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Elecciones en Reino Unido

El cambio como contraseña electoral

No hay 'cleggmanía' en Sheffield, la circunscripción del candidato liberal

Cuando a Benjamin Disraeli, el gran primer ministro conservador de la época victoriana, le preguntaron por la diferencia entre desgracia y calamidad respondió: "Si el señor Gladstone [su rival liberal] se cayese al Támesis sería una desgracia, pero si alguien lo rescatase supongo que sería una calamidad".

Algo parecido debe pensar el actual líder tory, David Cameron, de su inesperado y fulgurante adversario liberal, Nick Clegg. Sin embargo, si el candidato conservador visitase Sheffield, la circunscripción electoral de su competidor, se quedaría muy tranquilo. A una semana de las elecciones, en esta ciudad del norte de Inglaterra no se ve ni por asomo un signo de cleggmanía o del llamado efecto Clegg.

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Ni tan siquiera es tan unánime su éxito entre los jóvenes. "Nunca le hemos visto por aquí", dice Niki, una estudiante de 21 años. "Mi madre recibió una carta suya hace tres o cuatro meses y eso es todo. Me gustaría que ganasen los laboristas. Gordon Brown es un tipo más pegado a la realidad. Es lo que es, con sus defectos y errores, pero no engaña", añade.

Robert Pollack, que estudia gestión de eventos culturales, sea lo que sea lo que eso signifique, regala en esta mañana de nubes y viento decenas de ejemplares de una novela ante la puerta de la Universidad de Sheffield Hallam. "No pienso votar. Clegg me parece honesto, pero si votara lo haría por los laboristas". Pollack parece estar más interesado en el Campeonato Mundial de Snooker, ese juego de billar que arrasa en las islas y que se está celebrando aquí. Una pantalla gigante de televisión en el centro de la ciudad concentra la atención de los peatones, que se detienen a ver jugadas increíbles. "¡Somos al snooker lo que Brasil al fútbol!", grita al despedirse.

Sheffield es una ciudad de medio millón de habitantes con miles de estudiantes repartidos en dos grandes universidades, y un paisaje urbano en el que se mezclan el pasado industrial y el feísmo de los setenta, el ladrillo de fábrica con el hormigón y las colmenas de cristal. Como tantas ciudades de provincias cuenta con varios museos de arte contemporáneo o sucedáneos y compite por ser sede de cualquier evento nacional que merezca la pena. Para hacerse una idea: aquí se rodó Full Monty y de aquí son los Artic Monkeys.

Y tiene, por supuesto, un festival de cine, del que Clegg es patrón. "Vino el año pasado y vio un documental sobre la integración de los refugiados de Birmania", recuerda Ben Taylor, estudiante de cine de 22 años.

"No creo en el cambio ni sé muy bien lo que significa. Todos los partidos utilizan la palabra, que parece haberse convertido en una especie de password electoral", dice Taylor, que duda entre votar laborista o liberal.

La novedad de los debates en televisión y el tema de la reforma del sistema electoral han alterado por completo la campaña. La personalidad y la telegenia de los candidatos, así como las cábalas sobre las posibles coaliciones de Gobierno, dominan todas las charlas electorales.

Lo primero no acaba de convencer. Toda esa competición por la imagen, de concurso de televisión, de elecciones al estilo americano y de presidencialismo no es vista con buenos ojos por parte de la opinión pública. Lo segundo va camino de convertir a más de un británico en un pequeño constitucionalista.

Angelina Ayers, de 33 años, estudiante de poesía, va a votar a los laboristas, pero admite que las ambiciones de Clegg son "honestas" y que es la única cara nueva del establishment. "Carece de experiencia y si llega a primer ministro el primer sorprendido será él, pero es el símbolo de la necesidad de un cambio, un cambio de verdad y no el que ofrecían los tories". Y para ella ese cambio empieza por un referéndum sobre la reforma electoral.

David Fred Mathieson, que fue asesor del ex ministro de Exteriores laborista Robin Cook, que dimitió con motivo de la guerra de Irak, pronostica que la campaña de Clegg y las expectativas de voto que le otorgan los sondeos harán imparable la reforma del sistema electoral. "Clegg ha forzado la entrada de Reino Unido en el siglo XXI con un nuevo sistema político, que será más europeo. Estas elecciones no son el final sino el principio de una nueva era". Tal vez sí o tal vez tan sólo la primera vuelta de unas próximas elecciones anticipadas.

Nick Clegg interpreta al novelista Charles Condomine en una obra teatral en el Colegio Westminster de Londres, en 1984.
Nick Clegg interpreta al novelista Charles Condomine en una obra teatral en el Colegio Westminster de Londres, en 1984.AP

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