La Habana se queda sin alimentos
Las medidas del Gobierno para bajar los precios de los víveres tras el paso de dos huracanes provocan el desabastecimiento en la capital cubana
"Ni entre, que esto da pena", dice un vendedor a la puerta del principal agromercado (mercadillo privado) del municipio Playa, en La Habana. El joven tiene razón. El panorama es deprimente: tres días después de que el Gobierno decretara medidas para estabilizar los precios en los mercados libres de alimentos, este agro de la capital esta prácticamente sin existencias. De sus 30 puestos, sólo trabajan tres y los productos que ofrecen son aguacates, limones, naranjas, calabaza y poco más. "Es insostenible: si seguimos así, cerramos en una semana", aseguraba ayer un comerciante ante su tarima vacía.
La situación es similar en otros agros de La Habana. Los frijoles y el arroz escasean, y también se han perdido el tomate, la cebolla, el plátano y la malanga, todos productos básicos en la dieta del cubano. El desabastecimiento es tan visible que el miércoles el diario Juventud Rebelde lo reflejó opinando que las medidas introducidas estos días para bajar los precios, disparados tras el paso de los ciclones Ike y Gustav, son una "solución emergente, no la solución definitiva".
El lunes, el Gobierno estableció topes máximos a los precios de 16 productos de mayor demanda en los mercadillos, y en el caso del arroz, los frijoles, el ajo y el resto de las viandas, impuso además una cantidad límite de lo que se puede vender por persona. Junto a ello, ha restringido drásticamente la entrada de camiones particulares con mercancías a la capital; algunos de sus dueños afirman que han sido obligados a llevar sus productos a las zonas devastadas por los huracanes y a venderlos a los precios establecidos por las autoridades.
Se trata de la primera intervención del Estado en estos establecimientos, regidos por la ley de la oferta y la demanda, desde su creación hace 14 años. Aquí concurren los campesinos privados a vender sus excedentes a precios libres, y aunque éstos siempre han sido muy elevados, los productos eran una garantía de abastecimiento, pues estaban mejor surtidos que los estatales.
"El resultado ya lo ve usted: entre los huracanes y las medidas policiales, aquí hay más inspectores que clientes y productos", dice un vendedor en el principal agromercado de la capital, en el barrio del Vedado. Ayer, sólo funcionaban allí 15 de los más de 70 puestos que alberga. Los comerciantes se quejan de que "no les da la cuenta" vender a los precios impuestos, y recuerdan que el Gobierno subió el del combustible hasta un 80% hace 20 días.
El administrador del establecimiento, Yulián Sánchez, dice que la medida es transitoria y que "los suministros se estabilizarán en los próximos días". Un cliente, con la bolsa vacía, arquea las cejas: dice que los precios de los campesinos particulares siempre han sido excesivos, pero que estas medidas son contraproducentes.
Los ciclones han alterado el precario equilibrio. Los huracanes han arrasado el campo cubano, que desde hace años renquea debido a la ineficiencia estatal. "El Estado ha de proteger a los damnificados, pero no puede jugar con el estómago o las tensiones sociales aumentarán", agrega el insatisfecho comprador.
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