España sin humos
La revolución llega a España. Entra en vigor la ley que prohíbe fumar en los centros cerrados de trabajo, y en ocho meses habrá duras restricciones en bares y restaurantes. Prepárese para vivir sin ansiedades en un país con menos humos. Nueve personajes cuentan cómo afrontarán la guerra al tabaco.
La revolución llega a España. Entra en vigor la ley que prohíbe fumar en los centros cerrados de trabajo, y en ocho meses habrá duras restricciones en bares y restaurantes. Prepárese para vivir sin ansiedades en un país con menos humos. Nueve personajes cuentan cómo afrontarán la guerra al tabaco. Consulte la fotogalería.
Si es usted fumador, como el 32% de los adultos españoles, es probable que le atenace la ansiedad al recordar que desde este domingo ya no podrá fumar en su puesto de trabajo y que en unos meses le pondrán problemas en su bar preferido. Si no lo es, quizá sea escéptico acerca del necesario cambio repentino de esos mismos que hasta ayer le hacían fumar a su pesar.
No se deje llevar por el pesimismo. La revolución contra el tabaco ha llegado a España, y son muchos los indicios que demuestran que fumadores y no fumadores de otros países que ya han puesto en práctica leyes parecidas a la española han hecho una transición incruenta de la que se sienten beneficiados incluso los más adictos a la nicotina.
El 70% de los fumadores vive con el deseo de dejar el tabaco y una ley como la española le ayudará como mínimo a reducir el consumo: tres cigarrillos menos al día como media, según las estadísticas. Así que respire hondo. Disfrute de una sabrosa calada o de una bocanada de aire invernal no viciado por alquitranes cancerígenos y monóxido de carbono y prepárese para un futuro menos humeante.
Carlos Navas es un informático de 29 años que disfruta del placer de haber recuperado los sentidos del gusto y el olfato. Hace poco más de un año consumía un paquete y medio diario de tabaco, pero su empresa, la consultora Pons, decidió adelantar la prohibición de fumar en los centros cerrados de trabajo para el 1 de enero de 2005. Fue una decisión consensuada de los 170 empleados. Carlos Navas no quiso esperar a la fecha fatídica. Acudió a varias charlas contra el tabaco, y decidió, poco antes de la prohibición de su empresa, dejarlo radicalmente. Lo consiguió, y, para colmo, acaba de convencer a uno de sus amigos a seguir sus pasos.
Carlos Navas es uno de esos miles de fumadores que cada día logran dejar el tabaco. Se ha comprobado que el 10% de los fumadores aprovecha la llegada de una ley prohibicionista para dejar de fumar, como si fuera la excusa que esperaban. Y ahora, fu madores y no fumadores de Pons presumen de que en su empresa se ha erradicado el olor a cenicero sucio; que la gente regresa a casa cada día sin olor a tabaco entre su ropa y su pelo; que, como asegura la directora de recursos humanos, Beatriz Pérez Alonso, no ha habido una sola queja, un solo conflicto, un solo empleado vulnerando la norma siquiera en los lavabos. El número de fumadores saliendo a la calle a echar un pitillo ha ido reduciéndose hasta ser casi inexistente.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha emprendido una auténtica cruzada global contra el tabaquismo y aplaude normas restrictivas como la española. "La implementación de políticas de espacios libres de humo es un incentivo muy importante y un apoyo para aquellas personas que quieran dejar de fumar o que estén en el proceso de lograrlo. Alrededor del 70% de los fumadores quiere dejarlo, así que prohibiciones como éstas refuerzan y facilitan el proceso", dice Marta Seoane, la portavoz de la OMS del Convenio Marco para el Control del Tabaco que han suscrito ya 113 Estados en menos de dos años y medio.
Una veintena de países, además de España, ha establecido ya leyes que prohíben fumar en los lugares cerrados de trabajo, y, por tanto (sólo en algunos de esos mismos países), también en los bares y restaurantes, al considerar que son centros laborales donde hay empleados trabajando. Los dos casos más recientes y próximos -el de Irlanda y el de Italia- han sido todo un éxito. Tras un año de aplicación se respeta la ley en entre el 96% y el 98% de los pubs irlandeses. "La calidad del aire ha mejorado de manera espectacular", dicen las conclusiones de un estudio de la Oficina de Control del Tabaco, que añade: "Los niveles de monóxido de carbono han descendido en un 45% en los bares".
