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Hernán Pérez enmudece al Rayo

Una genial volea del extremo define un duelo gobernado por el Espanyol

Jordi Quixano
Hernán Pérez festeja el gol ante el desespero de Bebé.
Hernán Pérez festeja el gol ante el desespero de Bebé.juan barbosa

Fue a la salida de un córner cuando el balón, huérfano tras el rechazo, se suspendió en el aire a la espera de tener continuidad. Y fue Hernán Pérez quien pidió la vez para engatillar un voleón de aúpa, un obús que se coló por la escuadra. Era el tanto definitivo, el del triunfo para un Espanyol que se lo ganó con creces porque del Rayo se supo bien poco, apenas algo de Bebé.

Al Espanyol le sienta bien el 4-1-4-1 —sin dos mediocentros en la sala de máquinas— asumido hace unas pocas jornadas y olvidado en la anterior en el descabello ante el Betis. Entre otras cosas porque Diop es un futbolista asilvestrado en lo táctico, de generoso despliegue que no sabe jugar comedido ni mirar qué parcelas del compañero puede pisar. Le gusta ganarse solo su jerarquía en la medular, por más que en el ejercicio del repliegue todos le echen un cable. Del mismo modo, también le sienta como un guante este traje al equipo blanquiazul en la faceta ofensiva porque cuando ataca lo hace con uno más, reivindicando la movilidad de los dos medios —lo que trastabilló los marcajes al hombre del Rayo— y la profundidad de los extremos. Eso, juntado a la habilidad de Asensio y al oportunismo de Hernán Pérez valió para desconchar a un Rayo con idea y sin ingenio.

Aunque Manucho se peleaba por fijar a los centrales, apenas jugaba el Rayo en campo ajeno porque el Espanyol se olvidó de presionar alto para abrigarse en casa. Se desplegaba entonces el equipo de Jémez con la parsimonia que habitúa desde la raíz, pero cuando llegaba a los metros de construcción se perdía sin remisión. Como Jonathan Montiel, un joven de técnica exquisita que no encontró su hueco entre las líneas. Y, sin balones que convertir en caramelos, se difuminó como el resto del equipo. Así lo quiso Galca, que aceptó las predilecciones de sus futboistas —aguantar atrás para no dejar desprotegida a una zaga que sufre con metros a sus espaldas— para dotar de naturalidad al juego del equipo.

La sencillez del Espanyol también reside en el pelotazo con sentido, y más ante un Rayo que adelantó como siempre sus líneas y que, por lo tanto, aceptó de nuevo con orgullo y convencimiento el reto de la valentía. Pero en Cornellà-El Prat le salió caro porque Burgui y Asensio salían escopeteados al contragolpe, Moreno exigía los desplazamientos laterales de los centrales y Abraham y Víctor Sánchez caían a las bandas o por donde les requería la jugada.En una de esas, Burgui recortó hacia dentro y Víctor Sánchez se incorporó desde la segunda línea para soltar un disparo suave y con rosca que Yoel acertó a desbaratar cuando el aficionado ya agarraba las banderas para festejar. No ocurrió lo mismo instantes antes, cuando Víctor Sánchez controló otro de esos balones largos y sin fronteras. Se lo cedió a Asensio, que caracoleó en el costado derecho y sacó un centro raso para la irrupción de Abraham, que golpeó raso y ajustado al palo, a gol.

Tuvo más ocasiones el Espanyol con carreras por la banda y centros hacia atrás. Una de Abraham, otra de Moreno... Pero Jémez, intervencionista como es, puso a dos delanteros para apurar a la poco exigida defensa rival. Y la tuvo Özbiliz con un chut esquinado. Pero el duelo, que no el balón, era del Espanyol.

De postre, golazos

Persistió el equipo de Galca con su ataque al abordaje, como en esa contra catapultada por Asensio mal definida por Burgui, que se plantó ante Yoel y chutó desviado para sacarle astillas al palo. O en esa del mismo Asensio, que la picó por encima del meta pero que Quini llegó a tiempo para despejar con la puntera. Demasiados fallos que Bebé penalizó en una jugada aislada, en un quiebro en el vértice del área grande para soltar un zapatazo feroz y atinado que Pau saludó con desespero.

Quien perdona la paga, se debió pensó en Cornellà y en los banquillos. Pero no lo hizo Hernán Pérez y su virulenta volea a la salida del córner. Un gol de los que quita el hipo que premió el juego magnético de un Espanyol que anoche le quitó el aire al Rayo, sumido en el fango de Primera.

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