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Europa y las minorías

Francia busca su identidad frente al islam

Sarkozy reduce su gran debate nacional a una polémica sobre la presencia social de los musulmanes - La oposición acusa al presidente de oportunismo electoral

Antonio Jiménez Barca

La irrupción del presidente de la República Francesa, Nicolas Sarkozy, en el debate sobre la identidad nacional a través de una larga tribuna publicada el martes en el periódico Le Monde, ha producido un brutal efecto inmediato y determinante: la reducción del gran debate nacional a una polémica sobre el papel del islam y de los musulmanes en Francia. Era algo que se intuyó tras la votación Suiza sobre los minaretes de las mezquitas, que en Francia tuvo un gran eco que no cesaba de multiplicarse. Pero el escrito de Sarkozy, con alusiones explícitas a los "compatriotas musulmanes", lo ha remachado. Así, el debate que comenzó con la pregunta ¿en qué consiste ser francés? (ése era el interrogante que el Ministerio de Inmigración e Identidad Nacional lanzó en su página web para que los franceses contestaran) se ha convertido ya en otro más concreto y, según muchos, más resbaladizo: ¿en qué consiste ser musulmán ahora bajo las leyes laicas de la República Francesa?

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El escrito de Sarkozy, que tuvo ayer una repercusión mediática enorme, daba alguna pista: "La civilización cristiana ha dejado una huella tan profunda (...) que todo lo que pueda ser considerado un desafío a estos valores condenaría al fracaso la instauración de un islam que (...) deberá encontrar sus vías para insertarse sin violencia en nuestro pacto cívico". Y añadía: "Cristiano, judío o musulmán, hombre de fe, cualquiera que sea, todos deben evitar la ostentación y la provocación (...) y practicar su culto con humilde discreción".

En principio, la mayoría de los principales representantes del culto musulmán en Francia acogieron la tribuna con satisfacción. "El presidente Sarkozy ha querido reconducir las cosas y evitar los desvaríos después de algunas reacciones tras el voto de los suizos prohibiendo los minaretes", aseguró Mohamed Moussaoui, presidente del Consejo francés del Culto Musulmán. Moussaoui hacía referencia al aumento de frases y comentarios racistas que se registraron en la página web del Ministerio de Inmigración dedicada al debate tras la votación suiza. De hecho, hay varios dirigentes y diputados de la mayoritaria Unión por un Movimiento Popular, el partido de Sarkozy, que aseguran que el presidente se ha decidido a intervenir en el debate (y de hecho a apropiárselo) viendo que podía escapársele de las manos a tres meses y medio de los comicios regionales de marzo.

Pero no todos los representantes religiosos se muestran tan satisfechos. Así, el imán de la mezquita de Lyon rechaza los consejos de Sarkozy sobre "discreción" de los creyentes a la hora de practicar su culto. "Me molesta, en cuanto musulmán, que se me pida que sea discreto cuando actualmente, en Francia, hay mucha gente que, con toda libertad, acusa a los musulmanes de muchas cosas. No creo que pidiendo discreción se arreglen las cosas: los musulmanes en Francia somos minoría, pero se nos tiene que considerar en igualdad de condiciones respecto de las otras religiones", aseguraba ayer en el diario Libération.

Hay otro elemento del escrito de Sarkozy que ha molestado a algunos musulmanes franceses. En varias partes de la tribuna, el presidente de la República opone los derechos y los deberes "de los que llegan" y "de los que acogen". Éric Geoffroy, islamólogo, aseguró ayer también en Libération: "Sarkozy identifica islam y extranjero. Habla de 'aquellos que llegan' como si el islam fuera nuevo en nuestro país, algo que, sociológica e históricamente, es falso".

Un dato que avala la teoría de Geoffroy: en Francia, los musulmanes son cerca de seis millones. La mitad tiene la nacionalidad francesa. Muchos, además, son nacidos en Francia, hijos o nietos de inmigrantes, esto es, tan hijos de la República (en teoría) como cualquier otro ciudadano nacido en territorio francés.

La tribuna de Sarkozy no se publicó en un día cualquiera. El martes, los parlamentarios discutieron, precisamente, sobre la identidad nacional. La izquierda volvió a acusar a Sarkozy de agitar con oportunismo una cuestión que, a su juicio, le puede dar réditos ante las elecciones regionales, robándole adeptos al Frente Nacional de Jean-Marie Le Pen a base de estrangular su reivindicación favorita: la persecución de la esencia francesa.

"Es un debate malsano, que el voto de los minaretes suizos ha vuelto catastrófico", aseguró un diputado socialista en la Asamblea. El presidente del grupo parlamentario socialista, Jean-Marc Ayrault, definió el escrito de Sarkozy como "algo que lleva en sí la desconfianza sobre el otro, sobre el extranjero". Y concluyó: "El amor a una nación se consigue gracias a un deseo del corazón y no por un decreto del miedo".

Éric Besson, ministro de Inmigración e Identidad Nacional, impulsor del debate, pidió, abucheado por los militantes socialistas: "Escuchemos al pueblo, oigámosle. Por naturaleza, un republicano no tiene miedo del pueblo".

Sarkozy llega a una mezquita de París para asistir a una ceremonia en honor de las víctimas de un accidente aéreo en julio pasado.
Sarkozy llega a una mezquita de París para asistir a una ceremonia en honor de las víctimas de un accidente aéreo en julio pasado.REUTERS

Tesis del presidente

- Deberes. "Corresponde al que acoge reconocer lo que el otro puede aportar; y corresponde al que llega el respeto del que tiene delante. Corresponde al que acoge compartir su herencia, su historia, su civilización y su arte de vivir. Corresponde al que llega tener voluntad para insertarse sin brutalidad en esa sociedad que va a contribuir a transformar".

- Laicidad. "No es el rechazo de todas las religiones, sino el respeto a todas las creencias".

- Islam. "La civilización cristiana ha dejado una huella tan profunda ligada a los valores de nuestra República que todo (...) desafío, condenaría al fracaso la instauración del islam".

- Discreción. "Cristiano, judío o musulmán (...), todos deben evitar la ostentación y la provocación".

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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