Al igual que Irlanda, Italia ha prohibido el tabaco en los lugares de trabajo, en los bares y en los restaurantes. El 92% de los gerentes asegura que todos los clientes cumplen la ley. Sólo un 11% tuvo que pedirle a alguno que dejara de fumar y un 2% se negó a apagar el cigarro. El 74% de los entrevistados comentó que los clientes tienen una actitud positiva o muy positiva hacia la ley.
Si Italia e Irlanda han sido capaces, si hasta la ciudad de Nueva York lo ha conseguido, ¿por qué no España? Rodrigo Córdoba, presidente del Comité Nacional de Prevención del Tabaquismo, médico de familia y especialista en este asunto, no lo duda: "Punto uno: la ley era muy necesaria. Punto dos: la ley se va a cumplir. Punto tres: la ley no va a producir efectos negativos en la hostelería". La clave no está sólo en las experiencias habidas fuera de nuestras fronteras; también está dentro. Más de 500 empresas españolas ya están libres de humo y no han sufrido conflictos destacables entre sus trabajadores.
La mayor ansiedad la va a sufrir, sin duda, la industria del tabaco. El primer resultado de una ley prohibicionista es una reducción general del consumo. Entre enero y abril de 2005, en Italia disminuyeron en un 9% los kilos de tabaco vendido; entre enero y mayo de ese mismo año, las ventas de tabaco en España se han reducido por vez primera en un 6,3%. Aun sin nuevas leyes, la industria tabaquera necesita reclutar 175.000 nuevos clientes al año en España para mantener su negocio en el nivel actual, ya que debe sustituir a las personas que dejan de fumar y a las que mueren prematuramente a causa del tabaco, según el Comité Nacional para la Prevención del Tabaquismo.
"Nuestra argumentación básica a favor del tabaco es que se trata de un producto legal que los adultos eligen libremente consumir", resume Germán Pariente, en nombre de la Asociación Empresarial del Tabaco (AET), que opta por no facilitar a este periódico sus previsiones de pérdida de negocio achacables a la nueva ley. La AET se inclina claramente a favor de acuerdos entre los agentes sociales frente al prohibicionismo de la ley española y se queja de las restricciones a la publicidad: "Es anular toda capacidad de competencia entre marcas y, por ende, entre las empresas, cuestión incompatible con nuestra economía libre de mercado, recogida en la Constitución de 1978".
Altadis, la firma tabaquera más importante de España, ha anunciado que optará por una política empresarial conservadora, en la que se incluye un recorte de costes, para afrontar los efectos adversos de la nueva norma. La industria, asediada por los escándalos y las restricciones en todo el mundo, sabe que no es casual que las tasas de tabaquismo más bajas de Europa se den en los países que legislan contra el tabaco, como Suecia, Finlandia, Italia, Reino Unido o Portugal.
Mientras la industria se prepara para lo peor, otros han encontrado en las corrientes antitabaco nuevas líneas de negocio. Además de multiplicarse el número de tratamientos contra el tabaquismo (en Italia se han cuadruplicado), España vive una eclosión de empresas dedicadas a ayudar a los fumadores que desean liberarse de su adicción. El fenómeno más espectacular es el de Allen Carr y su método Easyway o Es fácil dejar de fumar si sabes cómo, que es también el título de su libro, un best-seller en todo el mundo (10 millones de ejemplares vendidos). Sólo en España lleva 47 ediciones, más de 750.000 copias, según la editorial Espasa. Allen Carr era un asesor financiero británico y un fumador empedernido de hasta 100 cigarrillos diarios hasta 1983. Desde entonces, ya no fuma y vive de su libro y su método, ayudando a millones de fumadores a dejar definitivamente el tabaco. Porque Carr no admite medias tintas: el que fuma cinco pitillos al día, dice, es tan esclavo de la nicotina como el que fuma veinte.
