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El último ingenio arquitectónico de Zaha Hadid es una ‘nube’

Cinco meses después de la muerte de la Premio Pritzker angloiraquí se inauguran sus oficinas para el puerto de Amberes que duplican la capacidad del edificio original

La ampliación del puerto de Amberes realizada por Zaha Hadid.Vídeo: El País Vídeo

Si hay que crecer hacia arriba, lo mejor será despegarse del suelo. Con ese razonamiento, Zaha Hadid -fallecida en abril pasado a los 65 años- y su socio y ahora responsable del estudio que mantiene su nombre, Patrik Schumacher, se presentaron hace casi una década al concurso para ampliar las oficinas del puerto de Amberes (Bélgica). Se trataba de ubicar allí a los 500 empleados que gestionan el segundo puerto con mayor tráfico de Europa. El departamento de arquitectura del gobierno flamenco y la propia autoridad portuaria organizaron ese concurso internacional con una única condición: el nuevo inmueble debía reutilizar el edificio que ya existía en el muelle Kattendijk, “una réplica de una vivienda hanseática del siglo XVI”, explican los arquitectos.

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Este jueves, durante la inauguración del nuevo ¿edificio? ¿volumen? ¿nube? el presidente del puerto Marc Van Peel recordó esa única condición de reutilizar el inmueble existente, una réplica construida para rendir homenaje al siglo de oro de la ciudad. Y se congratuló de que existan maneras tan creativas y rompedoras de reciclar los edificios y los lugares. Los 12 kilómetros de muelles son, desde ahora, mucho más visibles gracias al nuevo añadido que los corona. Se trata indudablemente de un icono, pero también de una construcción de forma ambigua, que parece confundir suelo y techo al presentarse forrado de triángulos facetados en todas sus fachadas. La fragmentación de esa piel de vidrio, sus diversos grosores o incluso sus diferentes grados de transparencia parecen buscar emular el brillo de un diamante, el carbono cristalizado que dio fama mundial a la ciudad belga.

La intervención de los autores del MAXXI de Roma y el Pabellón Puente de Zaragoza ocupa 111 metros de largo, 21 de altura y 24 de ancho. Se trata de un volumen de aspecto tan impactante como escurridizo que refleja a la vez el cielo, el agua y el trasiego del lugar desdibujándose y, a la vez, alzan la voz en el puerto. Esa capacidad de ser varias cosas a la vez, esa obsesión por tratar de romper los moldes y los límites creativos que caracterizó a Zaha Hadid, sigue presente en esta intervención llamada a generar tanta admiración como polémica. Fue diseñada también para eso. Así, la sorpresa que produce este segundo proyecto póstumo –la terminal marítima del Puerto de Salerno, en Italia, comenzó a funcionar a pocos días de la muerte de su autora abril- reivindica también la reinvención continua que siempre defendió Hadid. Dos obras más, el Centro de Investigación del Petróleo Rey Abdullah, en Riad (Arabia Saudí), y las salas dedicadas a las matemáticas –en el Museo de la Ciencia de Londres, la ciudad en la que la arquitecta vivió su vida adulta-, tienen prevista su inauguración en diciembre.

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