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Entrevista:Alberto Contador | ENTREVISTA

"Nunca dejaré de ser una persona para hacerme personaje"

Carlos Arribas

Hotel Las Artes. Pinto. Miércoles, 28 de julio. Una de la tarde. Menos de 72 horas antes contemplaba el mundo, y el mundo lo contemplaba a él, desde lo más alto del podio de los Campos Elíseos. Puntual como si le esperara la rampa de lanzamiento de una contrarreloj del Tour, Alberto Contador, solo, al volante de su Audi Q7 negro, llega a la cita. Contador, 62 kilos de huesos y dinamita. Un corazón. Y unos ojos a la sombra de largas pestañas. Un chico normal, de una ciudad dormitorio normal, en las afueras de una gran capital más, tres días después de ganar, a los 26 años, su segundo Tour, un corredor que no es tan normal. Ni tampoco lo es que la música que más le emocione, tanto como para ponerle los pelos de punta, sea la del himno del Tour, que suena en su teléfono siempre que recibe una llamada, que es muy a menudo. Así es el mejor ciclista del mundo, el pistolero que ha hecho enfundar al viejo sheriff Lance Armstrong, Billy el Niño reescribiendo la escena final de Pat Garret, lo que, esto sí, no es en absoluto normal.

"cada vez es más difícil sorprender. al ciclismo ya no se le admira"
"Soy realista. sólo pienso en cosas que séque puedo conseguir"

¿Siente que cuando le llama "pistolero", en el fondo, Armstrong le está enviando un mensaje de admiración? Lo de la pistola es un gesto; no le doy mayor importancia. Y no quiero ningún tipo de polémica. No lo veo tampoco admirativo. No es una cosa que diga me gusta.

¿Merece la pena pasar por todo lo que ha pasado, tres semanas dificilísimas, como ha dicho, unas relaciones imposibles con el mejor ciclista de los últimos años, aparte de todo un año de sacrificios, para ganar el Tour? Sí, sin duda. El sacrificio para conseguir la victoria es muy grande, pero lo que te da el Tour no te lo da ninguna otra carrera. Y la satisfacción siempre es mayor cuantas más penalidades conlleva. Cuanto más cuesta una cosa, más se saborea.

¿Tan grande es el premio? Sí, claro. El reconocimiento cuando se gana el Tour es increíble, no tiene nada que ver con otras carreras.

¿Cuando se sube a lo más alto del podio, lo único que se siente es el gran vacío que sigue a tantos días de trabajo intenso y bien hecho? ¿Queda aún adrenalina en la sangre para emocionarse? Lo que se siente, sobre todo, es una gran liberación, una ausencia de tensión y de presión. Son casi cuatro semanas de concentración plena en la carrera y fuera de ella también Y cuando se consigue el objetivo, que es estar en lo más alto en París, es como una liberación.

Y no se pregunta, ¿esto era todo?, ¿esto es lo que se siente? Ahí ya se racionaliza un poco. Sabes que el objetivo era estar ahí arriba, en lo más alto, y que la gente, como se dice, te exigía estar ahí. Y yo, en cierto modo, quería estar ahí para cumplir una exigencia. Parece que la victoria es una obligación, con lo difícil que es.

Se suele decir que en ciclismo el placer forma parte del sufrimiento, que se sufre con gusto cuando se trata de luchar. ¿Este año ha sentido ese tipo de placer? Es eso, desde luego. En carrera se sufre muchísimo, pero en el fondo te gusta, en el sentido de que lo haces por algo que quieres conseguir. Te duelen las piernas y casi les pides que te duelan más si eso significa poder ir más deprisa.

Ha confesado que en este Tour no ha tenido ni un minuto para relajarse. Sí, eso este año ha estado más complicado, pero, de todas formas, para alguien que quiere ganarlo, el Tour siempre es complicado. Hay muchísima tensión.

