Kraftwerk aún suena en Berlín
Los pioneros de la música electrónica ‘asaltan’ la ciudad con ocho conciertos en la Neue Nationalgalerie que cerrará por reformas
Seis años separan dos hitos de la modernidad de la segunda mitad del siglo XX. En 1968, Mies van der Rohe lleva al extremo sus principios arquitectónicos con la inauguración en Berlín de la Neue Nationalgalerie (Nueva Galería Nacional). En 1974, Kraftwerk definiría con su archiconocido Autobahn lo que a partir de entonces será la música popular electrónica. Dos momentos imprescindibles que estos días se dan la mano en Berlín.
Bajo la impresionante cubierta metálica diseñada por el arquitecto del “menos es más”, Kraftwerk presenta sus ocho álbumes de estudio en ocho noches consecutivas. Las actuaciones, que comenzaron el 6 de enero y concluirán el 13, sirven de despedida para el museo, que cerrará por reformas durante un número indeterminado de años. No está confirmado, pero se especula que la renovación podría durar un lustro. Los visitantes de la capital alemana, que hasta 2019 o 2020 tampoco podrán visitar el altar del Pérgamo, se quedan sin este centro dedicado a movimientos como el expresionismo o el cubismo.
El momento cumbre del pasado martes llegó con las proyecciones en 3-D que muestran una nave espacial que vuela hacia el planeta Tierra, en dirección a Berlín. La locura llega cuando aterriza frente al museo donde actúa el grupo. El público estalla en aplausos y silbidos. Al mirar hacia atrás y ver a los 1.700 asistentes con sus gafas 3-D, parece más cercano el futuro que imaginaron estos músicos de Düsseldorf en el que las máquinas y los hombres se darían la mano. La visión tridimensional ayuda a viajar con las proyecciones de naves espaciales, trenes ultrarrápidos, coches que circulan por autopistas idílicas o violoncelos que flotan por el espacio exterior.
Su estética se acerca más a la de los trabajadores de una fábrica
La primera actuación de Kraftwerk en Berlín en más de una década no defrauda. Las canciones que hablan de computadores con la capacidad de enamorarse o que debaten si las máquinas son semi humanos o seres superiores funcionan tan bien como cuando fueron escritas. “La música como portadora de ideas”, repiten machaconamente los hombres sobre sus teclados en Music Non Stop. El show ha pasado ya por museos como el MoMA de Nueva York –donde las entradas llegaron a revenderse por 2.000 dólares- y la Tate Modern de Londres. Una versión reducida llegó al Sonar de Barcelona de 2013, ciudad que volverán a visitar el próximo 22 de abril. En la noche del martes, algunos de los que no tuvieron tanta suerte de comprar unas entradas que se agotaron en horas hacían guardia frente al frío con la esperanza de encontrar un vendedor.
Pese a que la jornada está dedicada al disco Radio-Aktivität, de 1975, no faltan hits de otros álbumes, como Das Modell, Computerwelt o Tour de France. De los miembros iniciales del grupo fundado en 1970, solo queda Ralf Hütter. “Podría decirse que inventamos el lenguaje de la música electrónica moderna. Nuestra generación carecía de una música que hablara del presente. Había clásica, de bares, pero ninguna usaba el lenguaje de la vida cotidiana”, decía Hütter, que hoy tiene 68 años, a este periódico en 2013 durante su paso por Barcelona en una de las rarísimas entrevistas que concede.
Ni Hütter ni los suyos hablaron el martes en Berlín. Su estética se acerca más a la de los trabajadores de una fábrica que a unos famosos músicos superventas. Solo en Die Roboter abandonan su rigidez para ofrecer un baile robótico con los brazos en alto. Faltaba poco para que se despidieran ante un público entregado que aún podrá verlos hasta el próximo martes 13, cuando interpreten Tour de France.
Babelia
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