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Falla y las pajaritas de Unamuno

Cuando ordené los papeles dejados por Falla no encontré en su correspondencia relación epistolar con Unamuno, pero sí un bellísimo recuerdo: unas pajaritas de papel, de las que el filósofo de Salamanca hacía con tanta frecuencia, dedicadas, de su puño y letra a don Mantiell. No obstante, tenemos derecho a pensar que entre uno y otro existió algún contacto directo y lo que hoy más nos importa, que algo tenían de, común y paralelo, las dos altas torres de la cultura española. Unamuno participa en la conmemoración de Góngora, a la que Falla aporta su admirable Soneto a Córdoba . Parece ser que,en principio, don Manuel no era especialmente entusiasta de la poesía, gongoriana; fueron Lorca y Gerardo Diego quienes le convencieron a través del Soneto con el que desde Granada el poeta evoca el muro, las torres, el río y sierra cordobeses. La lírica magnífica de Góngora, la alta sonora retórica venía a coincidir, en cierto modo, con las valoraciones musicales que Falla diera a la Invocación a Dulcinea, en el Retablo y hasta la que servirá, más tarde, para entonar algunas partes del Corifeo en Atlántida sobre esta lírica y musical retórica: la de Jacinto Verdaguer.

No es cosa de entrar en el asunto de las relaciones (música y antimúsica, como titula Sopeña su ensayo sobre el tema) de don Miguel con el arte de los sonidos que, bien a su pesar le dejaba bastante frío. De todos modos , alguna vivencia de orden musical tuvo Unamuno, acaso suficiente para descubrir los conceptos que, en materia musical, mejor habrían halagado al grave genio hispánico. Desde tales conceptos unidos a otros extramusicales, podemos establecer un breve repertorio de nexos entre las personalidades de don Miguel y don Manuel.

Falla fue creyente fervoroso mas no un beato, como tan a la ligera se ha afirmado. Al contrario, se sentía religioso a la moderna, por lo que coincidía y tenía, amistad con los intelectuales franceses de análoga tendencia, Maritain sobre todos. También se sumó a una tarea española de catolicismo actualizado, como fue la fundación`por Bergamín de Cruz y Raya. Que luego por diferencias de criterio, se apartarse, no quita nada a la actitud fundamental.

Don Miguel, bien sabe, vivió inmerso en una angustia religiosa. Pero desde la radical diversidad de actitudes cabe encontrar puntos de coincidencia en los que lo ético y lo estético se entremezclan. Por ejemplo: la devoción por el Corpus Christi en su misterio y su liturgia e incluso en la exteriorización de los cortejos procesionales que don Manuel sintió desde Granada y don Miguel desde el Bilbao de sus años mozos. Recordemos como Falla glosa, una y, otra vez, el tema del Tantum ergo, preferentemente en su versión musical denominada Unamuno entiende lo castizo como sentimiento; Falla se aleja de su maestro, Pedrell, precisamente por no ceñirse demasiado al dato para buscar lo que llamaba sustancia, que no era otra cosa sino sentimiento detectado a través de ciertos datos constitutivos de lo tradicional popular, de lo castizo.

Renuncia don Miguel a la música que se canta y se baila, según claras afirmaciones cuando comenta sus propios versos. Encuentra una auténtica dimensión en la música de los grandes órganos. Y aunque de metáfora se trate gusta denominar al Señor Gran Organista del Universo, al tiempo que defiende Ia cestialidad de la música, con lo que limpia el concepto del habitual sentido peyorativo en el que todos, también don Miguel, lo usamos cuando hablamos de música celestial.

Coinciden el músico y el filósofo en un entendimiento estricto de la rectitud, una rectitud valerosa que les hace decir aquello que creen obligado en cada tiempo y circunstancia. Que el pensamiento de don Manuel fuera más rectilineo y despejado de gestos contradictorios no desvaloriza la analogía.

Tanto Falla como Unamuno persiguen la esencialidad de las cosas y renuncian progresivamente a toda gala ornamental y decorativa para alcanzar una lírica de aparente aspereza por tan pura. Digo aparente porque la procesión de lo lírico va por dentro y, por lo mismo, se torna en,mayor medida válida y duradera. Se trata de una Iírica no simplemente ajustada a la palabra -lo que sería hacer cantar y bailar al idioma-sino de arrancar a las palabras su capacidad musical.

Ciertos arquetipos de nuestra literatura gozaron de la preferencia de don Miguel y don Manuel. Basta pensar en Don Quijote y Don Juan, personajes que debían , entrelazarse en una proyectada pieza teatral de Unamuno, aparte la atención que les dedicara sobre todo al primero con su célebre Vida de Don Quijote y Sancho. Por su parte, Falla, autor del Retablo preparó durante bastante tiempo un Don Juan de España, que no llegó a realizar. Pero lo más sorprendente es la idea unamuniana de un drama sobre Maese Pedro. En 1928, un lustro después del estreno del Retablo de Falla, declara: «Tengo apuntes de un drama que se denominará Maese Pedro. Maese Pedro estará en la escena. Y sobre ella se levantará un segundo escenario donde los muñecos realizarán el drama. Pero Maese Pedro no será un personaje pasivo. Interrumpirá a sus muñecos, discutirá con ellos, hará declaraciones sobre los motivos que mueven a los personajes.» «¿No estamos, ante una reverberación de lo que Falla había hecho en el Retablo? Como compensación, unas líneas de la Vida, de 1905, preanuncian el pensamiento fallesco. En el capítulo que comenta el episodio del titiritero, escribe don Miguel: «En una caja de vihuela, en sus entrañas, duermen las notas todas que se le arrancaron a ella, así como las notas todas que pasaron junto a ella, rozándola, al pasar en vuelo con sus alas sonoras ;y si todas esas notas propias y ajenas, que allí duermen despertaran, estallaría Ia caja de la vihuela por el empuje de unatempestad sonora."Aún separadas del contexto, las anteriores frases debieron llamar la atención de don Manuel, que las subraya como acostumbraba a subrayar aquellas lecturas que mayor impacto le causaban.

Acercamientos, similitudes, identidades que, más o menos leves, merece ser consideradas y que quizá provocaron la dedicatoria de las dos pajaritas que el solitario de Salamanca envía al solitario de Granada. Cada en su rincón y en su ardiente independencia se avecinaron en muchos rasgos y realizaron un tipo de español diferente, pero bien relacionado. Como Io están dos grandes ramas de un mismo tronco.

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