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Tribuna:DIARIO DE UN SNOB
Tribuna
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Más periódicos

Sale hoy a la calle El Imparcial, en esta segunda época que Emilio Romero ha hecho suya, y le pregunté yo, no ha mucho, cenando en Lucio:-¿Y qué ideología vas a vender?

-Bueno, vamos a ser muy independientes, muy libres, muy abiertos. En El Imparcial escribirá Carrillo y quien haga falta.

Me parece a mí, de todos modos, que la democracia ya no se salva con periódicos. La revolución portuguesa conoció asimismo un reflorecer de la prensa y la opinión, desde el desnudo hasta el panfleto, y la revolución pendiente de la Moncloa también se ha enguirnaldado de periódicos y revistas, pero va ocurriendo aquí, si no me engaño, lo que ocurriera por allá: que los papeles, cuando sólo tienen voz, ya no eficacia, alegran estos trances, pero no los remedian. Don Antonio Fontán ya nos lo ha advertido, tan oportuna como ociosamente:

-La prensa no tiene por qué ser el cuarto poder.

Ningún loco pensó que lo fuera. Romero, en sus últimas empresas y fundaciones, parece que descansa mucho en su hijo, aunque él, a través de las cataratas, sigue viendo claro el paisaje político, y lo que pasa es que el hijo no tiene por qué haber heredado el carisma del padre. Pero mi pregunta a Romero no era vana, porque igual se la haría yo a Calvo Serer y a Valls Taberner, que parece reeditan el Madrid, soñando quizá directores tan curativos y milagrosos como Jesús Picatoste:

-¿Pero es que todavía creen ustedes en los milagros?

Porque nos preguntamos qué le tiene que vender don Rafael Calvo Serer, a esta altura del siglo, a la sociedad española: qué ideología, mensaje, opinión o futurible. El retirarse a tiempo que él le avisó a Franco, quizá tendría ahora que aplicárselo a sí, porque su antífranquismo ya no le duele al muerto, y su amistad de opusdeísta con Carrillo ya no epata burgueses. Más periódicos, muchos periódicos, y bien venidos sean, pero nos tememos -ay- que con sólo periódicos no se salva ya esta democracia.

Viene una chica de Repórter a hacerme una entrevista, y al final me pide dinero para el Metro. Es un número inédito en la historia del sensacionalismo periodístico en que todos, más o menos, nos hemos curtido cuando al reportaje no se le podía meter otra cosa que sensacionalismo. Estoy seguro que ninguno de los infantes de El Imparcial -Yale, Amilibia, Luisole- han pedido nunca al entrevistado un duro para volver al periódico, ¿eh, tíos?

Me pareció bien lo de la chica, claro, y cuando vuelva a almorzar con Trevijano tengo que decirle que le suba el sueldo a esa redactora, no para que me devuelva el duro, sino porque lo merece. Trevijano anuncia su revista como la verdadera democracia o la verdadera crítica a la democracia. Todos nos dan hoy más por nuestro dinero, en información, en libertad, en opinión y hasta en tías buenas, pero uno intuye, ya digo, que la cosa no se salva con periódicos. Cuando Franco, había muchas ideas represadas y pocos cauces para soltarlas. Ahora me parece que vamos a tener más periódicos que ideologías. Calvo Serer y Romero, dos hombres de la época anterior (a favor o a la contra), no representan filosofía inédita que vender, al personal, y así como la prensa de partido no funciona, sólo puede funcionar la prensa que tome partido.

Es hermoso ver los quioscos reventones de prensa nueva y vieja, nacional y forastera, como en el cuento de Manuel Pilares, cuando un español de la dictadura se deslumbra y abate ante un quiosco de París, pero la inflación de ideologías va siendo ya tan desasosegante como la inflación de la peseta, que las fábricas no funcionan con ideologías, sino con pasta, y la pasta anda por otras trochas. Más periódicos para la democracia, y bien venidos. Todo el mundo regala ideologías, pero nadie presta un duro a crédito. Y hay momentos -éste- en que un duro vale más que una idea.

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