Hay ya centros de Allen Carr en 24 países del mundo, entre ellos España. Geoffrey Molloy y Rhea Sivi, ambos británicos, llevaban varios años viviendo en España cuando acudieron a una charla del método de Allen Carr en Londres hace 10 años y dejaron de fumar. Desde entonces se dedican en cuerpo y alma a aplicar el método a clientes españoles. Lo más barato es comprarse el libro de Carr, un alegato machacón, pero convincente, para que un fumador deje de serlo por su sola fuerza de voluntad. Más caro, pero más efectivo, según Sivi, es dejarse llevar por los especialistas de su método, que imparten charlas de seis horas basadas en el libro de Carr y aseguran obtener un 70% de éxitos.
Muchas empresas, como hizo Pons, corren con los gastos de contratar a empresas como ésta para facilitar a sus empleados el tránsito hacia la nueva situación sin humos. "Desde octubre estamos trabajando el doble", asegura Rhea Sivi. Su secreto: desvelar a los fumadores cuáles son las razones reales de su adicción, enfrentarlos a sus temores y autoengaños. Sin fármacos, sin sustitutivos. Un sistema al que Rodrigo Córdoba pone un reparo porque sólo el 3% de los fumadores es capaz de dejarlo sin ayudas farmacológicas y psicológicas".
En Pretabac prefieren utilizar fármacos que se han demostrado muy eficaces para superar el síndrome de abstinencia de la nicotina. Pero el formato es, en apariencia, muy similar al de Easyway. Todo comienza con una charla en la empresa que les llame, y después, un seguimiento médico y psicológico de los empleados que opten por abandonar el tabaco. Ignacio Iglesias, un ingeniero de telecomunicaciones de 40 años, fundó esta empresa hace tres años al considerar que la nueva demanda social contra el tabaco abría una nueva oportunidad comercial.
Porque es la nueva conciencia social la que ha favorecido esta revolución contra el humo. En los años cuarenta, el Gobierno británico regalaba cigarrillos a sus tropas al considerar que era un producto que aportaba valentía. En los años cincuenta y sesenta simbolizó la rebeldía, la sofisticación urbana y hasta la liberación de la mujer. Ahora, todas las sociedades avanzadas catalogan el tabaquismo como una adicción perjudicial, antisocial y molesta.
En 1954, sir Richard Doll publicó el primer estudio que establecía una relación directa entre el tabaco y el cáncer de pulmón, pero descubrimientos como éste (en 1960 se estableció que la nicotina era, en realidad, una droga) tardaron muchos años en llegar a la opinión pública. A mediados de los años ochenta, Carlos Jiménez era un joven neumólogo que trabajaba en el hospital de La Princesa de Madrid. "Cuando le dije a mi jefe que quería ir al National Adictive Center de la Universidad de Londres para estudiar el tabaquismo, me contestó: '¡Ah!, ¿pero eso tiene tratamiento?", rememora Jiménez.
Carlos Jiménez fundó en 1989 la primera unidad hospitalaria de tabaquismo de España. Dos razones, las mismas que le llevaron a dejar el tabaco, le movieron a ello. "La primera fue el nacimiento de mi hija. Pensé que si crecía viéndome fumar terminaría fumando también", explica este neumólogo. "La segunda fue la impotencia profesional de ver a pacientes con bronquitis crónica, enfisema o cáncer de pulmón. Eran pacientes que, de no fumar, no sufrirían esas enfermedades; dolencias tremendas que les impide, por ejemplo, respirar durante todo el tiempo. Y sin embargo, nosotros por aquel entonces sólo les aportábamos tratamientos sintomáticos, cuando el único posible era erradicar la causa: el tabaco".
Ahora hay en España 90 unidades de tabaquismo, a las que acuden miles de pacientes, y másters en tabaquismo para profesionales sanitarios. En sus tratamientos suelen utilizar parches y chicles de nicotina y Bupropion, un antidepresivo que ha resultado ser eficaz en el tratamiento de la dependencia de la nicotina. También aportan un apoyo psicológico que a los profesionales de la psicología les parece insuficiente. Ellos consideran que la principal adicción del tabaco es la psicológica, porque el cigarrillo se ha convertido, con el paso del tiempo, en un producto que el fumador asocia a todo tipo de situaciones, ya sean placenteras, ya sean de estrés. Y la prueba está en que la mayor parte de las recaídas se produce entre los tres y los seis meses posteriores al último pitillo, cuando la nicotina ya se ha eliminado.
