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Ajedrez se escribe con ‘K’

Los fascinantes elementos de politica internacional y soviética que influyeron en la rivalidad Kárpov-Kaspárov, la mayor en la historia de todos los deportes

Anatoli Kárpov y Gari Kaspárov durante una de sus partidas del primer duelo entre ambos (Moscú 1984-85), que duró cinco meses /
Anatoli Kárpov y Gari Kaspárov durante una de sus partidas del primer duelo entre ambos (Moscú 1984-85), que duró cinco meses /TASS
Leontxo García

[Esta pieza corresponde a uno de los envíos del boletín semanal Maravillosa Jugada, de EL PAÍS, que se envía por correo electrónico todos los jueves. Si quiere suscribirse, puede hacerlo en este enlace.]

¡Hola! ¿Cómo están?

Llevo todo el mes un poco frustrado: escribo cada día sobre Anatoli Kárpov y Gari Kaspárov, pero apenas puedo esbozar las fascinantes historias que forjaron la mayor rivalidad en la historia de todos los deportes. La serie Joyas Históricas de cada agosto en mi columna diaria se dedica este año al análisis técnico de las mejores partidas de sus cinco duelos por el título mundial (1984-1990). Como el espacio que tengo en la versión en papel es muy escueto, procuro no extenderme mucho más en la digital; por tanto, la introducción a cada partida debe ser muy corta.

De modo que voy a contarles aquí algunos de esos episodios que he hurtado a mis lectores. Para empezar, unos números que trazan el contexto y ayudan a entender mejor las enormidades de los siguientes párrafos: la Unión Soviética (URSS), el país más grande del mundo, tenía 287 millones de habitantes (en 1984); de ellos, unos 50 millones practicaban el ajedrez como pasatiempo, doce millones se consideraban aficionados y más de cuatro millones competían. Para el Gobierno del Kremlin, el ajedrez era el escaparate para exhibir la pretendida superioridad intelectual del comunismo sobre el capitalismo.

Solo así puede entenderse que el duelo de 1972 en Reikiavik (Islandia) entre el soviético Borís Spassky, campeón vigente, y el estadounidense Bobby Fischer fuera noticia de primera página durante meses en muchos países. Para la Casa Blanca, romper la supremacía de la URSS en el deporte mental era clavar un torpedo en la línea de flotación de la propaganda comunista.

Los ajedrecistas nacidos en la segunda mitad del siglo XX somos muy afortunados porque vivimos tres rivalidades cuyo eco fue mucho más allá del ámbito del ajedrez, que han inspirado películas, novelas y ensayos. Spassky perdió el título, y fue recibido en Moscú como un traidor. El Kremlin necesitaba un nuevo héroe que recuperase el honor nacional. Eligieron a Kárpov, en perjuicio de Víktor Korchnói, porque era veinte años más joven y tenía un perfil personal (familia obrera de un pueblo de los Urales) más adecuado para la propaganda.

Korchnói se convirtió en un disidente, se escapó de la URSS (la historia de cómo lo hizo ya da para una conferencia), ganó el Torneo de Candidatos y se convirtió en el aspirante al título que Kárpov había ganado por incomparecencia de Fischer, que se retiró del ajedrez (esto da para una novela de cientos de páginas). Kárpov derrotó a Korchnói en dos duelos durísimos (Baguio, Filipinas, 1978; y Merano, Italia, 1981), cuyos escándalos harían las delicias de los amantes de la telebasura, e inspiraron la película que ganó en 1984 el Premio Oscar a la mejor en habla no inglesa (La diagonale du fou). Si como muestra basta un botón, cuando se desvelaron los archivos del KGB (servicio secreto de la URSS), apareció un plan para asesinar a Korchnói si fuera necesario. La prensa soviética le llamaba “el traidor” y lindezas similares, casi nunca por su nombre.

Kárpov, número uno indiscutible tras la retirada de Fischer (ganó todos los torneos que jugó entre 1975 y 1985), idolatrado y condecorado al máximo nivel, pensaba que ya podría vivir de rentas tras sus dos victorias frente al renegado. Pero entonces surgió la tercera K, en Bakú, capital de Azerbaiyán (entonces, república soviética), a 2.200 kilómetros al sureste de Moscú. La erupción volcánica del inmenso talento que Kaspárov exhibió desde niño fue recibida por los burócratas chupópteros moscovitas que vivían a cuerpo de rey, gracias a la gloria de Kárpov, como si tuvieran una serpiente de cascabel metida en su cama. Y así surgió una frase de Nikolái Krogius, director técnico de la Federación Soviética de Ajedrez, que debería ser esculpida en la pared principal del Club Central de Ajedrez: “Para qué necesitamos otro campeón del mundo si ya tenemos uno”.

Kárpov y Kaspárov se volvieron a enfrentar en 2009 en Valencia, 25 años después de su primera final
Kárpov y Kaspárov se volvieron a enfrentar en 2009 en Valencia, 25 años después de su primera finalJosé Jordán (AFP)

A pesar de las diversas zancadillas y trampas de toda índole que le tendieron los poderosos protectores de Kárpov, el muchacho azerbaiyano de padre judío y madre armenia salió adelante, ganó el Torneo de Candidatos y retó a Kárpov. Por fortuna para él, pronto le salieron padrinos aún más poderosos que los de su gran rival: Alexánder Yákovlev, número dos del nuevo líder Mijaíl Gorbachov, vio que Kaspárov encarnaba los valores de la perestroika (renovación) y glasnost (transparencia); además, Guéidar Alíyev, miembro del Politburó (dirección del Partido Comunista) y presidente del KGB en Azerbaiyán, le apoyó por paisanaje.

¿Lo ven? Llevo escritos siete párrafos largos, presumo que ustedes coinciden en que son historias apasionantes y apenas he contado los prolegómenos de los cinco duelos entre Kárpov y Kaspárov. Cubrí como enviado especial de EL PAÍS todos menos el primero y -si han leído ustedes hasta aquí- les aseguro que sus interioridades extradeportivas son tan interesantes o más que las partidas analizadas en mi columna. ¡Hasta el próximo jueves!

P.D.: Cambiando de tema, quizá les interese mi artículo del pasado lunes en la Revista de Verano sobre ajedrez y envejecimiento cerebral. O el vídeo 308 de El Rincón de los Inmortales.

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Sobre la firma

Leontxo García
Periodista especializado en ajedrez, en EL PAÍS desde 1985. Ha dado conferencias (y formado a más de 30.000 maestros en ajedrez educativo) en 30 países. Autor de 'Ajedrez y ciencia, pasiones mezcladas'. Consejero de la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE) para ajedrez educativo. Medalla al Mérito Deportivo del Gobierno de España (2011).

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