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Análisis:Violencia étnica en China
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

La desesperación uigur y sus riesgos

Los incidentes de los últimos días en Urumqi son una nueva muestra del incontenible malestar uigur y de la tensión en sus relaciones con los chinos de la etnia han, cuya respuesta virulenta es un elemento novedoso y que augura un panorama crecientemente tenso y conflictivo en la región de Xinjiang.

La manifestación uigur de Urumqi no puede interpretarse más que como un acto de rabia y desesperación social de una comunidad frente a su duro presente y, sobre todo, su incierto futuro. Las posibilidades de obtener algún resultado más allá de un caos momentáneo en un entorno urbano como el de Urumqi son completamente nulas. Se trata de una ciudad de más de dos millones de habitantes, grandes avenidas y, lo más relevante, en la que los uigures están lejos de constituir la mayoría. Además, y como indicio del probable carácter espontáneo, no estuvo acompañada de protestas similares en otras ciudades, fundamentalmente de la zona meridional, donde los uigures sí pueden poner en mayores aprietos a las fuerzas de seguridad chinas.

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Por lo tanto es más que improbable que los manifestantes uigures albergarán expectativas de estar dando el primer paso hacia la constitución de un Turkestán oriental o Uigurstán independiente, un anhelo compartido por la mayor parte de los uigures, pero completamente quimérico en el contexto actual.

También es muy dudoso, como afirman las autoridades de Pekín, que las manifestaciones estuvieran lideradas desde el exterior por Rebiya Kadeer, la cabeza visible tanto del Congreso Uigur Mundial con sede en Múnich, como de la Asociación Uigur Americana con sede en Washington. Su capacidad de influencia en el interior de Xinjiang es más que limitada y aunque pueda resultar sorprendente tal vez sería mejor para Pekín que esta capacidad de interlocución fuera mayor. Ambas organizaciones hacen del respeto de los derechos humanos y la mejora de las expectativas socioeconómicas de los uigures el eje básico de su discurso y, a diferencia de las influencias que reciben los uigures a través de la frontera meridional, hacen del islam un elemento de reivindicación cultural e identitario, pero no el vector sobre el que articular un discurso político extremista.

Y es que en el sur de Xinjiang se asiste desde hace dos décadas a un fuerte proceso de reislamización social y a la preocupante radicalización de crecientes segmentos de la población, fundamentalmente por el auge de las relaciones con Pakistán y también, conviene no olvidarlo, como resultado del apoyo prestado por Pekín a los muyahidin afganos durante los primeros momentos de la invasión soviética de Afganistán, que se concretó en la existencia de campos de entrenamiento en las zonas de Kashgar y Hotan.

La llegada de inmigrantes chinos a estas zonas meridionales de las que siempre han estado ausentes no hará más que complicar la situación. De hecho, la constante inmigración de población han a Xinjiang constituye la principal causa del malestar uigur tanto por su volumen, dado que la población han se ha multiplicado por veinticinco en las últimas décadas, como por las consecuencias que conlleva: desplazamiento de los uigures, transformación irreversible del entorno y fortalecimiento de las políticas de asimilación y disolución de la identidad uigur. Y aunque uno de los problemas más graves de la comunidad uigur es precisamente la falta de una modernidad propia, es dudoso que la mejor vía para resolver esta situación sea a través de un proyecto nítidamente colonial y que únicamente ofrece perspectivas de mejora dentro de la subordinación y previa renuncia de lo más profundo de la identidad propia.

En las próximas semanas, las autoridades chinas, como en ocasiones anteriores, actuarán implacablemente y castigarán severamente a todos aquellos de los que sospechen su mínima participación en la manifestación de Urumqi, y muy probablemente las presiones que reciba China desde el exterior exacerbarán los recelos de Pekín con respecto a hipotéticas conexiones exteriores de los líderes de la protesta. No obstante, a pesar de esta acción contundente seguirá sin resolverse el problema de la necesaria integración armoniosa de la comunidad uigur en la estructura de la República Popular China y seguirán poniéndose las semillas para un potencial conflicto de mayor gravedad en los próximos tiempos.

Nicolás de Pedro es experto en Asia Central y colaborador de la Fundación Alternativas.

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