"No hay nada que sirva para tantas cosas como un cigarro", ironiza Paz García Vera, directora de la clínica de la salud de la Universidad Complutense de Madrid y experta en tabaquismo. "El fumador cree encontrar en el tabaco una oportunidad para relajarse, para estimularse, para disminuir su apetito, para jugar al mus El pitillo es incluso una unidad de tiempo". En su clínica se desarrollan unas 4.000 sesiones anuales, y García Vera es testigo de excepción de la angustia que viven hoy día muchos fumadores: "Se sienten abandonados por una sociedad hipócrita que les vendió el tabaco como símbolo de libertad y que ahora les trata como apestados".
Esta psicóloga es favorable a la nueva ley española. Pero considera que la mayor parte de los fumadores necesita tratamiento psicológico, no un mero consejo. Cree que hay que enseñarles estrategias de autocontrol y enfrentarles desde el principio a las peores situaciones, como tomar un café en un bar lleno de gente y tabaco. Por el contrario, ve inadecuado bombardearles con mensajes catastrofistas. "Si te ponen muchas veces en la televisión a un niño con lepra, cambias de canal", explica. "Los mensajes alarmistas sólo generan, al fumador adulto, más ansiedad". Los psicólogos creen que hay que apostar más por los mensajes positivos, por la exhibición de las ventajas a largo plazo, pero sobre todo por la enorme cantidad de ventajas que a corto plazo aporta el abandono del tabaco. Un ejemplo: a los 20 minutos, la presión arterial ya está en cifras normales, y a las ocho horas, se ha normalizado el monóxido de carbono en la sangre. En dos días se ha recuperado el gusto y el olfato perdidos.
Las terribles advertencias que se han incorporado a las cajetillas en toda Europa no parecen disuadir, en efecto, al fumador de dejar de consumir una droga, la nicotina, que se ha demostrado tóxica y con efectos inmediatos en el cerebro. Una droga legal tan adictiva como la heroína, a la que, junto con el alquitrán, se achacan cinco millones de muertes anuales (50.000 sólo en España), el 90% de las muertes por enfermedad obstructiva crónica y el 50% de la mortalidad cardiovascular, entre otras enfermedades. Una droga, en fin, en la que siguen cayendo como moscas los jóvenes -sobre todo las chicas- porque siguen encontrando en el pitillo el mismo símbolo de rebeldía e independencia que le achacaron sus padres.
El Ministerio de Sanidad constata que la industria ha incrementado sus estrategias publicitarias, muchas veces de forma subliminal, sobre todo a medida que avanzan las prohibiciones publicitarias, para promover que los adultos aumenten su consumo, para reducir la motivación para dejarlo, para contribuir a que quienes lo han logrado recaigan y para animar a los niños y adolescentes a experimentar con el tabaco.
La organización Fumadores por la Tolerancia deplora la demonización que está sufriendo el fumador, y también rechaza la nueva ley, que ve demasiado restrictiva y prohibicionista. En su página web, esta organización clama contra una ley que no favorece los acuerdos y las salas de fumadores, aunque también hace un llamamiento a los fumadores para que sean, ante todo, educados y respeten a aquéllos a los que les molesta el humo.
Pero el humo del tabaco, propio o ajeno, no produce sólo una mera molestia. Un informe del especialista en tabaquismo Elisardo Becoña asegura que "la exposición durante una hora al aire contaminado por tabaco (ACHT) equivale a fumarse tres cigarrillos", que "cada año mueren como mínimo 700 españoles debido a la exposición involuntaria al ACHT" y que las principales víctimas son camareros y oficinistas, aunque también afecta de forma significativa a los niños menores de un año.
Carlos Jiménez se indigna: "No podemos hablar de tolerancia ante el primer problema de salud pública de los países desarrollados. ¿Es que acaso se habla de tolerancia hacia la tuberculosis o el sida?".
