A Portugal le vale con un tiro
Quaresma aprovecha un rebote cuando la prórroga agonizaba y elimina a una Croacia con más toque pero sin profundidad. Los lusos se citan con Polonia en cuartos
Se tapaba la cara, se frotaba los ojos y farfullaba como podía las melancólicas notas del himno de Croacia al tiempo que la cámara lo plasmaba en las pantallas gigantes del estadio. Pero Srna, el capitán perenne, no podía reprimir las sentidas lágrimas antes de empezar el partido, consciente de que ocasiones como esa se presentan pocas en la vida. Era un duelo magnético entre dos equipos de lo más competitivos, un choque grande de los de verdad, unos octavos de final con gancho.
Pero la racanería pudo con la ambición y, tras 115 minutos de auténtico sopor, llegaron los dos primeros disparos. El primero fue Perisic, pero Rui Patricio y el palo lo escupieron; y otro, en el área contraria, fue de Cristiano Ronaldo. Lo repelió Subasic pero Quaresma, atento al rebote, lo envió a la red. Ganó Portugal, que se mete en cuartos tras ganar su primer partido en la Eurocopa; y lo padeció Croacia, que tiritó a la hora de atacar y lo pagó con el exilio.
Era el equipo balcánico el que quería la pelota, paciente en la composición y en busca de una fisura que presuponía encontrar. Erró el tiro porque se topó con un Portugal simplón y sobre todo chico; defendió con los 11 futbolistas por detrás de la medular, siempre con un repliegue bajo, carente de ambiciones con el balón entre los pies más allá de ejecutar contragolpes esporádicos. Pero tanto le daba. Y más ante una Croacia que durante largas fases padeció el síndrome del balonmano, toda vez que el juego del toco y me voy nunca fue en vertical. Con una circulación demasiado lenta, la zaga se pasaba el balón sin que nadie le aturullara. De aquí para allá y vuelta a empezar con un fútbol desde la raíz que aburría a las ovejas. Pepe, que lo veía de lejos, reclamaba que subieran las líneas, que alguien les atosigara para forzar el error o la recuperación. Pero no había tu tía porque Portugal tenía un plan y de ahí no se movía.
Su hoja de ruta era mucho más simple. Quería robar para salir a la contra con prisas a través de las carreras de Nani y Ronaldo. Propuesta invalidada por Croacia, que realizaba la transición ataque-defensa a la velocidad de la luz. Pero casi mejor para el equipo luso, que tiene pie para hacer daño con el cuero entre las botas. O al menos se le intuía porque André Gomes estaba más torpe que nunca y João Mario apenas participaba del juego. No les quedó otra que refugiarse en las jugadas de estrategia. Y fue en una falta lateral sacada por Guerreiro —una de las grandes sorpresas del torneo— cuando Pepe, que se levantó por encima de todos, remató por primera vez. El balón se fue alto. La réplica, claro, fue idéntica. Croacia llegó con otra falta indirecta que Vida remató por la línea de fondo; y ya en la prórroga, Vida atendió un córner con un testarazo desviado. Incluso repitió destino sobre la bocina, con otro chut torcido.
Todos parecían conformes. O casi. A Modric y Rakitic no les valía lo que sucedía. El mediocentro del Madrid nunca fue de tomar valerianas, por lo que se insertaba atrás —siempre perseguido por Adrien Silva— para tratar de agitar el encuentro y hallar una rampa hacia el gol. Ocurrió que no era su noche, perdido ante la densa maraña de piernas que tenía por delante y siempre con el aliento de Silva en el cogote. Hasta que encontró a un Rakitic que quería el balón, porque con su selección tiene muchas más responsabilidades ofensivas que en el Barça. Anoche, en cualquier caso, se fijó más en el suelo porque Portugal le cosió a patadas. Bien de Pepe en la rodilla, bien de Fonte con un pisotón en el gemelo, bien de William Carvalho en las espinillas. Pero Rakitic, tozudo, siguió en sus trece e intervino en la jugada de Perisic, esa que al pisar el área recortó hacia dentro y soltó uno de sus latigazos con la zurda que le guiñó el ojo al poste. También cedió el balón a Brozovic, que hizo una conversión de rugby. Poco o nada más ocurría en el lado contrario.
La entrada de Renato
La soledad de Cristiano no tenía remedio. Generoso en la fase defensiva porque siempre reculaba con sus compañeros, casi no participaba del juego porque el esférico le llegaba a sorbos. Y cuando lo tenía, se recreaba en quiebros imposibles que como mucho valían una falta. No hacía aspavientos ni mascullaba. Y un Cristiano hierático no es Cristiano. Para su suerte, entró Renato Sanches con sus rastas para reactivar a Portugal. A diferencia de los demás, el reciente fichaje del Bayern no sólo corrió para atrás, sino que con el balón atendió a la siguiente línea. Sin pelotazos. Y en una de esas, tras una pared con João Mario, chutó desde el balcón del área. Para su infortunio y el de su país, lo hizo terriblemente mal.
Sin más fútbol, el duelo llegó a la prórroga y por poco no se acaba en la rueda de los penaltis. Pero en una contra propiciada por un mal chut de Nani, Cristiano le pegó a portería y Quaresma certifico que, aunque ramplón y chico, Portugal está en los cuartos. No así Croacia y Srna, que volvieron a llorar.
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