Este Tour ha estado usted tan contenido en sus declaraciones, que se ha podido sospechar que hasta se ha hecho sangre en la lengua de tanto mordérsela… No tanto. Ya sabía que la situación iba a ser complicada, y lo que hice fue llevarla de la mejor manera posible y mirándola con perspectiva, desde puntos de vista que sabía que podían ser buenos. Pero lo importante es que el Tour ha pasado ya y he conseguido la victoria, y ya está. He estado muy bien en el equipo y también había gente en el equipo que se estaba portando muy bien conmigo y, al final, lo han hecho todo más fácil.

Solo en la montaña después de un ataque, solo en la contrarreloj, solo en el equipo… ¿La soledad es el peaje que tiene que pagar todo campeón o es algo bienvenido, algo que se busca? No, no es algo que me guste demasiado, aunque, claro, cuando se está en un puerto o en una contrarreloj, la lucha es siempre de tú a tú. Ahí sí que estás solo.

Cuando se ataca, se busca estar solo… Me gusta estar solo si voy delante. Todo depende de la situación, de si me interesa ir en grupo o no. Si vas líder, a veces lo que quieres es que se vaya en grupo ycontento de ir todos juntos. Y hay veces en que estás solo y hay uno delante de ti que te hace vaciarte. Eso me pasó en la París-Niza y no me gustó mucho.

En este sentido, parece que se ha hecho mayor o, por lo menos, ha cambiado. Antes le gustaba más el espectáculo por el espectáculo, dar alegría a la gente, y ahora parece que ha introducido un elemento de cálculo. A la gente le habría gustado que ganara más etapas… Es que al final es eso. Mi forma de correr es lo que es el espectáculo. Necesito sacar diferencias en la montaña y tengo que aprovechar las oportunidades que hay. Este año en el Tour he aprovechado las que he podido, y, claro, llevando los números en la cabeza, los tiempos y las posibilidades que hubiera en las etapas siguientes. En ese sentido, si luchas por la general, el espectáculo llega por sí solo.

Eso en el Tour, porque en otras carreras, como la París-Niza, en la que sufrió aquel desfallecimiento, corría con la libertad y el gusto por el riesgo de quien puede pasarse sin ganar… En París-Niza fue un cúmulo de muchas circunstancias. El día anterior tuve que atacar solo a ocho kilómetros de la cima de la montaña de Lure para coger el liderato y me desgasté mucho. Pegaba muchísimo aire y noté mucho ese esfuerzo. Y todos los días anteriores me había metido unos sofocones bastante grandes. Y eso hizo que

Que se agarrara una pájara, lo que dio pie a Armstrong para sermonearle diciéndole que aún tenía mucho que aprender… Cuando, además, a usted no le iba la vida en ganar esa carrera, que ya tenía en su palmarés, y podía tomarse la libertad de arriesgar… Eso es, lo está definiendo perfectamente. Quería ganarla, pero estaba contentísimo con el rendimiento que había tenido. El nivel que tuve fue muy alto, muy alto, y me supo como una victoria.

¿El mayor placer que siente sobre una bicicleta le llega cuando ataca, o hay otros momentos? Más que cuando ataco, cuando voy bien, cuando voy disfrutando. Este año en el Mont Ventoux, durante el Tour, disfruté mucho

Dicen que la cabeza, los procesos mentales que llevan a cada uno a tomar sus decisiones, más que las piernas, es lo que marca la diferencia entre un campeón y un ciclista de talento más. ¿Nota usted que piensa diferente a los demás? No sé si diferente, pero sí que soy una persona que creo en mí, que creo en mis posibilidades y que cuando me planteo un objetivo suelo ser bastante realista. Sólo pienso en cosas que sé que puedo conseguir.

Lo que pasa es que, al menos en ciclismo, usted puede conseguirlo todo, lo que nos obliga a hablar de un realismo muy alto… Mi realismo quizá va un poco acorde con lo que me dicen mis piernas. Si mis piernas tienen unas sensaciones determinadas, las mismas con las que he ganado otros años, entonces sabes que, si las tienes así, o incluso mejores, vas a estar cerca de ganar. Eso me da mucha confianza, y al final es todo un círculo: cuanta más confianza, más rindo; cuanto más rindo, mejor me va todo, más motivado me entreno y al final es lo que me hace la cabeza más fuerte.

