Westerwelle: "Hay problemas más acuciantes que las filtraciones"
El ministro de Exteriores alemán pierde popularidad tras conocerse que el jefe de su oficina era un informante de la Embajada estadounidense en Berlín
Entre los talentos públicos de Guido Westerwelle destaca la elocuencia. Sin embargo, el revuelo causado por la filtración a Wikileaks de las actividades de un topo estadounidense en su partido -el liberal FDP- le mereció ayer al ministro de Exteriores alemán poco más que una mueca y un "son cosas que pasan en la vida". Se refería a la expulsión del jefe de su oficina, Helmut Metzner, que había detallado a la Embajada de EE UU pormenores de las negociaciones de coalición para formar el actual Gobierno. Sostiene Westerwelle que otros problemas le parecen "bastante más acuciantes", porque los despachos de Wikileaks "tienen mucho de cotilleo y otro tanto de comadreo". Y espera que "se olviden pronto".
"Los ciudadanos saben que sanear las cuentas públicas es bueno para ellos"
No es de extrañar, puesto que es el político alemán que peor parado sale en los cables estadounidenses. El mismo miércoles, una encuesta del semanario Stern dejaba a los liberales fuera del Parlamento federal con menos del 5% de intención de voto. Es el enésimo revés demoscópico del FDP, vinculado esta vez -según el instituto encargado de la encuesta- a las revelaciones de Wikileaks.
Ayer por la mañana, Westerwelle se tomó más tiempo para defender ante el Herald Tribune, el Corriere della Sera, Le Figaro, el Irish Times y EL PAÍS la actuación alemana en la crisis del euro y su papel en el rescate irlandés. Alemania "es europeísta de los pies a la cabeza" y su Gobierno "quiere proteger el proyecto europeo", afirmó. Quienes ponen a Europa en peligro "son los que quieren combatir una crisis de deuda generando nuevas deudas", añadió. Con un crecimiento de casi el 4%, Alemania está en el ojo del huracán, acusada de falta de vocación europea y de liderazgo en la UE. El presidente del Eurogrupo, Jean-Claude Juncker, tachó el miércoles la política alemana de "simplista" y de "antieuropea".
Presidido por Westerwelle desde 2001, el FDP celebró el año pasado un triunfo electoral sin precedentes. El 14,6% de los votos le permitieron relevar al socialdemócrata SPD en el segundo Gobierno de la democristiana Angela Merkel (CDU). La clave del programa electoral de los liberales era la bajada de impuestos. No solo no se ha cumplido, sino que el FDP aprobó un "necesario" programa de austeridad que recorta 80.000 millones de euros hasta 2014. Westerwelle dejaba implícito el precio político que su partido y su propio liderazgo están pagando por estas reformas, algunas de las cuales son "todo menos populares". No obstante, asumió la misma posición numantina que abandera Merkel en asuntos europeos. Ni un paso más, porque "la política de endeudamiento no puede continuar así".
En cuanto a las críticas, zanjó: "No se debe confundir la opinión pública con la opinión publicada, porque los ciudadanos saben que el saneamiento de las cuentas públicas es bueno para ellos". Aseguró, además, que "han sido los rumores indiscriminados los que han contribuido a desestabilizar los mercados". Es el caso, dijo, de las quitas que propuso Alemania para involucrar al sector privado en rescates como el irlandés. La medida "sería efectiva a partir de 2013, no ahora en medio de la crisis; dijeron que proponíamos hacerlo inmediatamente, algo que sería del todo inoportuno".
Hasta entonces, ¿no habría otras medidas, aparte de la mano dura? Ninguna que suponga "que todos respondamos juntos por todas las deudas europeas, cosa inaceptable porque no sería un acicate para que los países endeudados asuman sus responsabilidades". Abundó el ministro en la letanía que viene recitando desde la crisis griega: "Nuestra posición es la que recogen los tratados europeos, esa es la idea básica", una posición que defiende como un "apasionado de la idea de Europa". Así que la receta es la poda, sin menoscabo de que "quien intente acabar con el euro se partirá los dientes" ante la resistencia alemana y la de sus socios.
Westerwelle no ha sabido capitalizar la tradicional simpatía que los alemanes guardan a sus ministros de Exteriores ni gestionar sus éxitos. La última sorpresa la ha dado con Wikileaks. Negó que en su partido hubiera un informante de la Embajada de EE UU. Después, se reveló su identidad, pero solo lo cambiaron de empleo y lo mandaron de vacaciones. El miércoles, Metzner dejó la central de FDP gracias a "una solución alcanzada de común acuerdo", según explicaba Westerwelle. "Y ya está".
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