El verdadero Naipaul
1Una ingenuidad incompatible con la experiencia sostiene que los grandes escritores casi nunca dicen tonterías. O que casi nunca las escriben y que nunca escriben una página mala. La verdad es más bien lo contrario: los grandes escritores escriben páginas malísimas, porque cuanto mejor es un escritor peor es capaz de escribir, y por eso decía Chesterton que se podría escribir el peor libro del mundo seleccionando pasajes de los mejores escritores del mundo. En cuanto a las tonterías, no atañen sólo a asuntos sobre los cuales los escritores son propensos a decirlas, como la política, sino también a asuntos sobre los cuales los escritores pueden hablar con conocimiento de causa, como la propia literatura. Hay una obvia explicación de este hecho: escribir es escribir contra el cliché, porque consiste en proponer una visión de la realidad no contaminada por la costumbre, pero la realidad opera a menudo a base de clichés, e ignorarlos para describirla o inventarla es resignarse a traicionarla; o dicho de otro modo: obligado por oficio a perseguir la novedad brillante, el escritor prefiere a menudo ser original o ingenioso que ser veraz, porque la verdad con frecuencia es evidente y casi siempre es aburrida. Por lo demás, en escritores insignificantes aceptamos casi sin escándalo esa forma de venalidad intelectual, pero nos cuesta mucho más aceptarla cuando se trata de los grandes. Da igual: el hecho es que ahí está.
"No hay ningún escritor cuya biografía no contenga ningún hecho deshonroso"
2 En 1994 V. S. Naipaul, uno de los grandes escritores vivos, afirmó que "es muy posible que el relato completo de la vida de un escritor acabe siendo una obra más literaria y reveladora que los propios libros del escritor en cuestión". La idea es ingeniosa; también es, me parece, del todo falsa. Hay por supuesto biografías de escritores que son grandes documentos culturales e históricos y grandes obras literarias en sí mismas, pero lo normal es lo obvio: la obra más literaria y reveladora de un escritor son sus libros y no el relato completo de su vida; más aún: la biografía auténtica de un escritor es su bibliografía, porque, según sabemos desde Proust, el auténtico yo del escritor no es el yo social sino el yo literario, el yo que escribe y ha invertido en lo escrito lo mejor de su talento y su inteligencia. De ahí que en general sea conveniente evitar la compañía de los escritores cuya obra se admira: lo habitual es que decepcionen; y, si no decepcionan, mal asunto: significa que no han invertido todo su talento y su inteligencia en su obra y que su yo social es superior a su yo literario y que podrían ser mejores escritores de lo que son y que en consecuencia tal vez no merecen nuestra admiración, porque un escritor que no llega a ser el mejor escritor que puede ser no es un gran escritor. A menos, quizá, que uno sea Oscar Wilde, quien alardeaba de haber invertido su genio en su vida y sólo su talento en su obra; pero, bien pensado, ni siquiera si uno es Wilde, cuyo alarde añade la coquetería a la falsedad, como prueba en parte el hecho de que ni Richard Ellmann, su enorme biógrafo inglés, intentara convencernos de que la vida tremenda de Wilde era superior a su obra.
3 En 2008 se publicó con escándalo en el Reino Unido una biografía de Naipaul que se ha publicado este año en España: El mundo es así, de Patrick French. Con escándalo relativo: el libro ofrece un retrato de Naipaul como un individuo misógino, engreído, cruel, mezquino, maleducado y brutal, pero para los viejos lectores de Naipaul nada de esto era realmente una sorpresa, porque Naipaul se había ganado ya una reputación solidísima de individuo insoportable, y además muchos conocían el brillante, furioso y demoledor retrato que de él hacía su antiguo amigo y discípulo Paul Theroux. Pero el libro de Theroux era una venganza apasionada, inducida por el despecho de haber descubierto que el maestro se deshacía de los libros firmados y dedicados del discípulo, mientras que el libro de French es una fría y meticulosa biografía avalada por el propio Naipaul. De ahí quizá, supongo, el verdadero escándalo: no hay ningún escritor -no hay ninguna persona- cuya biografía no contenga ningún hecho deshonroso, algo de lo que abierta o secretamente se avergüence; lo interesante en este caso es que, adelantándose a futuros biógrafos, en vez de ocultar sus miserias Naipaul las exhibe a través de French. Esta forma de honestidad me parece inteligentemente previsora, y en todo caso debería volvernos simpático al personaje; además, Naipaul no ocultaba al fin y al cabo grandes infamias: no perteneció en su juventud a las SS, no delató a ningún amigo a la policía comunista, no violó a ninguna menor. Es verdad, sin embargo, que después de leer el libro de French no entran muchas ganas de tomarse unas copas con Naipaul; ni falta que hace: el libro es magnífico, pero el Naipaul que aparece en él es infinitamente menos interesante y menos real que el hombre inteligente, humilde, educado, amable, divertido y compasivo que vive en El enigma de la llegada o en Una casa para el señor Biswas. Como él sabe mejor que nadie, ése es el verdadero Naipaul, y en el fondo el único que importa.
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