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Reportaje:

Factoría Mariscal

Abrió el camino a los diseñadores estrella. Javier Mariscal fue el emblema de la modernidad, casi un logotipo de lo español. A partir del próximo domingo, los lectores de EL PAÍS podrán tener en sus casas una muestra de su ingenio, una cubertería completa realizada en exclusiva por el autor de Cobi.

Juan Cruz

Fuimos a almorzar con tres de los Mariscal a un bar, Els Pescadors, de Poble Nou, en Barcelona. Eran Santi, Pedrín y, claro, Javier. Ellos se presentaban, daban sus tarjetas, y si no sabías que eran hermanos de Javier Mariscal, podías pensar que eran unos compañeros de trabajo muy bien avenidos. Por el ambiente que se respira en el estudio, donde todo el mundo entra y sale como si allí hiciera su vida y no sólo su trabajo, no es extraño que haya tantos allegados del diseñador de Cobi y de muchos hitos más, pero ¿y estos dos, Santi y Pedrín, por qué le tratan así, como si fueran familia? Le riñen, pero le acarician; le hacen bromas, pero de vez en cuando le sueltan una ternura. ¿Qué pasa con estos dos Errando, Santi y Pedrín? ¿Qué tienen que ver con Javier Mariscal?

"No sé nada de dinero y les dije a mis hermanos: 'Venid, ayudadme, que siempre me arruino'
"Soy como una mariposa que va de flor en flor, siempre me ha gustado romper fronteras"

Es que son hermanos. Javier se llamaría, como ellos, Errando Mariscal, pero se cambió de orden los apellidos a los 30 años, y se llama Javier Mariscal Errando. En la lejanía hay la historia de un abuelo que se va, una abuela que no lo quiere ver más y que hace desaparecer del porvenir el apellido Mariscal. Javier recuperó el apellido, y desde hace años (sobre todo desde Cobi, el perro que se convirtió en emblema de los Juegos Olímpicos de 1992) es uno de los grandes diseñadores del mundo, que recibiría cartas en su espléndido estudio-casa-taller-lugar-de-fiesta que tiene en Barcelona aunque no pusieran en el sobre sino el apellido Mariscal.

"Nunca nos hablaban del abuelo, hasta que mi madre me lo dijo, cuando yo tenía quince años?". Javier (o Xavier, a él le da igual) mantuvo el Mariscal proscrito y los otros se llaman Errando; estos dos que están aquí, comiéndose un exquisito arroz caldoso en un lugar donde lo hacen bien, son parte de su ser, en el negocio y en la vida; le ayudan a decidir, a veces son el alma que vuela, y otras, el alma que aterriza, porque al diseñador se le va la olla a ratos y actúa, para su mal, dice él, "como si fuera aún el adolescente de los quince años".

Se agruparon con él, sobre todo, cuando recibió el encargo de la mascota olímpica; "teníamos que hacer", cuenta Mariscal, "un equipo de cinco o diez personas para hacer un buen desarrollo de lo que me habían pedido". No era soplar y hacer botellas; era lo más serio que le había pasado en la vida, desde el punto de vista profesional. "Tenías que crear un sistema estético, y una metodología que explicara por qué hacía las cosas así". En el proceso de hacerse, Javier se arruinó dos veces; la segunda vez pidió socorro, "o más o menos", y vinieron con él estos dos Errando que están comiendo arroz con nosotros, Santi y Pedrín. Santi "sabe mucho de hacer empresas". Y Pedrín se dedicaba a la moda. "Yo no sé nada de dinero, y les dije: 'Venid, ayudadme, que siempre me arruino cuando me meto en asuntos de producción".

Y vinieron, en 1988, un año después de que Javier Mariscal pusiera su pica en la exposición Nuevas Tendencias, en el Centro Georges Pompidou. El único español. Ahí se inauguró él, y un año después se inauguró el estudio. Y hoy día, este universo que alterna las bicicletas, los libros y las manzanas con cientos de proyectos que van de Japón a Estados Unidos pasando por España ?en este momento, cuando estamos allí, están ultimando una cubertería Mariscal para las promociones de otoño de EL PAÍS? "existe gracias a ellos y a un equipo formidable, no veas lo feliz que yo soy aquí, ¡si hasta tengo ganas de venir a trabajar cada día!".