Ese respeto al derecho del no fumador a no fumar es la base de esta nueva ley que quita el sueño al gremio de la hostelería. Este sector tiene aún un respiro de ocho meses para adaptarse. Los locales de más de cien metros cuadrados deberán establecer zonas separadas para fumadores, de modo que al temor de perder clientela se suma el esfuerzo añadido de acometer reformas. El gremio se pregunta cómo va a mantener a su habitual clientela, acostumbrada a consumir tabaco justamente en sus locales. Los recientes análisis realizados en Irlanda e Italia, donde la prohibición es total, mucho más estricta que la norma española, han demostrado, sin embargo, que el sector no ha sufrido ninguna merma del negocio. Si la clientela ha disminuido en Irlanda es debido a una tendencia descendente ya marcada en años anteriores.
La hostelería teme también los conflictos entre sus clientes. Paz García Vera alerta a este respecto a los no fumadores. Las víctimas, dice, no son las más apropiadas para dirimir las posibles confrontaciones. Hace un llamamiento a que todos hagan un esfuerzo de mutua comprensión y recuerda a los fumadores que todos esos beneficios que achacan al tabaco son perfectamente sustituibles. "Es curioso, yo he visto a gente fumando para relajarse que, en realidad, estaba aplicando estrategias de respiración profunda que son las que relajan".
Inténtelo. No se deje llevar por la ansiedad. Aspire hondo ese aire libre de humos. Si es fumador, sus pulmones se lo agradecerán; si no lo es, también.
Que lo disfruten.
Lina Mateos. "En los descansos me los fumo doblados". 28 años. Recepcionista.
Hace malabares para fumarse un cigarro entre el teléfono que no para y su misión de cara al público. "Aprovecho cuando voy al baño o a Correos. En los descansos me los fumo doblados en las escaleras". Dice que ahora fuma más rápido. "Desde luego, gasto más: entre los que tiro porque no me da tiempo a acabarlos y los que me fumo a toda pastilla ". En total, una cajetilla al día, casi toda consumida por las tardes, que es cuando el teléfono la deja en paz. Una vez consiguió dejarlo durante un año y nueve meses: "Volví por gilipollas. Pensé: tres cigarrillos como mucho al día, y al mes ya me estaba fumando un paquete". En entrevistas de trabajo le han preguntado si fuma, pero no le han puesto problemas tras responder que sí. Sin embargo, a una amiga no la contrataron por no fumar. "Le dijeron: 'Aquí fuma todo dios, y alguien que no fume, no va a aguantar". Lina asegura que hoy deja el tabaco.
Álvaro Garrido. "Con acuerdos no hay ley que valga". 32 años. Editor y presidente del Club de Fumadores por la Tolerancia (www.clubfumadores.org).
Un total de 70.000 socios, la revista 'El Fumador' y una 'web' (www.fumadoresporlatolerancia.org). Éste es el bastión de los fumadores españoles fundado en 1995. A la cabeza, Álvaro Garrido, que se define como fumador moderado -"sólo puros, uno cada día"-. "Vamos a darle seis meses a la ley, a ver qué pasa en la calle, pero creemos que una norma que se basa en la prohibición y la sanción no funciona". Está convencido de que la sociedad no demanda una ley tan radical. "Aquí, en las bodas se regalan puros". El club ha recibido este año más denuncias que nunca por discriminación de fumadores en procesos de selección de personal. "En una mañana entramos en Internet y encontramos 70 ofertas de trabajo en las que se ponía: 'Imprescindible no fumador". La única "con fundamento" era la de degustador de dulces.
Josep Maria Ramón Torrell. "Si no lo quiere dejar, no podemos hacer nada"
50 años. Jefe de servicio de la unidad de tabaquismo del hospital de Bellvitge (Barcelona).
