Los vivos
El Estudiantes de La Plata de Bilardo fue imbatible en estrategias perversas, hasta rozar el delito e investigar la vida privada de los adversarios
Una de las frases más peligrosas del fútbol y de cualquier cosa es esa que dice “esto es para los vivos”. Para los despiertos, para los espabilados. Para los listos. A quien todavía no lo haya entendido: para los tramposos. No es raro que sea una especie de lema para el escudo de armas de Bilardo, a quien acaba de homenajear involuntariamente en su país, Argentina, un defensa que jugó un partido armado con un alfiler entre los dedos para clavárselo al delantero rival. Era la estrategia defensiva que movía hace décadas a Estudiantes de La Plata, el equipo capitaneado por Bilardo, que llegó a tomárselo a cachondeo hace unos años y protagonizó un anuncio contra la diabetes que se llamaba Los pinchazos de Bilardo.
Lo cierto es que aquel equipo era imbatible en estrategias perversas. Al punto de que se llegaba a rozar el delito. Por ejemplo, investigaban a su adversario para conocer detalles de la vida privada de los jugadores y utilizarlos en el campo: preguntarle a uno si su mujer, a la que llamaban por su nombre de pila, estaría con este o este otro amigo personal suyo durante el partido. Carlos Ares contó en este periódico la obra maestra de la maldad absoluta del Estudiantes de aquella época: “Sucedió con Bernao, mítico puntero derecho del Independiente, al que se le había disparado su arma en una partida de caza. El accidente causó la muerte de un compañero. En el partido siguiente los jugadores del Estudiantes se turnaban: ‘Asesino, mataste a tu amigo y seguís jugando al fútbol”.
Cuando supe del alfiler de este jugador argentino me encontraba leyendo un trabajo de Ian Hawkey que acaba de publicar Córner. Se trata de Di Stéfano, la historia completa. Para referirse a la leyenda argentina y su jaleada vida, “la historia completa” es el subtítulo más ambicioso del mundo. En la historia se narra un marcaje histórico que le hizo José Mangriñán, defensa del Valencia.
Ganó el Valencia 1-2 en el Bernabéu y Di Stéfano no existió. De ninguna de las maneras. Fue tal la cosa que en el descanso Mangriñán dejó a Di Stéfano en la puerta de su vestuario, como si fuese una cita, para desesperación del argentino. Solo se pudo marchar una vez de él en todo el partido; el Madrid tenía una falta a favor al lado de la banda, Di Stéfano fue a sacarla en corto pero antes pidió agua al banquillo. Invitó al chico a dar un trago, y en cuanto Mangriñán salió del campo y agarró la botella, Di Stéfano echó a correr hacia la portería. Los vivos.
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