Han sabido crear una estructura "sin matar la alegría". En el estudio no hay horarios, hay vacaciones bastante generosas (un mes en verano, diez o doce días en Navidad, quince días en Semana Santa?), "y se procura que cuando alguien tiene un niño no venga en nueve meses?". Pero nadie recibe a nadie diciendo: "Oye, que hoy has venido a las doce?, o ¿qué haces ahí, tumbado en el sofá?". De hecho, vimos a gente tumbada en el sofá, a otros los vimos recogiendo tomates de la huerta, y cuando reciben al jefe y a sus hermanos, la chica que lleva el restaurante que sirve a la comunidad de quince empresas que hay en la zona ("y que cocina de puta madre") les celebra con un saludo que se convierte en descriptivo, literal: "¡Hola, familia!". El resultado, dice Javier, "es que todo el mundo trabaja muchas más horas de las que en realidad les tocarían".

El clima es ése, de cierto relajo creativo, en el que el imán es Mariscal. "Pero he aprendido a delegar muchísimo. Y Santi y Pedrín han sabido crear un equilibrio entre mi carácter y el negocio, se acuerdan de que hay que volver a clientes cuyos trabajos no me interesaron en un principio pero que luego resulta que pueden ser muy cachondos. Muchas veces, los que vamos de planteamientos muy creativos (¡y todo el mundo es creativo, ojo!) caemos en manías un poco infantiles: no tienes en cuenta lo que es un préstamo, desconocemos la cultura de los bancos, que es durísima? El diseño es muy bonito, hablas de cosas que puedes hacer tú mismo, pero estás rodeado de presupuestos y de limitaciones tecnológicas; el nuestro es un universo mucho más amable que el de las finanzas, ¡pero existe el mundo del dinero!".

Santi, como gerente, "ha entendido que no estamos aquí por negocio, pero no es cosa de no gestionar, porque los treinta que estamos aquí queremos cobrar a fin de mes". Mariscal habla del lugar de trabajo como si formara parte de la idea: "Lo que queremos es vivir bien, divertirnos mucho; correr riesgos, tratar todos los problemas de diseño que nos traigan los clientes, pero viviendo bien. Nos entra la luz, el sol, tenemos buena música en el estudio, hay muy buena relación entre la gente, los encargos que nos proponen son muy interesantes. Es raro que aparezca un trabajo aburrido y burocrático. ¡La gente nos ofrece proyectos que son puros regalos, y nos pagan por hacerlos! Mira el encargo que nos ha hecho EL PAÍS. Pues lo hemos estudiado de cabo a rabo, hemos tenido en cuenta lo que necesita el periódico, que esto vaya al minero de Asturias y a la señora de Cádiz, y lo hacemos para que todo el mundo se sienta satisfecho, y nosotros, los primeros".

O les pide un diseño Bancaja, "y nosotros nos estudiamos la cultura de Bancaja, que quiere ser más transparente, que desea estar más cerca del cliente. En general, vivimos en una cultura que no tiene nada que ver con aquella en la que nos criamos; antes no había llaves para las casas, cerrabas o dejabas abierto, daba igual; ahora las cosas han cambiado mucho, y esas transformaciones demandan diseño; ya la gente no se conforma con cualquier cosa, con cualquier coche, con cualquier asiento, con cualquier cubierto. ¿No lo ves?, estás aquí comiendo y te preocupa tanto la comida como el plato en el que te la sirven, ¿y antes cómo te ibas a dar cuenta de eso? Existe el diseño, celebrémoslo".

Y alzó una copa de vino blanco que contempló un rato, dándole vueltas.

Siempre le ha interesado innovar, dice, cambiar, "soy como una mariposa que va de flor en flor; siempre me ha gustado lo global, romper fronteras; cuando yo expuse en el Pompidou, en París, en 1987, era de los pocos españoles que habían ido por ahí fuera; habían viajado Ortega y Ramón y Cajal, y pocos más; se nos veía como gente de boina. ¡Y fíjate cómo ha cambiado todo en veinte años! Pero siguen faltando tres cosas". ¿Qué tres cosas, Mariscal? "Cultura, cultura y cultura". Hasta hace años, dice, "aquí había mogollón de nada, y no sería bueno que la gente se empalagara pensando que ahora hay mogollón de todo. Para estar bien, un día los maestros tendrían que ir en Mercedes, y los directores de periódicos, en bicicleta o en metro".

