1. El gran 'biopic' de Jesús
Allá en el siglo VI, un gran predicador, Martín de Dumio, conocido como "el apóstol de los suevos", escribió un contundente sermón, De correctione rusticorum, destinado a las gentes de Galicia para convencerlas no sólo de que Dios mandaba más que el Diablo, pese a las apariencias, sino también de que no era cierto que las piedras hablaban. Pero la naturaleza siguió rumiando y expresándose con su genius loci, el espíritu del lugar. Cientos de años después, en el XIX, una confidente de la naturaleza llamada Rosalía de Castro, universal poeta, ve cómo se abren los labios de la piedra. Está en el Pórtico de la Gloria de la catedral de Santiago. Los semblantes "hablan quedo unos con otros". Y los ancianos de la gran orquesta del Apocalipsis "templan risueños sus instrumentos". A punto de iniciarse el Xacobeo o Año Santo de 2010, un original proyecto de restauración, planteado con sutileza ecológica, va a permitir reanimar como nunca esta puesta en escena de la trama sagrada de la humanidad. Oír y ver la magistral película rodada en piedra, en el último tercio del siglo XII, y en base a uno de los guiones más enigmáticos de la historia de la escritura, el Apocalipsis de San Juan.
Ahí está todo. el gran escenario de la humanidad labrado en granito
la sonrisa de daniel es tan enigmática como la de la gioconda, pero más pícara
la competencia crecía. santiago apostó por la arquitectura espectáculo
el maestro mateo fue más allá. hizo algo estremecedor, el paraíso inquieto
el apóstol santiago funcionó como un nódulo de la aldea global
Ahí está todo, en panorámica, desde el Alfa hasta el Omega. En un nártex de 17 metros de largo y 4,50 de ancho. Lo que Shakespeare llamaría "el gran escenario de la humanidad", pero labrado en granito y elevándose por el trabajo de la luz, desde la cripta hacia la tribuna, donde se esmera día y noche, con el obturador de un rosetón, el enigmático director de fotografía. Desde el paraíso perdido y el cautiverio hasta el Juicio Final, con el magnífico pesaje de las almas. El gran biopic de Jesucristo, con la novedad iconográfica del árbol genealógico de Jesé. La visión original de un Dios tan carnal que enseña las llagas de la tortura, acompañado de ángeles que muestran las herramientas, las arma Christi, con que fue ejecutada. Está el pánico en la mirada de una madre que abraza al hijo ante el horror de las guerras del pasado y del futuro, tal vez la misma que grita con angustia en el Guernika. Están los ángeles, bien llamados los "satélites del Señor", guiando a los bienaventurados, que en la obra son cuarenta extras. La vida urdida con la naturaleza real y fantástica, monstruosa y protectora, siempre simbólica, donde incluso aparece un pulpo románico. Aquí vemos, como enseñaba Lévi-Strauss, que los animales son buenos para pensar y no hay más que ver a los evangelistas, empezando por el mismo San Juan con su águila. Aquí, en fin, está el infierno terrenal, con un su genial club de diablos, ante los que queda suspendida toda incredulidad. Y aquí se alza, en el tímpano central, la forma de la esperanza apocalíptica: la ciudad celeste, en la que habitarán los inscritos en el "libro de la vida".
He estado en la cripta. La he imaginado con las grandes lámparas medievales, con el olor a grasa de ballena de la luz. A brazo partido luchaban a veces los pescadores para que las huestes del obispo no se llevasen los cetáceos varados. Sería lo lógico que la cripta tuviese el olor de las entrañas del gran pez. He subido por las escaleras interiores. Luego, por el gran andamiaje levantado para la restauración. A medida que subes los peldaños, te asalta un vértigo diferente a todos los vértigos. Ya antes de mirar, te sientes observado por los ojos de la piedra. Piensas en Vladimir y Estragón, en el momento de Esperando a Godot en el que hablan de las voces muertas. Entonces no tienen suficiente con estar muertas. No, no les es suficiente. Susurran. Casi todas murmuran. Rosalía de Castro tuvo esa intuición de que hablaban a pares, como los dos de Cervantes o Beckett. Y eso se ve muy bien en los ancianos músicos del Apocalipsis, el parloteo a pares, esa cháchara preliminar de las buenas orquestas mezclada con las afinaciones. Hay otros personajes que hablan solos, en especial los profetas. Bien se ve que Isaías está rumiando algún versículo sobre política internacional, su especialidad: el eterno asunto de Babilonia.
