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La división de los rebeldes enturbia la formación del nuevo Gobierno libio

Los gadafistas resisten en Sirte y Bani Walid, pese a los bombardeos de la OTAN

Francisco Peregil

Nadie dijo que fuera a ser fácil implantar la democracia en Libia. El Consejo Nacional de Transición, el órgano que ha gobernado una parte del país durante los seis meses de guerra, se había propuesto este mes pactar un Gobierno que administrase el país hasta las primeras elecciones. El día elegido para anunciar los cargos era el pasado domingo y el lugar designado, Bengasi.

Se trataba de hacer pública la composición del nuevo Gobierno antes de que el presidente interino de Libia, Mustafá Abdel Yalil, y su primer ministro, Mahmud Yibril, tomaran el avión ayer para acudir a la Asamblea General de la ONU. Pero Yibril tuvo que comparecer ante la prensa el domingo con las manos vacías. Y con las manos vacías llegaron a Nueva York.

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Las tesis sobre la imposibilidad de un acuerdo son variadas. Hay quien sostiene que el principal obstáculo es el propio Mahmud Yibril, a quien se pretende desbancar como primer ministro. La razón que aducen sus detractores apunta a que trabajó como responsable del Consejo de Desarrollo entre 2007 y 2011 y fue una persona asociada al régimen de Gadafi. El presidente, Abdel Yalil, también pertenecía al régimen. Era ministro de Justicia, pero a su favor consta que desafió públicamente a Gadafi en febrero como nunca antes lo había hecho ningún ministro árabe ante su jefe de Estado.

Otro de los motivos barajados para explicar el retraso en la formación de un Gobierno radica en que hay ciudades como Misrata que exigen tener más participación en el Ejecutivo. Otro argumento coloca a los radicales religiosos como principal obstáculo para pactar un acuerdo, ya que demandan su cuota de poder. "Los religiosos no son ningún problema ahora mismo", indica Mohamed Shebani, de 69 años. Shebani llevaba 32 años exiliado y adquirió notoriedad en el país durante la revuelta por sus intervenciones contra Gadafi en la televisión Al Arabiya. "Hoy por hoy, los Hermanos Musulmanes no pintan nada en Libia. La verdadera razón es que Abdel Yalil delega en Yibril y Yibril no conoce este país. Ha residido mucho tiempo fuera, como yo. Y en vez de abrirse a la gente, los dos se esconden para no mostrar su incapacidad. Si no se hubieran ido a Nueva York y hubieran anunciado la lista de ministros que está circulando por Internet, habría manifestaciones en Trípoli, porque la gente no conoce a casi ninguno de esos nombres. Y la gente no está contenta con Yibril de primer ministro".

"Yibril es un burócrata y está formando un Gobierno de tecnócratas", señala Domeie el Fessi, un estudiante que intenta impulsar una ONG con el nombre de La Voz Nacional de los Jóvenes. "Probablemente ahora se necesitan tecnócratas en vez de jóvenes, pero es que esos tecnócratas han robado durante mucho tiempo en este país", añade.

Si en el frente político los rebeldes han avanzado poco, en el militar tampoco han hecho grandes progresos en las últimas semanas. Tanto en Sirte como en Bani Walid los gadafistas resisten, a pesar de que no pasa un día sin que la OTAN bombardee las dos ciudades.

El portavoz militar de los rebeldes, el coronel Ahmed Bani, calificó ayer de "catástrofe humanitaria" la situación de la población civil en Bani Walid, a unos 170 kilómetros de Trípoli. El coronel señaló que la ciudad está rodeada y que, como no pueden acceder a los alimentos de fuera, las tropas "han robado las casas y almacenes". El sábado, el mismo oficial indicó que la toma de los dos bastiones iba a ser "cuestión de días". Un periodista le preguntó que, si tan mala era la situación de los civiles, ¿por qué tardaba tanto el Ejército rebelde en conquistar la ciudad? "Como dije el otro día", respondió, "la geografía montañosa del lugar hace que los mercenarios francotiradores disparen a nuestras tropas desde lo alto de las montañas. Además, muchos soldados nuestros no conocen Bani Walid".

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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