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Los elegantes

Eduardo Castellet, hermano del sabio crítico y antólogo catalán, es un hombre que lleva la cosa del Club de la Corbata con honor, con ilusión y, por supuesto, con corbata.A mí me impusieron no hace mucho la corbata del Club, juntamente con Lalo Azcona o cosa así, lo cual que se lo agradecí mucho a Castellet, pero Eduardo llega tarde a mi vida, como tantos otros y tantas otras, porque voy ya de carroza gloriosa y sin corbata. Ahora, lo que me proponen Eduardo y los suyos (lo que proponen, me parece, a toda la prensa) es elegir los diez elegantes de España, y yo les voy a dar ya mismo la lista de los míos, en la que no me incluyo por sencillez, pues ya dijo Pitigrilli que la elegancia es una cuestión de esqueleto, y cuando yo adelgace completamente (como dice Woody Allen de un esqueleto, en Manhattan) se verá que a esqueleto no me ha ganado ninguno de mis contemporáneos. Mi esqueleto acabará en el Museo ese de Ciencias Naturales que hay por el final de la Castellana o altos del Hipódromo (tiempos, tiempos), juntamente con el diplodocus australopiteco, o cosa así, que allí pernocta, entre los travestíes que ahora se ponen justamente a esa altura de la Castellana, por donde la casa de mi querido y admirado Vilallonga (he ahí un elegante: van saliendo solos). Lo cual que aún no le he devuelto el abrigo a José Luis, por falta de tiempo y porque se lo enseño a las visitas como si fuera la armadura del primer duque de Alba. Pero ya mismo.

A los travestíes se los va a comer un día el diplodocus, grúa prehistórica de incontrolados sexuales mal aparcados. Y voy con los diez elegantes:

Fraga Iribarne: es el primero, claro, aunque Ricardo Cid le definiera para siempre como el modelo gordos de Maxcali, porque sabe llevar su gordura hasta con capa española, y en las cancillerías extranjeras y prensa masónica de allende se dice que Fraga, en las Cortes, no habla para los contertulios que allí toman café a título de diputados, sino para los cuarteles. Qué manía con los cuarteles.

Blas Piñar: es un elegante años treinta, de pelo hacia atrás peinado muy recio, y alfiler de corbata, pero la elegancia requiere precisamente esta nota de penúltima moda, porque a la última sólo van los pasotas con la zamarra de Viriato y unos vaqueros del Rastro.

Osorio: es elegante porque tiene la elegancia de desaparecer guadiánicamente durante largos períodos, cosa que el personal le agradece mucho.

Silva Muñoz: desmentida la leyenda de que le elegía las camisas y las corbatas, en la mejor boutique masculina de Roma, una actriz española a quien le había entrado la locura de amor, Silva Muñoz es ahora elegante a solas, o sea elegante decente, y ha dicho que «esto no es una democracia, sino una partitocracia», sobre todo después que la democracia le ha dejado en la mismísima rúe, limpiándose las gafas del diluvio que viene.

Landelino Lavilla: elegante por la elegancia y discreción con que lleva las llagas de Monja de las Llagas o estigmatizado a lo Teresa Newmann, sin mostrar nunca en las Cortes, a la prensa canallesca, la llaga del costado izquierdo, que es donde se sienta la Oposición. '

Don Marcelo González: elegante como el obispo leproso de Miró, pero sin lepra de cristianismo progresista, como Iniesta y otros purpurados de lo cheli.

María Victoria Fernández-España: no entra por razones de sexo, pero la metemos como meteríamos a la Thatcher, porque en la reacción es todo un hombre.

WojtyIa: es tan elegante y de derechas, que ha conseguido poner de moda una prenda tan hortera como la rebeca.

Suárez: impuso en Estrasburgo la línea cheli cortefiel.

Umbral: al final no he podido menos de meterme, y ustedes desculpen.

El ego es que me devora.

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