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Aru acaba con el aura invencible de Froome

El inglés pierde ante el sardo el maillot amarillo por primera vez en sus Tours, tras la gran etapa de los Pirineos, ganada por Bardet

Carlos Arribas
Romain Bardet, metros antes de imponerse en la 12ª etapa.
Romain Bardet, metros antes de imponerse en la 12ª etapa.Chris Graythen (Getty)

Las pájaras llegan sin avisar. También las revoluciones que solo un instante antes se creían imposibles. Nadie esperaba el desfallecimiento de Indurain en 1996. Cinco segundos después de pensar en atacar se vio incapaz de dar una pedalada más. Nadie esperaba que Chris Froome pudiera perder así, en lo que se tarda en chascar los dedos, el maillot amarillo. Y lo hizo, por primera vez en su carrera, justo cuando respondía, como había avisado, a un ataque de Fabio Aru. “Me pegaré con pegamento a su rueda”, había advertido, pero llegado el momento no encontró pegamento en las reservas de su cuerpo, ni fuerzas en sus piernas. Tras un sprint a cámara lenta en un muro sin final ni piedad, Aru cruzó la meta tercero (a dos segundos del ganador, el francés Romain Bardet), se volvió y vio a Froome en la lejanía, pedaleando sentado en el sillín de una bicicleta que más que avanzar se arrastraba bamboleándose de lado a lado. “Miré entonces el cronómetro de la meta y empecé a hacer cálculos”, dice el sardo. “Y, sí, me di cuenta de que era el líder del Tour”.

En 350 metros, Froome perdió 20s (más cuatro de bonificación), más tiempo que el que nunca había cedido ante un ataque directo de un rival en todos los días, de sus tres Tours anteriores, 10.000 kilómetros, más o menos. El cambio ha llegado. Este es el valor de la derrota del inglés en el aeródromo de montaña de Peyragudes después de una etapa de más de 200 kilómetros de Pirineos encadenados corrida a 36 por hora al ritmo desenfrenado de un Sky acelerado. La ventaja de Aru es de solo 6s, pero Froome ha perdido el aura que le hacía parecer intocable.

“Perder el maillot no es terrible”, dice Nico Portal, el director del Sky. “Pero hace daño al corazón”. Los grandes epitafios se escriben así, casi sin ser conscientes de que lo son.

Froome ni tiene ganado ni perdido el Tour porque ni siquiera Aru es un líder sólido. Después del inglés tan cercano, a 25s del campeón de Italia acecha en la general Bardet, el escalador que cada día está más convencido de que la sequía francesa acabará en 2017, 32 años después del quinto Tour de Hinault. Y Francia entera, que hoy celebra su 14 de julio, su revolución, la toma de la Bastilla, lo cree con él. Y a 55s, que deberían ser 35s si no fuera por una sanción de 20s por recibir un bidón de agua del coche a cinco kilómetros de la meta, está el colombiano Rigo Urán, y su nueva juventud.

Entonces sonaba memez. Al principio de Tour, poco después de salir de Düsseldorf, alguien le dijo a Portal que recordara estas palabras: “Para que gane el Tour Froome, vas a tener que frenar a Landa, que está más fuerte que nunca”. Portal sonrió como quien oye una boutade, y dijo, sí, sí… A Mikel Landa, la misma persona se lo profetizó: “Estás tan fuerte, Mikel, que te tendrán que frenar para que gane el Tour Froome, como entonces, en 2012, frenaron a Froome para que ganara Wiggins”. Y Landa sonrió más tímidamente, pero en sus ojos se reflejaba una chispa de acuerdo. “Anda ya”, dijo. Apenas 10 días después, el Sky no solo tendría que frenar al alavés para que Froome llegara a su cuarto Tour. También deberá hallar un método para acabar con una nueva generación de ciclistas que mantienen un nivel al menos similar al dominador de otros días. El rodillo Sky, que tanto desasosiego ha causado durante años, y fatalismo, se demostró ineficaz, casi suicida en la travesía de los Pirineos por puertos que a todos les traían recuerdos buenos.

Aru se viste con el maillot amarillo de líder tras la conclusión de la 12ª etapa.
Aru se viste con el maillot amarillo de líder tras la conclusión de la 12ª etapa.Chris Graythen (Getty)

Durante el 99% de los kilómetros de la etapa, el Sky fue el US Postal de Lance Armstrong, una máquina que despertaba temor y desesperanzaba a los más pesimistas, condenándolos al silencio.

“El objetivo era ganar la etapa y reforzar el liderato”, dice Portal, que tiró de los siete équipiers de Froome sin perdonar a ninguno (salvo al colombiano Henao, indispuesto) para mantener a la fuga a una distancia abatible en cualquier momento. Los dos rodadores grandotes, Knees y Rowe, mantuvieron a la escapada a solo 4m durante 170 kilómetros, a través de montañas y valles, ascensiones duras y descensos rápidos entre la niebla, siniestros en su avance, caballeros blancos de ojos brillantes, incansables. En el puerto de Balès, el coloso del día, el relevo lo tomó Kiriyenka, el bielorruso atómico, capaz de mantenerse en apnea durante horas, y sin girar ni el cuello. Los fugados, entre los que había gente buena como De Gendt, Küng y Cummings, fueron cayendo poco a poco, incapaces. Durante siete kilómetros de un hors catégorie tiró Kiriyenka, potencia pura. Le relevó Kwiatkowski, un campeón del mundo condenado a tareas de cuarto hombre. A su rueda, el grupo de los buenos se quedó en una quincena. Solo los mejores de la general. E iba tan rápido que Nairo ni le resistió ya en el Peyresourde. El penúltimo de Froome fue Mikel Nieve, el escalador navarro. Y el último, ya lanzándole el sprint, fue Landa. Entonces, a 350 metros, atacó Aru. Y froome, tras 200 kilómetros a un ritmo que no era el suyo, bajó la cabeza. Landa, fresco como una lechuga, le adelantó por la izquierda. Le mostró, como el inglés a Wiggins hace cinco años, no muy lejos, que era más fuerte.

Y Froome solo dijo: “He dado el máximo, pero no tenía piernas”.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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