa, parecida a un altar, y una cabeza de piedra, mitad ser humano, mitad felino, que constituye un hallazgo único de la mencionada era.

Un caso único

Freeman ha dicho en Nueva York que «no hay ningún otro caso en el arte del Paleolítico de un rostro esculpido, dividido en dos partes, ambas de carácter diferente».

Considera Freeman que el hallazgo es único, porque los descubrimientos previos (como dibujos de cuevas y objetos colocados junto a cementerios del hombre de Neanderthal), algunos de los cuales se remontan a 50.000 años atrás, estaban relacionados con la muerte, tan sólo uno de los muchos aspectos de un sistema de creencias religiosas.

En declaraciones recogidas en Nueva York por Efe, Freeman ha dicho que «el lugar sagrado del Juyo no tiene nada que ver con la muerte. Su simbolismo es más universal y se refiere a otros aspectos del sistema de creencias».

Con respecto al rostro en piedra hallado en la cueva, el profesor Freeman afirma: «Parece casi seguro que representa al ser sobrenatural al que está dedicado el lugar sagrado. Ese ser tenía una naturaleza doble, que se reflejaba en los ritos. De alguna manera, la cabeza de piedra debe de representar la percepción de aquel grupo de seres de la diferencia entre lo animal y lo humano, y, al mismo tiempo, de la fusión entre el aspecto salvaje e instintivo de la vida con su aspecto humano, más ordenado desde el punto de vista cultural».

La mencionada cabeza domina el santuario, en cuyo centro los antropólogos hallaron una trinchera llena de objetos y cubierta por un cúmulo de capas de tierra, vegetación quemada, restos de animales y materia de color ocre. La losa que había sobre el cúmulo y que estaba sostenida por dos piedras verticales debía pesar, según Freeman, cerca de una tonelada. «Teniendo en cuenta el trabajo requerido para desplazar la losa, por lo menos diez o quince personas debieron participar en la construcción del santuario. Era el trabajo de un grupo y ello sugiere la existencia de un sistema de creencias compartidas».

La cabeza apareció en el segundo año de las excavaciones, en el verano de 1979. Los científicos se asombraron de que la mayor parte del material hallado se encontrara prácticamente intacto. La investigación se ha desarrollado de manera muy seria y muy sofisticada, según comentaron ayer a EL PAIS algunos de los participantes en ella, ninguno de los cuales formaba parte del equipo directivo y en el que, además de los citados, también figuraba Ignacio Barandiarán, de la Universidad de Santander.

Para explicar la importancia de este descubrimiento, que la Prensa norteamericana destacó en los últimos días como un descubrimiento sensacional, González Echegaray explicó ayer a este periódico que «de aquella época remota del Paleolítico superior sólo teníamos elementos de juicio derivados de las sepulturas. Nosotros descubrimos hace doce años un enterramiento paleolítico muy importante, que era la cueva Morín, que conservaba una serie de elementos que permiten reconstruir el ritual funerario».

Estos estudios, dice González Echegaray, abrieron posibilidades para llegar a otro tipo de conocimientos, que se derivan del estudio de las pinturas rupestres «pero lo que nunca había aparecido era un santuario de culto, lo que marca un hito de primera categoría».

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