_
_
_
_
_
Reportaje:

Las horas fundamentales que precedieron al nacimiento del "bebé probeta"

El primer bebé-probeta, una niña, nació anteanoche con toda normalidad. Ella, que pesó 2,688 kilogramos, y su madre, Lesley Brown, de treinta años, se encuentran perfectamente. La niña nació nueve días antes de tiempo, con la ayuda de una operación de cesárea efectuada a las 23.45 de la noche del lunes, 0.45 del martes, hora española. El ginecólogo que consiguió crear vida fuera del útero materno, Patrick Steptoe, le dijo a John Brown, padre de la criatura: «Es una niña maravillosa.»«Nuestra felicidad es total», afirmó luego el señor Brown. Mientras tanto, la niña subrayaba con sus gritos el que ha sido calificado como momento histórico de la ginecología. El médico cree que se trata de un gran progreso en la investigación. Los padres de la niña se inclinan a pensar que es un milagro.

La señora Brown supo que había tenido una hija cuando se recuperó de la anestesia, a las dos de la madrugada del martes, hora británica. En ese momento, el doctor Edwards, fisiólogo que ha trabajado en este experimento, le informó. Ella le dijo: «Gracias por todo lo que ha hecho por mí. » Y se volvió a dormir.

Para el señor Brown, como para todo el mundo, el nacimiento fue una sorpresa, porque no se esperaba que el parto fuera tan inminente. A las diez de la noche había dejado a su esposa muy tranquila en el hospital. Pensó que se hallaba sedada, porque no parecía darse cuenta de nada. Sin embargo, Lesley Brown sabía desde las siete de la tarde que el parto iba a producirse, pero no dijo nada para no preocupar a su marido.

El señor Brown acudió al hospital tres cuartos de hora más tarde. En la típica sala de espera ginecológica compartió su preocupación con la señora Steptoe, esposa del ginecólogo. Poco después, una monja sonriente les dio la noticia: «Señor Brown, es usted padre de una niña maravillosa.» El padre vivió entonces como en un sueño: «A pocos metros de aquí hay una hija mía a la que pronto podré tener entre mis brazos.»

Operación de diez minutos

El ginecólogo Patrick Steptoe decidió operar a la madre tan pronto como las pruebas médicas demostraron que el bebé sería capaz de llevar una vida independiente. La operación de cesárea duró diez minutos. Una incubadora estaba dispuesta para el bebé, pero su utilización no fue necesaria. Para la señora Brown, que estaba confinada en una pequeña habitación de la maternidad del Hospital General de Oldham desde hacía seis semanas, la espera fue cada vez más angustiosa.

Lesley Brown no esperaba el nacimiento del bebé hasta el próximo 2 de agosto. Además, se hallaba sometida a la tensión suplementaria de saber que el suyo iba a ser un niño-probeta. Poco después del nacimiento expresó su tensión y su alegría. Su cumpleaños era, precisamente, el lunes, cuando se produjo el final de este largo proceso de nueve meses. «No podía esperar mejor regalo que este comentó.

Para John Brown la espera fue también insoportable. Por la mañana había pasado la mayor parte del tiempo sentado junto a su esposa. Lesley escuchó durante estas tensas seis semanas el primer llanto de numerosos bebés. Ahora llegaba su hora. Había pedido que no le anticiparan el sexo de la criatura, aunque el médico sabía que iba a ser una niña.

La noticia del nacimiento produjo escenas emocionantes en el hospital. John Brown temblaba de satisfacción, sonreía y hablaba atropelladamente a todo el que quería escucharle. «No soy religioso -afirmaba-, pero doy gracias a Dios por haber permitido que oyera el primer llanto de nuestra niña. Nadie puede saber lo que esto significa para Lesley y para mí. Estoy tan contento que me encuentro a punto de echarme a llorar.» Y eso precisamente es lo que hizo John Brown.