En el último año se le han duplicado los pacientes que quieren dejar el tabaco. "Muchas veces, el fumador cree que es imposible, pero cada día hay miles que lo dejan". Eso sí, no es cosa de coser y cantar. "Sólo el 3% dejará de fumar como un acto de voluntad". El resto necesitará apoyo psicológico, tirar de chicles y parches de nicotina o de fármacos. Pero no hay que dramatizar: "Las recaídas o pequeños consumos a lo largo del proceso no son un fracaso, son un paso más en el tratamiento". Desde 1992 trata con fumadores, y él mismo lo ha sido. Para él, el fumador es "un adicto crónico a la nicotina, un enfermo". Por eso ve necesarios los tratamientos financiados por la Seguridad Social. Su mejor paciente es el que llega convencido. A los demás les advierte: "Si usted no quiere, nosotros no podemos hacer nada".
José Enrique Martínez Rubio. "Muchas familias viven de esto". 34 años. Estanquero.
Viene de una familia con más de 20 años en el negocio. "Es un sector con muchas restricciones, no puedes vender donde quieras; el Estado marca el precio de venta y hay muchos controles. Esto ha sido así desde el principio de los tiempos". A partir de hoy, los estancos son uno de los sitios donde se permite la venta de tabaco (el otro son las máquinas expendedoras, licencia mediante). El supuesto beneficio ha caído como una ducha fría en el gremio. "Perdemos clientes fijos muy buenos, como las gasolineras o los restaurantes, que ya no pueden vender tabaco. Aquí nadie está tranquilo. Tendrían que ofrecernos una salida porque muchas familias viven de esto". En el estanco de José Enrique, que no fuma, las marcas baratas se agotan ahora en tiempo récord.
Esperanza López Calvo. "Si me ponen una multa la recurriré o la pagaré". 50 años. Empresaria.
"Estás hablando con una fumadora compulsiva, no con cualquiera". Esperanza fuma desde los 15 años entre tres y cuatro paquetes diarios. "Utilizo el cigarrillo para pensar, suena el teléfono y me enciendo uno, tengo una conversación complicada con un cliente y fumo; hay que dar una respuesta rápida y abro el bolso, saco el paquete, enciendo un cigarrillo y gano tiempo". Lo dice alto y claro: "Esta ley no me protege, me acosa y me perjudica porque me quieren multar". En su empresa hay 17 trabajadores, y sólo uno no fuma y no se queja. "Aquí seguiremos fumando si todos queremos. Si me ponen una multa la recurriré o la pagaré, pero voy a seguir ejerciendo mi derecho a fumar cuando quiera". No pasa porque sus empleados tengan que salir a la calle a fumar.
Víctor Pedreira. "Cerraremos la zona del billar para fumadores". 31 años. Actor y responsable del Moe ('pub' en una zona céntrica de Madrid).
El Moe tiene más de cien metros cuadrados y una obra por delante para cumplir la ley. "Cerraremos la parte del billar y ahí pondremos la máquina de tabaco. Hasta los fumadores agradecerán no tener humo. En lugar de sala de fumadores pondremos una zona para ir a fumar". Víctor era fumador y lo dejó hace nueve meses. "El primer día que no fumé trabajaba en el bar, y lo hice en plan terapia de choque: si supero una noche aquí puedo hacerlo. Los no fumadores rara vez se quejan, todo el mundo aguanta". Sólo hay que oler la ropa a la mañana siguiente. "Todo apesta. Cada día, la camiseta, el jersey y los pantalones, a lavar. Los camareros no fumadores están encantados". ¿Se cumplirá la ley? "Habrá que cumplirla, pero sólo te multan si te ven, y sólo te ven si te quieren ver".
Marta Grau. "Si unos salen a fumar, el resto trabaja el doble". Directora de recursos humanos del grupo editorial Random House Mondadori.
Antes de dejar de fumar hace 15 años se metía dos paquetes diarios de Ducados entre pecho y espalda. Ahora, Marta tiene en su mano la decisión de permitir o no que los fumadores de su empresa (el 40% de la plantilla) puedan salir a la calle a fumar. "Hicimos un referéndum para preguntar si se permitía el tabaco en la empresa y ganó el no". Desde entonces se ha fumado en las escaleras. "Pusimos unos ceniceros, y un día alguien llevó unas sillas al rellano, pero yo las quité". Los no fumadores se quejan porque dicen que los otros tienen más tiempo de descanso. En los almacenes, el trabajo se desarrolla en cadena. "Si unos salen, los que se quedan trabajan el doble. Hubiera preferido que la ley dejara más libertad a las empresas sobre las salas de fumadores".