en el pórtico hay otro profeta que no habla. Quieras o no, la mirada lo elige. Te lleva a Daniel. Está sonriendo. Una sonrisa contagiosa. Nunca antes la piedra había sonreído así. Una de las mejores sonrisas de la historia del arte. Tan enigmática como la de la Gioconda, pero mucho más pícara. Los biblistas suelen coincidir: Daniel estaría expresando su gozo profesional como profeta, la de aquel que habría acertado con más precisión la llegada del Mesías. Pero nadie, ni los biblistas, puede resistirse al cotilleo. La sonrisa de Daniel, esa felicidad de la expresión, no parece motivada por el éxito, sino por el deseo. Y enfrente, en el mismo pórtico, tal vez está la respuesta. Daniel mira con disimulo la figura espléndida de la reina de Saba, al lado de la Sibila. Oigo retumbar la reprobación: ¡Son Judith y Esther! El primero en sugerir que esas dos figuras femeninas podían ser la maravillosa etíope que enamoró a Salomón y una de las sibilas fue un británico. En el siglo XIX se realizó, por la técnica del vaciado en yeso, una reproducción en tamaño real del pórtico con destino al Victoria & Albert Museum de Londres. Fue el director de este proyecto, Lonsdale, el que habló de la reina de Saba, lo que dio lugar a que con los años se abriese el sentido de la sonrisa de Daniel.
"La piedra está viva". Eso le dijo Borges a Ramón Piñeiro. El autor de El Aleph estuvo en Santiago. Le buscaron un guía. El mejor posible. El filósofo de la saudade, Ramón Piñeiro. Borges estaba ciego. Piñeiro apenas veía. ¿Cómo hicieron?, le pregunté a Piñeiro. "Fuimos palpando la piedra". Y olieron el incienso del botafumeiro. Y escucharon las campanadas palingenésicas de la Berenguela, tal vez cogidos de la mano como el ángel que lleva a uno de los justos. Según el relato de Piñeiro, Borges cumplió los ritos del peregrino. Son ritos contagionistas. La piedra transmite, comunica. Así, tocó el pie izquierdo del Apóstol. Con la mano, recorrió las ramas y los intersticios del árbol de Jesé. Y chocó su cabeza con la de Mateo. Tres veces: tres croques. Ahora ese rito, de origen popular, se ha prohibido. Dicen que para proteger la cabeza de Mateo. Pero ¿qué será de la imaginación de Galicia sin el Santo dos Croques?
Mateo. Ése es el hombre. El arquitecto está allí, en el pórtico, a ras del suelo, en la parte posterior del parteluz, mirando hacia el altar. No figura en el santoral, pero el pueblo hace siglos que lo aclamó como el santo de la imaginación. Una vez, un canónigo le preguntó a una anciana qué hacía allí, postrada en el suelo, hablando con aquella figura que no era santo ni nada. Y ella respondió: "¿Quién dice que no es santo? ¡Si fue él quien hizo todo esto!".
"andaba con el apocalipsis bajo el brazo". ¿Quién era el hombre obsesionado con ese guión? Mateo, el maestro de obra, es a la vez el principio de realidad y uno de los mayores enigmas de la catedral de Santiago, esa "fábrica divina" que hizo de Compostela la "aldea global" de la Edad Media, destino de la más extraordinaria romería de los tiempos, la primera ruta turística que se mantuvo siglos y que tenía ramales por tierra y mar, desde Armenia hasta Islandia y las estribaciones árticas. Hay una marca que actúa como un chip que atraviesa los siglos: la vieira. Vicente Almazán, sabio y también enigmático, muestra en Gallaecia Scandinavica (1986) el mapa internacional de la vieira, venera, concha de Venus o, en francés, coquille Saint Jacques. En realidad, lo que hizo el sabio Almazán fue levantar acta de una guía universal de sepulcros medievales donde lo único que resta, y a la altura del corazón, es la vieira, ese certificado natural que autentificaba la condición de peregrino a Santiago del difunto.
La vieira nos lleva al mar del Finis Terrae, en la hoy llamada Costa da Morte. Ahí podemos oír "rumiar lo primitivo". Sí, debía haber un camino antes del Camino. Hasta el César quiso llegar allí para ver si era cierto que el mar tenebroso chirriaba con la puesta de sol a la manera del hierro candente en el agua de la herrería. Es otro guión posible, más legendario: aquí, las almas, como en San Brandán, adquirían al morir la forma de una barca. Era el embarcadero hacia el Más Allá. La motivación "guerrera" del camino, su uso como propaganda bélica, parece en un principio tener un papel secundario. Son muchos los testimonios de quienes se aventuran a un viaje arriesgado y larguísimo para conseguir remediar lo que entonces se consideraba una maldición. El ser estéril. Así que el camino en pos de la vieira crece en prestigio como una milagrosa ruta de fecundidad, de la que se benefician desde campesinos hasta reyes.