Lo primero que pensaron, a la hora de buscar el estudio, es que no debía tener muchas escaleras, y de hecho tiene unas, bastante cómodas, al fondo, que dan al archivo histórico de los hitos de Mariscal; así que tenía que ser un bajo, un espacio generoso, con magia, con sol, que hubiera muchos sofás? Cobi fue el detonante, y casi fue una metáfora de lo que querían hacer los hermanos Errando: "Buscábamos dar una seña de modernidad; esa asimetría del perro ya apelaba a la novedad"; y ahora resulta que la sombra de Cobi es tan alargada que un señor de Bilbao que iba a ver el hotel Domine (frente al Guggenheim, una de las últimas obras de Mariscal) le preguntó al diseñador: "Oiga, las camas no tendrán forma de Cobi, ¿verdad?". "¡La gente está acojonada por si se encuentra con una mariscalada!", ríe Javier.

Cobi es un pasado bien nutritivo, pero a él le encanta hablar del futuro, "¡el futuro es siempre de la luz! Y lo más mágico del estudio es la luz, ¡a ver si la fotografían!". Y la otra magia es la relación entre los hermanos: como si hubieran ensayado una coordinación verbal, no se quitan la palabra, se la dan. Javier nació el 9 de febrero de 1950, y Pedrín (el director creativo) vino al mundo nueve años más tarde, ¡el mismo día!; cuando era chico, Pedrín también dibujaba, "¡y me salía como a Javi!". Hablan junto a una mesa de madera, en medio del barullo limitado del estudio, entran y salen con las bicicletas, Javier enseña sus motos antiguas, una arquitecta le muestra desarrollos que él valora con el dedo gordo de la mano hacia arriba? No hay una habitación cerrada para hablar, en ningún sitio del estudio, y algunos clientes la echan de menos. "Si esto es como D'Artagnan, aquí estamos todos con todos".

El estudio está en Palo Alto (Barcelona); desde hace años, en la puerta principal (hay otra, que da a la huerta de tomates) hay una inscripción, en letras mayúsculas y rojas: "NO WAR". Las paredes exteriores están recubiertas de una parra virgen que parece una planta de diseño: va avisando de las estaciones, como un reloj o como un termómetro: cuando le da el viento hace leves movimientos ondulatorios, como una caricia de la pared; cuando viene el otoño se cae; en la primavera es verde? "Es la segunda piel del edificio"? Sobre la mesa grande de la zona del estudio por la que entramos hay desplegado, como una escultura, una versión en inglés, dibujada por Mariscal, de las recetas de Simone Ortega. "Es una versión para norteamericanos rápidos". Es una especie de libro de misa culinaria al que Mariscal le ha dibujado cerdos (los cerdos de Mariscal), hortalizas, frutas?, todo aquello que es la esencia de la cocina del mercado en la que se basa el famoso libro de la viuda del fundador de EL PAÍS? "La cocina va de trocear, cortar, y luego fregar, y lo que más me pone, francamente, es fregar". Mariscal señala un dibujo complejísimo, "pero ese que parece tan complicado, si lo tengo claro, me cuesta un minuto". Nos suben a la planta alta, al archivo. ¿Y si se quema? "Bien quemado estará. ¡Dentro de quinientos años, que digo quinientos, dentro de cincuenta años ya nada será nada!".

No lo dicen porque eso tenga que ver con el apellido que los hermanos exhiben, pero en este estudio hay un leitmotiv, acaso el único libro de estilo: "Trabajamos con el sistema de acierto-error. El mejor método, para avanzar, es errar". Trabajan Errando. "A veces acertamos, no creas", dice Santi.

"Nadie hizo nada solo", dice Mariscal. "Llegas a Barcelona y te encuentras con Gaudí. Estaba rodeado de forjadores, ebanistas, rotulistas. Alguien tenía que trabajar el yeso, la piedra. En el estudio tenemos arquitectos haciendo arquitectura o interiorismo, hay diseño industrial, diseñamos páginas web. Yo soy muy antiguo, me gusta más el papel, pero el tiempo viene por ahí, ¿cómo no vas a enterarte de lo que es el mundo digital? Y aquí hacemos grafismo, audiovisuales, imagen corporativa, teatro, música, ¡y la siesta, y cuando hay tiempo, follamos también!".

Hubo un tiempo en que Javier no podía escuchar la palabra marketing. Se ha ido adaptando. Tampoco le entraba en la cabeza que lo primero fuera el proyecto, "mucho más que el cliente", dice Pedrín. "Lo mejor del estudio es que se sigue haciendo", dice Santi, "y se sigue innovando gracias a que a Javi le empiezan a interesar cosas que antes no le interesaban tanto, la arquitectura, por ejemplo, y eso se nota en la cuenta de resultados, en la solidez de la empresa. Gracias a esta situación nos podemos dedicar mucho más a pensar y a los proyectos que a ganar dinero. El dinero al final llega, si la energía se pone en el sitio adecuado". "Es que sería estúpido", dice Javier, "dedicar la energía a aquello que no te va a dar satisfacciones. Hay gente que gasta su energía en tener yates". "Y después se lo gastan en psiquiatras", le dice Santi. "Eso, se lo gastan en psiquiatras".