Raquel FernÁndez Megina. "Sólo la industria niega que el fumador pasivo existe". 32 años. Presidenta de Nofumadores.org y empleada de una multinacional (www.nofumadores.org).
Cambió de trabajo tras pasar años en una oficina "acosada" por fumadores. Raquel Fernández se fue a Londres y entró en una empresa libre de humo. Fue una revelación: "Me hizo ver que otro mundo era posible". En otoño de 2004 puso en marcha Nofumadores.org junto a un grupo de personas de todas las edades y profesiones que se consideran fumadores pasivos. "Somos un movimiento ciudadano que pide tolerancia para los que no fumamos". En sus foros, los no fumadores cuentan historias de "atropello" a sus derechos. "Hablamos de atropello porque, según la Organización de Consumidores y Usuarios, en España se fuma en el 75% de los lugares en los que está prohibido hacerlo". Ahora, Nofumadores.org investiga el consumo de tabaco en los "antequirófanos de algunos hospitales". En los foros de Nofumadores.org hablan embarazadas que tienen que tragar humo durante su jornada laboral y camareros obligados a fumar en el trabajo. "El fumador pasivo sólo es una entelequia para las tabacaleras. El año pasado murieron en España al menos 700 personas por enfermedades relacionadas con la exposición involuntaria al humo del tabaco".
Alfonso Seijo. "Seremos bar de fumadores para no perder clientes". 41 años. Encargado de Casa Manolo, restaurante de Madrid frecuentado por los diputados.
Situado detrás del Congreso de los Diputados, Casa Manolo tiene una clientela de lujo: en las comidas, sus señorías, y en las cenas, "el artisteo" del Círculo de Bellas Artes y los teatros aledaños. Las sobremesas de los diputados son atómicas: "Siempre están muy liados, tienen mucha prisa. Si hay Pleno a las cuatro, comen y salen pitando. Fuman entre el primero y el segundo". Alfonso es fumador hace 20 años, pero se corta de cara al público: "No podemos estar con el cigarro despachando una de croquetas, pero buscas el minuto y te escapas al servicio a echarte uno de vez en cuando". La ley antitabaco le parece "bien, en el fondo", pero se rebela porque "el Estado prohíbe, pero sigue recaudando impuestos por el tabaco". Casa Manolo tiene menos de cien metros cuadrados y no se puede dividir en zonas. "Nos quedamos como bar de fumadores porque si cuelgo el cartel de 'prohibido fumar' se me va todo el mundo. Las pocas quejas son de extranjeros". En Casa Manolo, ya hubo revuelo hace dos años, cuando se prohibió fumar en el Congreso: "La gente preguntaba antes de ver el menú: '¿Aquí se puede fumar?', y yo les tranquilizaba: 'De momento'. Ahora la respuesta es la misma: 'De momento, en Casa Manolo se fuma".
Algunas pistas
Antes del Día D identifique los momentos en los que se siente más débil ante el tabaco. Le ayudará llenar esos minutos con alguna actividad que le mantenga las manos ocupadas.
El día D no se levante por la mañana pensando que no volverá a fumar en la vida. Es mejor no ser tan ambicioso y decir: hoy no fumo. De paso, quítese de en medio las bebidas estimulantes que le despierten el gusanillo. Un clásico suele ser el café.
Haga desaparecer de su vista los ceniceros, los mecheros o cualquier objeto que asocie al acto de fumar. No vuelva a comprar tabaco y nunca regale cigarrillos.
Cuando le venga el deseo de fumar piense que sólo serán cinco minutos, y que pasarán. Busque cómo superarlos. Las ganas de fumar no pueden evitarse y hay que aprender a plantarles cara con trampas. Si no quiere engordar, no se atiborre a frutos secos y coma caramelos y chicles sin azúcar o alguna fruta. A medida que pasan los días, estos momentos serán menos y más llevaderos.
En caso de fracaso estrepitoso, no pasa nada. Se trata de volver a fijar una fecha y empezar otra vez. Ya lo dicen los expertos: "Un intento de dejar de fumar siempre es un éxito".
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