santiago, la montaña de piedra, floreció sobre una tumba. Un tipo marginal, el ermitaño Paio, establece en la noche una conexión astral entre unas luminarias y una piedra, descubre un túmulo singular, y el obispo de Iria Flavia Teodomiro tiene la habilidad, la inspiración, de identificar el lugar como la tumba de Santiago apóstol, uno de los discípulos de Cristo, un humilde pescador palestino, fallecido en martirio en Oriente. La traslación de los restos al Finis Terrae, para mantenerlos a salvo, se habría hecho en "barca de piedra". Enterrado en secreto, se redescubre siglos después su tumba. Es la llamada invention. Santiago nace de la fertilización de la muerte. Parece un cuento, pero, en todo caso, lo sería a medias. Hay un gran desaparecido en la historia de Galicia, que es Prisciliano, degollado en Tréveris en el siglo IV. Otra versión es que la tumba sería de una joven de estirpe galaico-romana. ¿Una sibila?
La verdad incuestionable es el Pórtico de la Gloria. Y Mateo con el Apocalipsis de San Juan bajo el brazo. ¡Y no sólo con el de San Juan! Con los apócrifos y con el Apocalipsis de Esdras, que sin duda conocía, como demuestra Rafael Silva Ostoyas en El Pórtico de la Gloria: autor e interpretación, el libro que más luz aporta sobre el origen y sentido de la obra escultórica culmen del románico.
Después de la destrucción del primer templo, en el lugar del sepulcro se construye a partir de 1075 la catedral románica. La fachada de occidente tenía ya un bellísimo pórtico, que representaba la transfiguración de Cristo. "Admirablemente esculpido", se dice en el Codex Calixtinus. ¿Por qué pocos años después se construye en su lugar el Pórtico de la Gloria? Se ha especulado con alguna catástrofe o hecho violento que habría obligado a una nueva obra. La tesis de Rafael Silva parece más verosímil: la competencia de lo que hoy llamaríamos arquitectura-espectáculo. El sepulcro del Apóstol era importante, pero la "competencia" aumentaba. El románico florecía en la Europa cristiana, pero no de forma estática, sino en permanente renovación. Y los pórticos eran la vanguardia. Santiago de Compostela tenía que presentarse ante el mundo diferente. Deslumbrante.
Lo que hizo Mateo fue más allá. Hizo algo estremecedor. Con el Apocalipsis bajo el brazo, construyó, sí, el Pórtico de la Gloria. Pero también el centro de un paraíso inquieto.
Miramos a los ancianos músicos. Abren los labios. Cuchichean. Templan los salterios. Su edad, al menos, es de ocho siglos. Ocho siglos para un granito de canteras próximas. Sólo una pequeña parte del pórtico es de mármol. Miramos a los ancianos, que se desentienden de nuestra mirada con cierta sorna. ¿Cómo pudo hacerlo? Hace siglos, la piedra era policromada. Primero, al temple. Después se pintó y repintó con óleo. Un error. El óleo sobre el temple crea una pátina que no deja respirar a la piedra. El actual proyecto de restauración, que dirige Concha Cirujano, del Instituto del Patrimonio Cultural de España (con el mecenazgo de la Fundación Pedro Barrié de la Maza, que ha destinado tres millones de euros), no pretende devolver la policromía al pórtico, en el sentido de "repintarlo". Se investiga con curiosas herramientas de arqueología futurista como el inclinómetro o el fisurómetro o se entra en las zonas secretas de la piedra del pórtico con la sutileza de la videoindoscopia o la exploración por ultrasonido. Es importante detectar el punto de rocío: cuando se produce una condensación que puede resultar dañina. Localizar colonias de líquenes y algas. Medir la incidencia de la multitud humana. Los trabajos de estudio comenzaron en el mes de julio de 2009 y se prolongarán un año. Es un acercamiento ecologista al pórtico: observar la metamorfosis de la piedra; escuchar su pálpito; merodear su zona secreta. Un periodo que abarca las cuatro estaciones. Conocer el cambio climático del pórtico. La humedad aparece como el principal factor de riesgo. Por las termografías realizadas, parece que la humedad del suelo y de las pilastras no llega al pórtico. La humedad, por decirlo así, trepa en sus momentos más activos unos dos metros de altura.
cada edificio es un organismo. Dentro de ese ecosistema que es la catedral de Santiago, el pórtico, además de una obra sublime, es un ser vivo muy complejo. Hubo algunas modificaciones a lo largo de los siglos, no siempre muy acertadas. Se trata de encontrar ahora las "bocas" del pórtico. Allí por donde respiraba y que a veces fueron tapiadas. También para la conservación hay que aplicar el genius loci. Hoy día identifica un tipo de arte o arquitectura muy imbricado con el entorno en que nace. En su origen, el genius loci era el espíritu protector del lugar. El pórtico tiene potente espíritu guardián que le ha permitido sobrevivir a intervenciones funestas. Había que pensar en el maestro Mateo como el genius loci en el doble sentido. "Hay una inteligencia extraordinaria en la construcción, también en el sentido de prever el paso del tiempo".
