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El equilibrio urbano

Resulta aleccionador el analizar la mayoría de los pequeños núcleos de nuestra secular, amplia y variada tipología urbana, poder comprobar que sus trazados han pretendido obtener un tejido capaz de canalizar la conducta social de los individuos y de estimular el enriquecimiento personal de esa conducta.Para conseguir esto, el soporte urbano estuvo siempre dotado, en distinta proporción ciertamente, de territorios simbólicos, de territorios pragmáticos y de territorios lúdicos. Por territorio simbólico se entiende todo espacio, abierto o cerrado, dispuesto con la inntención de provocar conductas intuitivas en el hombre. Por territorio pragmático se entiende todo espacio, abierto o cerrado, dispuesto con la intención de provocar conductas intelectivas en el hombre . y por último, por territorio lúdico se entiende todo espacio, abierto o cerrado, dispuesto con la intención de provocar conductas emotivas en el hombre. Obviamente, se producirán territorios intermedios en la misma medida que existen conductas intermedias. Y aunque las manipulaciones y controles de la jerarquía de turno impidieron, demasiadas veces, que la proporción distributiva de estos territorios fuese la más satisfactoria, casi nunca se llegó a perder el equilibrio entre ellos.

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Una iniciativa de restitución El Escorial

La ciudad, lugar de estancia, de contemplación, de encuentro, de diálogo, de mutuo conocimiento, de posesión, de juego, de acción, que pueda ser reconocido, en suma, como el territorio de una comunidad de personas.

La ciudad como equilibrio de territorios. Equilibrio entre territorios simbólicos, pragmáticos y lúdicos.- Equilibrio entre territorios abiertos y cerrados. Equilibrio entre territorios públicos y privados. Pero equilibrio siempre, entre territorios reconocibles y aprehensibles por la cultura individual y colectiva de la comunidad.

Recuperación del núcleo urbano

En el devenir histórico, los núcleos urbanos han sufrido y seguirán sufriendo, fuertes transformaciones, pero cuando esta transformación ha supuesto la eliminación total, o casi total, de algunos de sus territorios simbólicos, pragmáticos o lúdicos, el tejido urbano ha iniciado su proceso de descomposición, su esclerosis. Un proceso revitalizador exije unos procesos repragmatizadores, reludicantes y resimbolizantes. Pero el proceso repragmatizador, no necesariamente debe implicar recuperar la función original, cosa no siempre posible e incluso ni siquiera deseable, sino más bien reimaginar, lo que equivale a recrear, el viejo territorio como soporte de una funcionalidad temporalmente nueva.

Con la salvedad de que si él territorio fue público, la nueva funcionalidad, Cualquiera que sea, deberá seguir siendo pública y si el territorio fue abierto, la nueva funcionalidad, así mismo, deberá poder seguir desarrollándose en un territorio abierto. De lo contrario, el necesario equilibrio entre territorios públicos y privados, y entre territorios abiertos y cerrados se rompería y el núcleo urbano empezaría a ser ilegible por su privacidad hermética, o en el proceso inverso, por su publicidad dispersa.

Los trasvases de territorios abiertos a cerrados (o a infraabiertos) y los de territorios públicos a privados (o a infrapúblicos) han sido secuelas del mercantilismo urbano en perpetua oposición con el humanismo urbano. Por otra parte el proceso reludicante presupone reinventar una conducta lúdica para un territorio dado. A su vez, el proceso resimbolizante exige reinventar unos contenidos para unos territorios dados. Pero tanto, lo lúdico como lo simbólico tienen unos orígenes emotivos e intuitivos, por lo que provocar su desencadenamiento no parece fácil. Lo que no parece tener duda es lo inevitable de su presencia para poder dictaminar que un tejido urbano está vivo. Sin carácter lúdico ni significado simbólico, la ciudad puede convertirse en algo tan estúpidamente ajeno como ser una máquina para vivir.

El hombre debe poder funcionar en la ciudad; debe poder jugar con la ciudad, mediante la aprehensión emotiva de las dialécticas territorios abiertos, territorios cerrados, territorios públicos, territorios privados, territorios pragmáticos, territorios simbólicos, territorios lúdicos, territorios pragmáticos; y por último, debe poder sentirse identificado simbólica e intuitivamente con ella. ¿Hasta qué punto podemos tomar el ejemplo de El Escorial como un paradigma de esta cadena de conquistas y frustraciones urbanas?

El territorio de El Escorial

El Escorial de Felipe II no tuvo nunca carácter urbano; pretendió ser únicamente un territorio simbólico, o mejor dicho, un glorioso territorio simbólico; -pero en modo alguno un equilibrio de territorios, es decir un núcleo urbano. Incluso la Lonja y las dos iniciales Casas de Oficios serán como una anticipación del papel de barreras y fronteras que más adelante, cuando nazca realmente el núcleo urbano, acabarán desempeñando.