¿Pero esa cabeza tan especial no le causa a veces problemas de comunicación con otros compañeros, con sus directores? ¿Como si, a la hora de hacer un análisis, usted apreciara cosas que ellos no son capaces de ver? Tampoco necesariamente. Quizá donde yo puedo ver más es mi capacidad en un momento dado, o mi margen de maniobra en algún sitio que ellos no pueden saber porque no tienen mis sensaciones. Y no se trata de datos. En el medidor de potencia que llevamos en la bici, en el SRM, se puede ver si se tiene tanto o tanto o tanto, pero eso no es lo importante, lo que te interesa es saber cuánto eres capaz de mover el día D. Y eso lo sabe sólo el corredor con las sensaciones que va teniendo en la carrera.

¿El día D, este Tour, ha sido la carrera en la que más fuerte se ha sentido de su carrera deportiva? Ufff… El nivel que he tenido este año en el Tour ha sido muy alto, muy alto, quizá el más alto que he alcanzado en lo que llevo de carrera deportiva. El rendimiento que tuve en algunas etapas, las sensaciones que tuve en Ordino, las de Verbier, la contrarreloj de Annecy, fueron rendimientos muy altos, cuando más en forma he estado en toda mi carrera.

¿El orgullo propio de todos los campeones, lo que ahora llaman ego, es la cualidad que más problemas puede crear en las relaciones? Siempre suele ir unido a una susceptibilidad exagerada… Cada uno tiene su orgullo, y yo estoy muy contento de cómo me van las cosas. Cuando me sacrifico por algo y veo resultados, pues siento orgullo. Pero en ningún momento soberbia ni nada de eso.

Dicen que es usted un testarudo… Si a mí me cogen y me dicen una cosa, y la analizo y creo que es la más adecuada, desde luego que la acepto. Y si mi análisis es diferente, muchas veces cedo, porque tengo que ceder, porque es lo más adecuado cuando afecta a más personas aparte de mí; pero si sólo me incumbe a mí, a lo mejor me cuesta más cambiar.

A casi todos los grandes campeones se les asocia normalmente con un director que es a la vez técnico, padre espiritual, guía filosófico… Y usted, en los tres años en los que lleva en lo más alto aún no ha disfrutado de un equipo tranquilo, sin tensiones, sin problemas. ¿Cree que es eso injusto o le motiva más? ¿Echa de menos un director con el que pueda tener confianza al cien por cien? Desde luego que me gustaría tener unos años más tranquilos. Sin duda. Cuando lo importante es poder centrarse sólo en la competición, encontrarte con algo ajeno que te preocupe y te robe tiempo hace todo más difícil. Y en cuanto al director siempre he tenido confianza en ellos. Si no la hubiera tenido, mal habríamos ido.

Pues si en situaciones inestables ha ganado cuatro 'grandes' y está imbatido desde 2007, ¿qué no hará cuando esté tranquilo? ¿O es que en esa situación consigue una motivación extra por la rabia que le produce estar así? No creo que me falte nunca la motivación. De momento, lo tengo clarísimo. Pero, por otra parte, creo que lo que me ha pasado estos años ha sido muy bueno, he conocido una cantidad enorme de situaciones y de todas ellas he aprendido algo. Hay que tratar de coger lo bueno y saber lo que no es tan bueno. Y con 26 años todavía estoy en edad de seguir aprendiendo. He vivido muchas situaciones delicadas, y las que me quedarán

Sorprende, de todas maneras, su capacidad para manejarse con rapidez, controlar las claves, en todo tipo de situaciones extrañas. Eso es la propia exigencia que te da la competición y las ganas que tengo de mejorar en todo. Hay que acoplarse rápido o aprender rápido a superar los obstáculos.

