Los nuevos piden paso
Sonó a alarma infundada. Y a bofetada. La frase la soltó en el otoño de 2007, en el Frieze Art (la feria londinense de arte contemporáneo) el crítico Dave Hickey: "Si esta [feria] es tan escandalosa, imaginen lo escalofriante que será el colapso del mercado del arte". Más de uno sintió un repeluzno por la espalda ante lo que parecía una broma de mal gusto, pero ese quiebro nervioso duró un instante; la burbuja artística, más hinchada que nunca, no hacía presagiar tal cosa.
En tres años, las cosas han cambiado. El mundo está en plena recesión. La crisis económica hace ajustarse el cinturón de forma global e, inevitablemente, el arte ha comenzado a vivir el comienzo del cambio empujado por el clima de depresión monetaria. Pero la creatividad no desciende. Para probarlo, diez conservadores internacionales aceptaron el reto, propuesto por la editorial británica Phaidon, de analizar el estado del arte y visualizar en el último libro de la serie Cream su futuro escogiendo a cien artistas emergentes contemporáneos. ¿La razón? Dar a conocer los cambios por los que se mueve el arte en este siglo. Para elaborar Creamier, la editorial creó un blog donde los conservadores se encontraban para lanzar sus propuestas. Dicen haber mantenido una correspondencia muy interesante durante el tiempo que duró el trabajo. Discutían sobre lo divino y lo humano, teorizaban acerca de zonas de influencia y, a veces, se pisaban sin piedad la elección de los artistas.
"A los artistas que he seleccionado les une la complejidad. Su arte es, a veces, invisible, y se cargan las convenciones"
Los conservadores, esa figura que "cuida" de la obra artística, son casi dioses. Desde su trabajo en los museos del mundo testan el estado de ánimo del arte y designan a los encargados de subir al podio del triunfo. Aunque ahora las cosas no pintan muy bien. Como dibuja Debra Singer, directora y conservadora jefa de The Kitchen, en Nueva York, "los momentos de recesión económica han sido tiempos extremadamente interesantes para el arte, al menos en Nueva York. Vamos del cómo podemos hacer más con poco hacia el cómo podemos hacer más con menos. No es un gran avance. Esperemos que los efectos de la recesión no duren demasiados años".
Entre los 10 comisarios del libro Creamier, seis mujeres y cuatro hombres, figura una española, Chus Martínez (O' Couto, A Coruña, 1972), conservadora jefe del Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (Macba). Optimista hasta las cachas, afirma que lo primordial es resaltar que se hace sociedad a través del arte y que este no es una industria del divertimento, sino de las ideas. En la crisis, el mundo de la cultura no falla, dice. "Es muy importante escuchar lo que los artistas dicen sobre su obra y dejar de leer las cosas como anécdotas porque el arte es la capacidad de transformación".
En la lista de los 10 artistas elegidos por Chus Martínez (el escultor griego Kostis Velonis, el egipcio Hassan Khan, el peruano Armando Andrade Tudela, la suiza Alexandra Bachtzetsis, el estadounidense Dave Hullfish Bailey, el danés Lasse Schmidt Hanse, la polaca Maria Loboda y la brasileña Renata Lucas) figuran dos españoles, Ibon Aranberri y Miguel Noguera. "Acepté el reto porque el enfoque de la pregunta del libro no tiene ese toque de los 100 personajes que van a cambiar el mundo. Incluso el título, Creamier, ironiza sobre todo este mercado del mundo de las listas. Me interesan los artistas que he elegido porque plantean algún tipo de dificultad a la exposición tradicional; por ejemplo, Ibon Aranberri o Miguel Noguera, que lo suyo son las performances de 45 minutos. O Lasse Schmidt, un artista danés que casi todo lo que hace es invisible".
Miguel Noguera (Gran Canaria, 1979) responde efectivamente a esas características de artista inclasificable. Lo suyo es hacer discursos, monólogos. Los vídeos en los que aparece recuerdan aquella muletilla con la que iniciaba sus chistes el humorista Eugenio: "Saben aquel que diu ". Al poco de ver su actuación, el efecto cómico desaparece. Desde hace cinco años presenta lo que denomina Ultrashow. "Mi trabajo se puede ver en Internet (http://vimeo.com/9525280). Son vídeos, editados a veces o simplemente grabados". Nunca improvisa, parte de un guión que expresa como un cómic. Es muy buen dibujante y tiene un oído excepcional para recoger sonidos. Destila un humor ácrata, subversivo y surrealista, arte hablado. "Entre la palabra y el gesto", matiza; también escribo cosas y las acompaño con dibujos". En su blog (http://miguelnoguera.blogspot.com/) cuelga cosas como esta Plegaria, "una sentencia de muerte, pero también de vida".
