Indignados neoyorquinos en construcción
Cientos de personas participaron ayer en la segunda asamblea ciudadana en el distrito financiero de Nueva York
Empezar un movimiento ciudadano asambleario precisa de grandes dosis de energía, voluntad, idealismo y paciencia. Sin alguno de esos cuatro ingredientes resulta complicado someterse a los lentos ritmos que imponen las decisiones tomadas por consenso, en asambleas donde todos los participantes pueden opinar y donde los resultados concretos son difíciles de valorar. Sobre todo si se siguen los parámetros del acelerado e impaciente siglo XXI.
"Es cierto, pueden ser un tostón pero la vida de mucha gente es un tostón diario y no hacen nada para cambiarla. Nosotros estamos aquí para buscar el cambio". Moses Appleton, de 24 años, llegado el sábado desde Virginia para participar en el 15M neoyorquino, popularizado en twitter bajo el hashtag # OccupyWallStreet o 17S, era uno de los cientos de personas que participaron ayer (su número osciló entre las casi 1.000 personas de las seis de la tarde y los 200 de las diez de la noche) en la segunda asamblea que se celebraba en la plaza Zuccotti, en el distrito financiero de Nueva York, rebautizada ayer como Plaza de la Libertad. Allí todos tienen, de momento, energía para regalar. "Creo que el título de la convocatoria habla por sí misma: ocupa Wall Street. Todo el mundo capta el mensaje y creo que dada la situación económica del país, se entiende y se comparte", explicaba Tania Bruguera, una artista cubana entusiasmada de ver nacer un movimiento "tan necesario".
A las tres de la tarde arrancaba la asamblea con la moral muy alta tras haber conseguido que casi 300 personas durmieran en dicha plaza la noche anterior. Pero superar ese primer obstáculo era solo el principio. Seis horas más tarde los indignados neoyorquinos seguían reunidos, tratando de decidir, entre otras cosas, qué hacer si el fuerte cordón policial que les vigila desde el sábado les obligaba a irse esa misma noche, o cómo enfrentarse al lunes, cuando Wall Street se llene de oficinistas y recobre su actividad frenética. ¿Acudir a la puerta de la bolsa antes de que suene la legendaria campana de apertura? Y si se hiciera, ¿cómo superar las barricadas policiales que protegen el área desde el sábado? ¿Esperar unos días a que se una más gente al movimiento para que su voz tenga más fuerza? ¿Actuar ahora aprovechando que la Asamblea General de la ONU se celebra esta semana y todo el planeta posará su mirada sobre Nueva York? Preguntas con largas respuestas a las que además se añadía el problema de estar rodeados de policías, que a veces les interrumpían para pedirles que se bajaran del mobiliario público y otras para solicitar que quitaran los carteles. Al igual que en la Puerta del Sol, se habían reproducido a toda velocidad y habían empezado a cubrir el suelo de la plaza de la Libertad pero la policía decidió eliminarlos anoche.
La gran mayoría de los participantes eran veinteañeros aunque también había gente como Jackie Di Salvo, quien participó activamente en los movimientos de protesta anti-Vietnam y pese a su optimismo al ver nacer el 17S, no podía evitar las comparaciones. "La sociedad civil en los sesenta tenía una estructura organizativa mucho más fuerte que ha sido desmantelada a base de aumentar el coste de la vida, eliminar beneficios sociales y congelar los salarios. En Nueva York y California la universidad era gratuita y los alquileres muy bajos, eso permitía que los estudiantes tuvieran asociaciones fuertes capaces de colapsar una ciudad. Hoy tienen que trabajar duro para poder pagar sus préstamos y sus casas y por tanto no tienen tiempo para nada más. Sufren mucha más presión económica que la que sufrió mi generación.
Por eso estas asambleas son lentas, estos jóvenes no tienen experiencia en movimientos sociales pero al menos tienen idealismo". Di Salvo, profesora de literatura inglesa en la universidad CUNY, espera que la ocupación de Wall Street sirva para dar solidez a un movimiento "que apunta de forma unánime contra ese 1% que posee la mitad de la riqueza de este país a costa de la clase media, que está desapareciendo". Y aunque aún son pocos, de momento cuentan con la solidaridad de muchos: entre descanso y descanso en la asamblea de ayer llovían las pizzas de Liberatos Pizza, un comercio cercano al que según el comité de "buenas vibraciones" están llamando desde todas partes del mundo para encargar comida para los indignados neoyorquinos.
A lo largo de la tarde el micrófono pasó por muchas manos con mensajes y opiniones múltiples que reflejaban la variedad de un movimiento en construcción que quiere ganarse el favor de la gente corriente, como dijo un neoyorquino: "Queremos que hasta las jubiladas se unan a nosotros así que por favor, no escondáis el rostro tras un pañuelo porque las asustáis. Ya tienen vuestra foto, mirad cuánta policía hay alrededor. No tenemos nada que ocultar. Su poder está en los secretos. El nuestro en decir la verdad".
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