Motivación es la palabra. Desde este Tour hasta la próxima temporada pasarán ocho meses en los que correrá un par de días con dorsal como mucho. ¿Cómo piensa llegar con hambre a la próxima temporada? Es una situación nueva. El año pasado en esta época estaba preparando los Juegos y la Vuelta… El entrenamiento será diferente a cuando tengo un objetivo claro. La motivación no es la misma. Ahora podré salir un poco más desahogado; si me apetece darme un calentón con los amiguetes en bicicleta, me lo doy. Me entrenaré para seguir manteniendo la forma física, pero sin meterme entrenamientos de cinco o seis horas. Soy un corredor al que le cuesta poco coger la forma, y eso el cuerpo lo agradece.

Y tan poco… En diciembre pasado llegó a la concentración del equipo recién operado de la nariz y estuvo a la altura de todos. Bueno, menos en el puerto de Masca. Allí levanté el pie, porque en el equipo hasta habían cambiado piñones y todo [como es tan duro ese puerto, en las faldas del Teide, en Tenerife, Armstrong y compañía pusieron desarrollos especiales para poder subirlo], y yo no lo sabía. Me dijeron que haríamos dos horas y cuando salimos y empecé a ver aquello… Menos mal que me dio por comer barritas energéticas, porque si no me muero. Salió un entrenamiento como los de antes del Tour, 3.300 metros de desnivel. Subimos una barbaridad. No me gusta Tenerife para la bici.

¿Es capaz de desconectar de la bicicleta cuando se va de vacaciones? Sí, la segunda quincena de agosto me iré de vacaciones. Pero tampoco serán días calmos. Estoy ante una situación en la que tendré que decidir mi futuro, si cambio de equipo, si creo uno nuevo, y tendré bastante movimiento. Aunque será mihermano quien se lo trabaje más, ypodré desconectar bastante. Lo tengo claro. Sé desconectar de la bicicleta, aunque después de un Tour cuesta más, pues hay invitaciones, homenajes, actos a los que hay que asistir, y resulta más difícil desconectar que cuando era neoprofesional. Pero ya me encargo yo de desconectar, porque es una cosa fundamental para entrar a conciencia, con hambre, a por un nuevo objetivo.

¿Toda su vida de campeón es compatible con ser un chico normal de Pinto? Sin duda, sin duda, sin duda. Me considero una persona supernormal, aunque tenga menos tiempo que antes para estar con los amigos. Está claro que echo de menos tiempo para mí, pero se puede hacer una vida normal. Y es lo que yo quiero. Disfruto con la bicicleta y con mi trabajo, y no aspiro a más.

¿Hace lo mismo y le divierte lo mismo que antes? Eso es.

Hay deportistas que tienen voluntad de ser algo más, de convertirse en personajes; de ellos se dice que tienen carisma, que son ídolos… ¿A usted no le fascinaría convertirse en un personaje, en algo más que un chico de Pinto que gana el Tour? No, no. Yo no quiero nunca dejar de ser persona y hacerme personaje. Tengo una manera de ser bastante sencilla, y es eso lo que quiero. Aunque ahora con las victorias estoy muy en el boom, en ningún momento quiero la vida de glamour de las estrellas. Quiero ser querido por la gente, pero sin tener la obligación de vivir mi vida como un show.

Muchos colegas se han hecho fanáticos del Facebook, del Twitter, del Tuenti, de todas las redes sociales. En eso son como la gente de su edad, veinteañeros. Usted, en cambio, se muestra reacio. Todos estos medios de comunicación son buenos siempre que se sea capaz de controlarlos. Te permiten hacer contactos con muchas personas, y cuantos más se tienen, más afecto se tiene hacia esa persona. Sí que tengo mi perfil en todas esas redes, pero redireccionadas a mi página web, y cuando quiero dar algún mensaje desde ahí lo lanzo. Pero no tengo ningún perfil activo para hablar a través de ellos. Al final te requiere bastante tiempo, y no tengo tanto como para estar ahí liado.