Cuando se completan las dos primeras Casas de Oficios con la tercera, y se construyen las Casas de Infantes (ambas obras de Villanueva) el cinturón fronterizo se ha cerrado con la más pura ortodoxia: frontera abierta, o foso, la Lonja; frontera cerrada, o muralla, las Casas de Oficios y de Infantes. El territorio simbólico del monasterio y el territorio pragmático de la ciudad han quedado escindidos y divorciados, ¿para siempre?

Carlos III, al que podríamos apellidar El Urbano, pues, en efecto, de todos los reyes de nuestra historia fue el que mejor entendió el concepto de ciudad, trató de incorporar al ya demasiado hermético territorio del monasterio unos territorios pragmáticos y lúdicos, que, en alguna medida, pudieran equilibrarse con aquél. El más grande ejecutor de estos planes fue el arquitecto Villanueva, que además de las ya mencionadas Casas de Infantes y tercera de Oficios, construyó diversos edificios en el núcleo de población, como la casa del cónsul de Francia y un mesón, y, por lo menos, remodeló y consolidó su tejido urbano, si es que no completó su trazado, cosa no demostrada.

Territorios cerrado-público pragmáticos, como el hospital; territorios cerrado-público- lúdicos, como el bello Coliseo, el único existente en España y hoy en avanzado proceso de reconstrucción por exclusiva y generosa iniciativa privada; territorios abierto-público-lúdico-pragmáticos como las plazas actualmente denominadas de Benavente y de las Animas y el pretil de la calle de Floridablanca, recientemente mutilado, constituyen sobradas pruebas del interés que tuvo Carlos III por aportar territorios públicos al Escorial que contribuyesen a lograr su equilibrio urbano.

El Coliseo de Carlos III, cuyo nombre y función se sustituyeron en tiempos desdichadamente recientes por la injusta incongruencia de Cine Lope de Vega, constituía el nexo o cordón umbilical entre la privacidad de la corte y la publicidad del pueblo, entre la simbología del rey y el pragmatismo del ciudadano. Y no sólo su interior fue territorio lúdico, también su exterior, pues sus dos fachadas eran y son elementos definidores de los dos territorios abierto-públicos y, en consecuencia, lúdicos, más importantes de la época: la actual plaza de Benavente y la calle de Floridablanca.

Y es el bárbaramente cercenado pretil de esta calle, el que separa la circulación rodada de la peatonal, al situar a ésta en un plano más elevado, el que permite satisfacer adecuadamente la actitud lúdica de contemplar, constituyendo una demostración modélica de cómo se pueden superponer en un mismo territorio público su carácter pragmático y su carácter lúdico. Este lúcido e inteligente interés por los territorios públicos, pragmáticos y lúdicos, demostrado por Carlos III, contrasta penosamente con el miope e interesado, desinterés por ellos, demostrado por épocas posteriores. La situación se agravara y culminará con la autocracia que se inicia en 1939.

El Coliseo de Carlos III

Si Carlos III intentó compensar con la creación de territorios pragmáticos y lúdicos la abruma dora dimensión del territorio simbólico de El Escorial, a partir de esta fecha este territorio se potencia, con lo que el desequilibrio se hace más pronunciado. Sí Carlos III intentó compensar el hermetismo original de los territorios cerrados de El Escorial creando territorios públicos abiertos, ahora se ponen barreras, incluso visuales, a esos territorios, como, por ejemplo, a los remansos que las Casas de Oficios proyectan sobre la calle de Floridablanca, usurpando al ciudadano -una contemplación lúdica de primer orden. Si Carlos III in tentó compensar la privacidad cortesana del territorio simbólico de El Escorial con la creación de territorios públicos, ahora se desencadena una ola de privatización.

Se privatizan los territorios públicos de las Casas de Infantes y de la Casa de la Reina, y en cualquier momento se puede preparar la privatización de las de Oficios. Se privatiza parte del territorio público-abierto del monte de la Herrería. Y como situación límite se intentó privatizar, previa su demolición, el territorio público-Iúdico del Coliseo de Carlos III, salvado, en última instancia, gracias a la conciencia pública de quien comprendió su importancia urbana, paradójicamente ignorada por quienes tenían la obligación de velar por ella.

Parece como si en este período hubiese existido un latente deseo de mantener, e incluso agudizar, el divorcio entre el territorio simbólico, el monasterio y los territorios pragmáticos y lúdicos del núcleo urbano.

La recuperación de territorios a su primitiva condición de públicos, la creación de otros nuevos y la significación de los territorios pragmáticos y lúdicos, acomodándolos a las necesidades de un tejido urbano vivo, cambiante... Fue la tarea que hace siglos acometió Carlos III, con la ayuda de Villanueva, y que El Escorial exige que se concluya para que se alcance el hasta ahora frustrado equilibrio de territorios. La iniciativa privada, el pueblo, ya ha dado el primer paso. Parece claro a quién corresponde dar los siguientes y definitivos.

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