Le preguntamos a Mariscal. Imagine que alguien entra en su estudio y usted se lo enseña. ¿Por dónde tiene que ir?

?Si tiene tiempo, debe hacer lo que nosotros hemos hecho, entrar por detrás. Pero en todo caso debe saber si está nublado, porque la luz es importante, tenemos la suerte de vivir en un país con mucha luminosidad, y aquí la luz me parece que está muy bien tamizada, quizá es lo más importante del estudio. Y luego, para mí es muy importante que haya comida, manzanas, vida, bocadillos. Un sitio donde la gente se junte a comer y a hablar, un bocata junta mucho. Éste es un estudio de creación, la gente tiene que hablar. A lo mejor un estudio de producción es distinto, tiene más limitaciones de horarios, pero aquí toda esta luminosidad llama a eso, a que la gente se haga su propio tiempo, su propio sistema de trabajo, ¡y su propio bocata!

?Y la gente se busca su sitio.

?Ésa es la esencia. Todo el mundo se va acoplando a su sitio, y entre todos me lo van buscando a mí. El que más sabe de animación es el que hace la animación; el que más sabe de programación se dedica a la programación, la chica que lleva la web es la que toma las decisiones de la web? Esta chica es Alba, viene de Madrid, es programadora, estamos encantados con lo que ella inventó. Yo he hecho algunas sugerencias, pero no me entero de nada.

?Dice Santi que el estudio evolucionó con los encargos.

?Al principio, todo era un poco desastroso y yo me sentía muy mal, no sabía explicar por qué hacía las cosas, mi metodología era fatal, me costaba mucho delegar, y gracias a éstos, ahora las cosas me caen y soy capaz de explicarlas y de hacerlas. La clave es el método de prueba y error, y, como dice Santi, llevar a cabo una idea: "No institucionalicemos nada, no demos nada por sabido. Hay que trabajar las cosas como si fueran la primera oportunidad. Yo me llamo Errando, pues no demos nada como terminado, pensemos que errando también se hacen las cosas. Si no hay lugar para el error, no hay lugar para aprender".

"El futuro es de la luz, de la gente que innova, que se equivoca, de aquellos que se ponen al día", dice Mariscal. ¿Y cuándo encontró él la luz? "Nunca. Yo vivo de ser, tengo un problema psiquiátrico muy grande, desde que nací. Normalmente, lo que hago me parece una chapuza, un bluf, pero de pronto me vienen trabajos que desarrollo y que me parecen buenos, y entonces me emociono. ¡Nunca he visto que tengo una luz, siempre voy con una linterna! ¡Soy un Errando, me puedo equivocar haciendo honor a mi apellido! Me encanta que me paguen por lo que me divierte, y siempre ha sido así. Yo he limpiado piscinas, he fregado platos. Eso de fregar platos es un trabajo muy bonito: de repente hay muchos platos muy sucios y se amontonan más y más, y además hay sartenes, oye, qué curro, y eso me gusta? Y lo dejo todo limpio".

Es así desde los 31 años, cuando dejó Bruguera, "y ya vivía de los dibujos horrorosos que hacía". Y sigue con una obsesión: identificar el problema, hallar la solución y hacer cada vez mejor las cosas. "Si te piden diseñar un móvil, que lo devuelvas mejor; si te dan un hotel, lograr que sea más habitable; si te solicitan unos cubiertos, que sean más sencillos y a la vez más originales; si te dan un perro, hacer un Cobi?".

?¿Y cómo es trabajar con hermanos?

?Yo, Pedrín, soy el octavo; Santi, el noveno. Somos 11 hermanos, o sea, que nacimos en una casa con un huevo de hermanos.

?Pero nosotros ?dice Mariscal? no vamos de hermanos.

?Lo cierto es que yo nazco ya con un montón de gente en casa, hasta el punto de que me ha costado vivir solo. Y tendemos a organizar nuestra relación como si fuera la de una gran familia. Javier se vino a Barcelona y aquí se hizo como una familia, siempre rodeado de gente.

?Aquí llevamos la vida del trabajo; cuando salimos nos llamamos para preguntar por la familia ?cuenta Santi?. Pero hay momentos en que sólo con mirarnos ya sabemos de qué va la cosa, y nos entendemos.