Ha notado cambios en el pelotón, que parece invadido por gente nueva, por los ciclistas que sólo se comunican en inglés, cuando antes era el 'italofrancespañol' el idioma oficial… Es evidente. La mayoría de los corredores de ahora hablan suficiente inglés para mantener conversaciones. Sí que se nota muchísimo que los corredores americanos están teniendo cada vez más influencia, cuando antes parecía más europeo.

Cuando alcanzó el liderato del Tour en Verbier, usted declaró que no era el día más feliz de su vida deportiva, que ése seguiría siendo un día de enero de 2005, cuando ganó una etapa de la Vuelta a Australia pocos meses después de haber superado una operación a vida o muerte en el cerebro. Aquello le cambió la vida; alcanzó plena madurez con sólo 22 años. Dentro de lo negativo que pudo ser aquello, saqué bastantes cosas positivas. Aprendí a valorar todo mucho más, y no sólo en el ciclismo, sino en la vida. Y eso me hace marcar un punto de diferencia con otras personas. Ese sacrificio que soy capaz de hacer por algo.

¿Le hace sentirse diferente, más responsable, que los de su edad? Para nada. Tiene que haber gente de mi edad más madura, más responsable y hasta más seria que yo. Me ha servido, en todo caso, para ayudarme y valorar todo mucho más. Lo hace todo mucho más sencillo.

¿Qué es lo que más le divierte hacer en sus ratos libres? Lo primero que busco es tranquilidad, olvidarme del agobio, salir con los amigos por la noche, al cine, las vacaciones, hacer el gamba en los karts, cenar con los amigos…

¿Lee? No, poco. El tiempo que podría dedicar a leer lo uso para mirar cosas en Internet.

¿No le atrae lo que le puedan dar los libros? No, no me ha atraído demasiado nunca. Hay un libro que me ayudó muchísimo, y me sigue pareciendo un libro importante en mi vida, que es el de Armstrong, Mi vuelta a la vida, donde cuenta cómo superó el cáncer. A ese libro le saqué bastante partido. Lo que me pasa es que estoy tanto tiempo de acá para allá, que no tengo tiempo para nada. Lo que más me apetece cuando tengo un poco de tiempo libre es no hacer nada, estar tranquilo, con los pies encima de la mesita y pensar en nada.

¿Música, iPod? No soy mucho de iPod, salvo cuando caliento antes de las contrarreloj, que para mí es importantísimo…

¿Qué escucha entonces? Top secret, je, je, no lo puedo decir. Suelo alternar canciones muy subidas, que empiezan lentas y van subiendo poco a poco para empezar a romper a sudar… Bandas sonoras de películas que me gustan, cosas así. Y entre medias, otras que bajan la intensidad y otras iguales, para subir progresivamente hasta hacer dos o tres picos en el calentamiento. Y lo tengo cargado de todo, con lo que cabe en un iPod… Ya vale todo, como con las cámaras digitales, que se dispara a todo.

¿Sigue dedicando tiempo a los canarios de su jardín? Los tengo en casa, un voladero muy grande que no me quita tiempo, pero no como cuando era crío. Lo que sí que tengo ahora es un perro que se llama Tour, un braco de Weimar, un perro de caza que me regaló un canal de televisión, y ya me quita el poco tiempo que me queda libre. Los animales me han llamado siempre la atención.

A los 26 años ha ganado más de lo que el 99% de los ciclistas pueden soñar con ganar en su vida. Dicen que quien empieza ganando muy joven se retira antes… Ahora no puedo saber qué será de mí. Cada vez se ven más ciclistas de 35 años en el pelotón al máximo nivel. Antes parecía una edad impensable yson los que luchan por las carreras. Lo dejaré cuando crea que es el momento, cuando vea que no estoy ilusionado.

