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El Papa se recupera tras el atentado

El Vaticano se encuentra aún bajo los efectos de la pesadilla

Juan Arias

El Vaticano no se ha despertado aún de la pesadilla. La imagen de un Papa internado en un hospital, en la unidad de reanimación, es algo que nunca ha sucedido en la historia de la Iglesia. En los palacios pontificios todo funciona normalmente desde ayer por la mañana, pero se advierte un clima de gran vacío. Existe un evidente deseo por parte de la Santa Sede de presentarse, de cara al exterior, como destrozada, pero sin odio; indignada, pero sin deseos de venganza. Y se menciona públicamente el milagro que salvó al Pontífice. El diario oficioso del Vaticano, L'Osservatore Romano, que salió a la calle ayer con una edición extraordinaria, con las fotos en exclusiva del momento del atentado, afirma que la intención era «matar al Papa». En realidad, han sido los mismos médicos quienes han asegurado que Juan Pablo II «tuvo mucha suerte», pues podía haber quedado herido mortalmente.

A pesar de todo, en los ambientes vaticanos se sabe muy bien, aunque no se dice oficialmente, que aún todo está en el aire, que los impactos de bala han destrozado los tejidos abdominales del Papa, que necesitará mucho tiempo para restablecerse, si es que no hay complicaciones. Se ha prohibido que se divulguen ciertas particularidades de la operación, que fue iniciada por los médicos de guardia del hospital Gemelli. A las siete de la tarde les reforzó, recién llegado de Milán, el célebre cirujano Giancarlo Castiglioni, que mantuvo al Papa en el quirófano hasta las 23.15 horas.Hubo momentos, han asegurado a EL PAIS fuentes médicas solventes, en los que se pensó que el corazón del Papa no iba a resistir. El Pontífice llegó al quirófano sin la sotana, en camiseta. Sobre el pecho llevaba el escapulario de la Virgen del Carmen. Los médicos dudaron si quitárselo o no, pero, en definitiva, prefirieron dejárselo. Una dóctora yugoslava le dijo en croata, lengua que el Papa habla bastante bien: «No tenga miedo, le salvaremos». Juan Pablo II contestó en el mismo idioma: «Madre de Dios, madre de Dios». Momentos antes, su secretario personal, el polaco Stanislas Dziwisz, le administró la extremaunción.

Por ahora, en el Vaticano no se han tomado medidas especiales porque sólo en caso de muerte el cardenal camarlengo se hará cargo de las riendas de la Iglesia. El secretario de Estado, cardenal Agostino Cassaroli, llegó ayer por la mañana de Estados Unidos. Se enteró del atentado contra el Papa en el avión que le llevaba a Nueva York. No hizo más que llegar y volverse.

Palabras de perdón

De regreso al Vaticano no ordenó tampoco que se tomase ninguna disposición. Pronunció sólo palabras de perdón cristiano hacia el «loco atacante» y, haciéndose eco de la polémica surgida en el Vaticano sobre la. seguridad pontificia, añadió: «El Papa deberá ahora tener más prudencia y exponerse menos», pero concluyó: «No creo que este atentado sirva para separar al Papa de la gente».En la misma línea se han expresado algunos de sus más estrechos colaboradores. Un cardenal respondió a un periodista con cierto malhumor: «Dígame usted qué podemos hacer: ¿obligarle a viajar en un carro de, combate o ponerle chalecos antibalas? No sean rídículos».

Han sido ya anulados los viajes previstos a Suiza, para final de este mes, y Fátima, en julio. Si el Papa se repone, el primer viaje que podrá hacer será el de Espana, en octubre, como así recalcan los diarios italianos.

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En este momento hay una figura en el Vaticano que ha tomado repentinamente un relieve muy especial: es el arzobispo español Eduardo Martínez Somalo. Siendo el ministro del Interior de la Santa Sede, recae sobre él toda una serie de responsabilidades especiales. Si el secretarió de Estado, Cardenal Cassaroli, mantiene los contactos internacionales, Martínez Sornalo tiene que hacer frente a toda la problemática interna de la Santa Sede. De hecho, se trata de un puesto tan importante el del sustituto de la secretaría de Estado que en el nuevo estatuto de la curia romana, en caso de fallecimiento de un Papa, al nombrarse uno nuevo, quedan dimitidos automáticamente todos los cargos del Vaticano, incluso el de secretario de Estado. El único cargo que se mantiene en pie es el del sustituto. Fue Pablo VI quien dio tanta importancia a este cargo en la nueva reforma de la curia, un puesto que él mismo había ejercido con Pío XII cuando éste, no teniendo secretario de Estado, dio mucho poder y prestigio al sustituto de la. Secretaría, el joven monseñor Montini. Fue en este mismo cargo donde el actual arzobispo de Florencia, cardenal Giovanni Benelli, se convirtió en uno de los personajes más conocidos y potentes de la curia romana.

¿Una conspiración?

Lo que en realidad más preocupaba en este momento al Vaticano es saber si detrás de este atentado está sólo la mano de un «loco exaltado» o algo más. La segunda interpretación parecía afianzarse ayer. Se piensa que se trata de algo muy bien preparado para acabar con un personaje que paradójicamente suscitaba problemas a ciettos poderes. Sin embargo, las consignas internas del Vaticano piden que se trate con la máxima prudencia el tema. Prefieren esperar a que sea el mundo civil, los responsables de la policía y de la magistratura quienes revelen lo que hay detrás del atentado.

Problemas de conciencia

Otro problema que se va a plantear en seguida consiste es decidir si conviene dejar al Papa mucho tiempo en el hospital Gemelli, uno de los hospitales más grandes e importantes de la capital, o bien preparar una pequeña clínica en los palacios apostólicos.Preocupa el caos inevitable que está surgiendo en el Gemelli. La clínica «puede paralizarse» ante el acoso de periodistas, rieporteros y personalidadés de todo tipo que lo han asaltado. Los colaboradores del Papa son partidarios de la segunda solución. En realidad, Pablo VI fue operado en el Vaticano, donde pasó toda su convalecencia. Pero los médicos afirmaron ayer que es dernasiadó pronto para poder saber cuándo Juan Pablo II estará en condiciones de dejarel hospital y con él toda la tecnología moderna que se le puede aplicar en caso de una grave complicación, que aún no se puede descartar.

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