"Recordadme como un dibujante discreto y hacendoso cuyo proyecto contó con un reducido grupo de fieles seguidores. / Un hombre muy querido por sus amigos y familiares los cuales siempre cuidaron de él. / Un hombre que era feliz con su forma pueril de ver el mundo el cual encontraba demasiado grande y peligroso. / Un hombre que vivió una vida tranquila y rutinaria, amigo de actividades absurdas e inofensivas las cuales amaba".
Dice Noguera que él no vive de los shows. "Es algo que me permite trabajar seis horas en vez de ocho". Es teleoperador en una empresa de ayuda en carretera". Además colabora en el programa de Catalunya Radio de Manel Fuentes. Una vez a la semana prepara una sección corta, en la que explica su vida en cinco días. "Es parecido a un ultrashow en light y más corto". Asegura que "lo de aparecer en Creamier me hace gracia. Cuando estudiaba, veía en estos libros artistas conocidos, y salir ahora en uno es una anécdota divertida".
A la pregunta de si se considera un artista, Noguera responde que sí, aunque lo afirma con cierto escepticismo: "Tampoco me interesa mucho si lo soy o no. En la medida en que ciertas personas se interesan por mi trabajo y lo incluyen en el discurso artístico, pues sí. Tampoco trabajo para presentarme a becas y plantearlo todo como un arte. La gente me llama y yo hago un ultrashow en una galería o en un museo".
Chus Martínez habla maravillas de Miguel Noguera. "No es un humorista. Es un artista del absurdo. Es muy austero y su control del lenguaje es muy preciso. En el Macba presentó dos scketches, y el primero de ellos, Por alusiones, fue un verdadero acto de destrucción de la palabra".
-Pero debe de ser difícil montar una exhibición con Miguel Noguera.
-Sí, y sin embargo este hombre es realmente interesante para el arte contemporáneo por su conexión con la comedia, con esa idea española del ingenio en la literatura, que está muy poco explotada. Ver a una persona así es, para mí, fundamental porque conjuga tradición e inteligencia.
Ibon Aranberri (Itziar-Deba, 1969) es lo contrario a Miguel Noguera. Aranberri es enigmático, huidizo, alejado del panorama de exposiciones y de la concepción ortodoxa del arte. "Solo desde un estado de crisis puedo defender la idea de escultura", afirmó en una ocasión. Elogiado y elegido para participar en muestras internacionales, como la Documenta de Kassel, en 2007, su trabajo es muy personal. "La importancia de Aranberri", afirma Chus Martínez, "son los objetos y los gestos con los que logra mostrar los mecanismos de la sociedad y el poder de sus estructuras. Lo fundamental en el trabajo de Aranberri es la observación, la documentación, con vídeos y fotos". Una de las obras de Aranberri, Cave (Ir T. nº 513), trata de una jornada en una sima prehistórica de Oñate. Un grupo fue invitado a visitar la cueva de Iritegi (Guipúzcoa), donde el artista instaló una puerta con llave y cerradura con una apertura circular, como un ojo de buey. "Un aspecto importante fue documentar el sitio, escapar de la burocracia y la Administración, pero también conseguir una exhibición documental y geográfica con fotografías, textos, mapas y libros". La "poética brutalidad" de este artista es como un puñetazo a la cara del espectador. Una de sus instalaciones, Floating Garden, unas vigas de hormigón de las que sobresalen botellas rotas de agua, son como navajas de vidrio que hieren de muerte al espectador.
"A mis seleccionados les une la complejidad", dice Chus Martínez. "Es gente que, digamos, ponen trabas al método convencional de exposición. Producen un arte que a veces es invisible. A mí me ha interesado mucho ese tipo de artistas, aunque a veces les quieras saltar a la yugular cuando su tiempo y el tuyo no coinciden. Ponen trabas a la galería, al museo, al comisario. Se cargan las convenciones, pero de esta forma la cultura se hace más compleja y más sofisticada".
Entre los 10 seleccionados por la conservadora jefe del Macba figuran una brasileña y un peruano, una clara apuesta por el arte latinoamericano. "En el mundo anglosajón muy pocos saben que en Brasil y en otros países de América los movimientos de vanguardia tienen un gran peso. Esa gente es consciente no solo de los lenguajes artísticos, sino de su herencia histórica. Es una región del mundo que tiene una de las vanguardias más potentes, y el hecho de haber estado en una situación lateral, política y económicamente, durante muchas generaciones les hace preguntarse si su modernidad vale tanto como, por ejemplo, la alemana. No es una moda, el arte no tiene una función. No es una cuchara, ni un tenedor, y ese es el fundamento de su libertad. Hay que clasificar a los artistas por lo que quieren decir, y no por su origen".
El libro 'Creamier' (editorial Phaidon) ya está a la venta.
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