Usain Bolt dice que su objetivo único es convertirse en el más grande de la historia, en una leyenda. ¿Son palabras demasiado grandes para usted? Es una cosa que a mí no me preocupa para nada. Siempre me preguntan por los números de Indurain, por batir a Armstrong… No es un objetivo que me plantee. Una vez que termine mi carrera veré qué es lo que he conseguido y lo que no, pero ahora sólo me planteo seguir haciendo lo que hago, competir en bici, que es lo que me gusta. Y si acompañan los resultados, siempre será más fácil estar motivado.

El ciclismo siempre ha estado acompañado de un aura de leyenda. Sus campeones han sido hasta hace nada héroes populares que nos hacían soñar, Ocaña, Perico… Personas capaces de llegar a donde ningún mortal alcanzaba. Parece que todo eso se acabó. Antes parecía más imposible aún lo que hacemos los ciclistas en el Tour. Esto ha cambiado, en efecto. Ya nada es imposible. Creo que es porque, a día de hoy, a la sociedad, en la que me incluyo, es más difícil sorprenderla. Hacer algo que sorprenda a la gente es muy difícil. Quien consiga sorprender a la gente, siquiera con un anuncio de televisión, es una máquina. La mirada de la gente hacia todo ha cambiado. Y al ciclismo ya no se le admira como antes.

¿En quién se vería reflejado de los antiguos? ¿En Federico, Ocaña, Perico…? No sé, no sé. No podría decir. No soy de ver vídeos antiguos. Cada uno era de una manera determinada. Los tres eran de ataques, o eso cuentan de ellos, pero no me identifico con ninguno en concreto.

Dentro de 15 o 20 años, ¿se ve aquí en Pinto, viviendo en su adosado, llevando la misma vida que sus vecinos de calle, niños gritando en el jardín, paseando el perro? No lo sé. A día de hoy no miro el futuro. Me gustaría hacer mi vida aquí, pero hablar a 15 años vista todavía es precipitado. No tengo edad para pensar en ello. Haré lo que la vida me vaya diciendo.

El ciclista Alberto Contador, en el hotel Las Artes de Pinto, Madrid.
El ciclista Alberto Contador, en el hotel Las Artes de Pinto, Madrid.Óscar Carriquí
El ciclista Alberto Contador, en el hotel Las Artes de Pinto, Madrid.
El ciclista Alberto Contador, en el hotel Las Artes de Pinto, Madrid.Óscar Carriquí

Una rápida escalada triunfal

Alberto Contador Velasco (Madrid, 6 de diciembre de 1982) siempre admiró el valor de superación en las personas. Lo aprendió en su casa, en el pequeño municipio de Pinto. Es el tercero de cuatro hermanos. El mayor de todos ellos, Francisco Javier, fue precisamente quien le animó a montar en bicicleta. Antes ya había demostrado sus dotes para el deporte, practicando atletismo y fútbol. Desde entonces, el esfuerzo iba a marcar su camino profesional. Hacia arriba. A los 15 años entró a formar parte del equipo de ciclismo de Pinto. Un año más tarde repitió en la categoría de cadetes en el madrileño Real Velo Club Portillo. (En la foto, en el podio de una carrera ganada en Colmenarejo, Madrid, en 2000). Pronto se reveló como un corredor potente en las subidas. Y en las etapas de montaña llegaron los primeros premios, entre otros, en la Vuelta al Besaya y en la Vuelta a Talavera. En 2002 ganó el Campeonato Nacional de contrarreloj sub-23 y fichó por el ONCE-Eroski. Los obstáculos. Una complicada caída durante la Vuelta a Asturias 2004 le alejó una temporada del ciclismo. Los médicos le diagnosticaron un cavernoma cerebral. Inició entonces una fuerte lucha personal por volver a pedalear. Para él, "querer es poder". En 2007 venció en el Tour. En 2008 subió a lo alto del podio en el Giro y en la Vuelta a España. Hace historia. Acaba de convertirse en bicampeón del Tour de Francia con el Astana.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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