Pedrín tenía "una especie de tienda de fashion y nos fuimos a tomar por culo"; Santi venía de cerrar otra historia, y se impuso darle a Mariscal, a su estudio, "un contenido más conceptual", introdujo lo que él llama "la disciplina del texto", y, por tanto, le ayudó a explicarse, "a madurar". Pedrín le dio "códigos estéticos", un concepto muy potente, "jo, tío, tú ni sabes lo que me has dado".

Lo que han encontrado, dice Santi Errando, es el equilibrio "que hiciera posible este sueño". Ellos llaman sueño a pasárselo bien, y lo hacen hasta recordando cómo diseñó Mariscal una escobilla de váter que aún tiene en casa, "mira tú qué escobilla más cachonda, qué color verde tan agradable", o cuando inventó el carrito en el que ahora lleva las ensaladas, "se pliega y se abre, funciona de puta madre". Todo eso, lo que inventa o lo que le inventan, "me hace la vida más agradable, ¿y qué es el diseño sino hacerle agradable la vida a la gente? Gracias al diseño, a la innovación, la gente se siente más feliz, ¿o no?".

Han sido "18 años de invención", desde que el estudio echó a andar con los Errando dándole sentido al apellido Mariscal. Primero, Cobi, "ya se sabe, ese perro pastor de los Pirineos aplastado por un camión TIR y que, pese a semejante circunstancia, fue capaz de promocionar como nadie los Juegos Olímpicos de Barcelona 92?"; Acuarinto, la atracción que Estudio Mariscal diseñó para el parque temático Huis Ten Bosch, que recrea un escenario típico holandés en las afueras de Nagasaki; Socialdemokraterna, encargado en 1991 por los socialdemócratas suecos para dar una nueva imagen a su partido; la rosa socialista se convirtió en una cara que mira de frente; con ella, los socialistas ganaron las elecciones; Twipsy, la mascota de la Expo Hannover 2000, "una criatura que llegó de un pasado tan lejano como el Big Bang; antes fue estrella, huevo frito, célula, invertebrado?"; Colors, el espectáculo multimedia que preparó Mariscal para el Festival de Perelada, "una iniciativa que obligó al estudio a enfrentarse a retos desconocidos, investigar nuevas soluciones gráficas y técnicas y trabajar y sufrir en equipo. Se abandonó no por falta de público, sino porque económicamente no se aguantaba"; Gran Hotel Domine Bilbao, que se inauguró en 2002, "y gana con los años"; "se diseñó todo, de la fachada a los ceniceros, pasando por la parte gráfica, el interiorismo y los uniformes". El primer cinco estrellas de autor de España. "Un lujo de encargo", dicen en el estudio, "porque a Mariscal y a Fernando Salas se les dejó hacer lo que quisieron, sin impedimentos, sin restricciones, sin racanerías. Por eso funciona y no decae". Y, por último, Calle 54, "la realización de la imagen gráfica de la película de Fernando Trueba". Ahora el diseñador y el cineasta son uña y carne, como si Trueba hubiera pasado a formar parte de la larga, inmensa, familia de los Errando Mariscal. Ahora están preparando Trueba y Mariscal una película de dibujos animados: una relación de amor y música en muchas de las geografías de Cuba.

En los mil metros cuadrados de Palo Alto hay quince empresas, una de ellas es este estudio en el que se trabajan con tanto mimo los tomates como las páginas web. En las dos plantas hay gente que se afana en cuarenta proyectos nuevos: "la película, una tienda para una cadena internacional muy potente de moda, una serie de muebles, una colección de utensilios para un medio de comunicación muy importante, un banco en Internet, un libro de cocina"? Para hacer todo eso tendrán que venir a trabajar por la noche. "Jamás". ¿Y si se le ocurre una idea, Mariscal? "Nunca se me ocurre una idea. Me llegan, alguien me dice: '¿Por qué no haces esto?'. Y yo lo hago. Así funciona desde que era un niño y mi padre me pedía que le hablara al gobernador civil. Pues le decía burradas. A lo mejor es lo que esperan".

¿Y qué es lo que más le ha costado diseñar? "Si te digo la verdad, yo no he diseñado nada. ¡Pero cómo me puedes hacer esta pregunta! ¡Si pareces recién salido de una escuela de periodismo! Me parece de un garrulo que te mueres".

Cuando nos vamos es cuando Mariscal nos enseña la buganvilla, que se mueve como si fuera la segunda piel del estudio. "Si desapareciera, tío, yo creo que desaparecería el estudio. Y es que la piel a veces es todo. Como en el diseño. La piel es todo. Lo más profundo también".

Los Errando, con Mariscal.

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