La piedra del pórtico, transformada en materia sutil, tiene esa doble condición de ser vulnerable y a la vez resistente. La gran plaza a la que miran las fachadas de la catedral, el hostal (antiguo hospital) de los Reyes Católicos, San Clemente (actual rectorado) y el pazo o palacio de Raxoi lleva el nombre nada presuntuoso de Obradoiro, que en castellano significa taller. Y uno lo imagina no como fábrica sufrida, sino a la manera de los lugares creativos donde los canteros cantan, charlan y de vez en cuando, protegidas por la percusión sutil del cincel, se intercambian secretos y consignas en su xiria (jerga): O verbo dos arxinas, también llamado El latín de los canteros, que tomó préstamo de las lenguas del Camino. Uno de ellos, en ejemplo recogido por Varela Pose, puede preguntar: ¿Cantos zoinas paruan na caicoa? (¿cuántos curas hay en la iglesia?). Y otro responder: Bate e sedio (par y medio).
-Ah!, bai, bai (¡ah!, vale, vale).
La belleza del pórtico quedará realzada tras la restauración ecológica, pero se impondrá la artificialidad de pintarlo de nuevo. Imagino el pórtico policromado en la Edad Media. Imagino a los peregrinos ante esa escenografía, iluminada con la luz del poniente, después de haber quemado los harapos en A Cruz dos Farrapos, en el tejado enlosado de la catedral. Pero tampoco cambiaría esta experiencia. Ahora, a pocos centímetros, la piedra conserva una memoria de la policromía que la hace todavía más verdadera. Cuando hablo de verdad, hablo de ellos, de los seres que encarnan la piedra. De la verdad de su ficción.
Y el enigma de Mateo se va aclarando. No su vida, de la que casi nada sabemos. Sólo se conserva el documento de su paga. Fernando II de Galicia y León acuerda remunerarle con dos marcos de plata semanales de manera que sumen cien maravedises al año. Se sabe que antes de trabajar en el taller de la catedral fue constructor de puentes, un oficio muy cualificado. Pero, al margen de noticias, de su falta, hay algo que sabemos con seguridad a la vista del pórtico: Mateo y las otras cuatro manos que se detectan se adelantaron en siglos en el modo de representar las figuras. En su naturalismo. Como diría Darío Villanueva, tuvo que haber un "polen" especial, porque no puede ser una casualidad la coincidencia del florecimiento de los cancioneiros (música y poesía, con más de trescientos trovadores documentados) y esta vanguardia escultórica y arquitectónica.
lo que hace mateo en el pórtico es lo que nos asombrará en Caravaggio. Apóstoles, profetas, figuras míticas tienen rostro de tipos populares. Los ancianos músicos apocalípticos seguramente son los músicos que conocía Mateo. Y tal vez Daniel y sus compañeros profetas subían del Inferniño o bajaban de una taberna de la Algalia antes de ser inmortalizados. Y el demonio de la primera tentación sería uno de los cómicos que se ganaban la vida y se alegraban cuando veían excrementos de caballo en la ciudad, señal de que habría público. Y su alegre grito de suerte sería: "Moita merda!".
No es nada extraño, en realidad, el sentir que el pórtico más célebre del románico está actuando. "El que concibió la iconografía del pórtico imaginó la serie de profetas no tanto como una aparición celestial, sino como algo real. Más allá del poderío y majestad que evocan sus figuras, son personajes de carne y hueso". Es la tesis de Julio I. González Montañés, autor del estudio más riguroso sobre los orígenes del teatro y los espectáculos públicos en Galicia. Una tesis muy fundada, en la que se remite a la representación en la catedral del Ordo prophetarum y otras ceremonias dramáticas. También los demonios remiten a máscaras usadas en la escenografía medieval. La máscara grotesca, los pantalones peludos y las sandalias del demonio de la primera tentación son puro neorrealismo medieval. Así era el vestuario en los "cortejos de diablos".
Santiago, mucho antes de que el profesor canadiense MacLuhan formulase la teoría, funcionó como un nódulo de la aldea global. Pero el primer círculo, una vez producida la invention, es la cabeza de pelo caracoleado de Mateo. La cabeza del Santo dos Croques. Él fue quien marcó Santiago de Compostela con la impronta del paraíso inquieto. Es así como define Gaston Bachelard la pintura de Chagall. Hay en el mundo representado una elevación que no se escinde de lo humano. Así es el Pórtico de la Gloria. Las piedras hablan. Y es un milagro. Pero también es cierto que nunca lo sagrado fue tan realista.
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