Jarrones de flores y aburrimiento

Lesley Brown vivió hasta el lunes rodeada de jarrones de flores, rompecabezas y libros, en la habitación que ha ocupado junto a los nidos del hospital, a pocos metros de donde se encuentran las responsables de los turnos de guardia. Muchas veces la despertaron los llantos de los recién nacidos cuyas madres han podido disfrutar una maternidad mucho más fácil que la suya.

El principal problema de Lesley Brown durante las últimas semanas fue el aburrimiento. Al principio pasaba el tiempo leyendo o componiendo rompecabezas, pero los últimos instantes, cuando el mundo esperaba con ella que se! produjera el desenlace de esta historria ginecológica, se le hizo incluso difícil pasear por su propia habitación.

Lesley Brown pasó los últimos días de su embarazo sentada en un sillón confortable, cerca de la ventana que da a los nidos. Vestía una bata de color marrón y calzaba unas zapatillas que le hacían menos incómodo el peso de su cuerpo.

Las comidas le ayudaron a vencer la monotonía, aunque para esta madre singular la comida hospitalaria no es precisamente algo muy excitante. Lo que de verdad le complacía eran las visitas familiares y especialmente las de su marido, John, y las de su hijastra, Sharon, a la que Lesley ve como si fuera su propia hija.

Como cualquier chiquilla, Sharon se interesaba por el sexo del bebé y expresaba su deseo de que fuera niña. De vez en vez preguntaba si ella golpeaba ya en el vientre de Lesley.

En las últimas horas antes del parto se produjo una de las acostumbradas visitas del doctor Steptoe. Entró, sonriente, y abrazó a su paciente más importante. El marido de Lesley dijo después: «El doctor es así con todas sus pacientes, pero, por supuesto, Lesley es ahora algo muy especial. »

Toda esta apasionante historia se desarrolló en una habitación color crema, en el tercer piso de una clínica de maternidad que se levanta entre filas de deslucidas casas inmersas en bloques grises e impersonales, en Oldham, una ciudad industrial del noroeste de Inglaterra. Allí se inició este capítulo de la historia de la Medicina. El nacimiento fue la culminación de diez años de esfuerzos rigurosos y entusiastas de un hombre realmente notable: el ginecólogo de Oldham.

Copyright. 1978. Associated Newspapers Group Ltd.-EL PAIS. En exclusiva para España

John y Lesley Brown: termina la frustración de un matrimonio

John Brown, padre del bebé-probeta, es un ferroviario de 38 años, casado en segundas nupcias. Sharon, de dieciséis años, es la hija del primer matrimonio. Lesley Brown tiene 31 años y una gran pasión por los rompecabezas y por la lectura. Ambas aficiones la han ayudado a superar las largas horas de aburrimiento pasadas en el hospital hasta que llegó el día histórico que acaba de protagonizar.John y Lesley se casaron hace nueve años. Durante este tiempo trataron todos los métodos posibles para cumplir el deseo que compartían: tener un hijo.

Pocos familiares del matrimonio conocian el secreto de los continuos viajes; que la señora Brown hacía de Bristol a Oldham para visitar al doctor Steptoe. El secreto en el que ambos han mantenido este experimento tenía un doble motivo: el temor a un nuevo y posible fracaso en su intento de lograr un hijo y la necesidad de mantener en silencio un experimento al que la publicidad podía hacer mucho daño.

A los tres meses de efectuada la inserción del óvulo fecundado en el útero materno, los médicos supieron que la operación podía acabar en éxito rotundo. Ni ellos ni el matrimonio expresaron este optimismo en público. Hasta hace muy pocas semanas no supo la prensa británica que el proceso estaba en marcha y que el niño-probeta se hallaba a punto de nacer.

La niña se llamará Louise. Los padres habían buscado un nombre en el caso de que el bebé fuera un niño. Se llamaría Patrick, como el doctor Steptoe. Sharon, la hija del primer matrimonio de John, estaba segura de que iba a ser niña y esperaba en el hospital con un gran oso de peluche, el típico regalo de los ingleses.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_