Canadá gira a la derecha
Los escándalos de corrupción y la renovación de los conservadores amenazan con acabar con 12 años de Gobierno liberal en las elecciones de mañana
Los electores canadienses votarán mañana a favor del cambio, si las encuestas no se equivocan (y, siendo Canadá, no tienen por qué equivocarse). Si se confirma el pronóstico, esta pequeña revolución supondrá la salida del Gobierno, después de 12 años, de los liberales de Paul Martin, y la llegada del nuevo Partido Conservador de Stephen Harper. Las claves del cambio están en el cansancio político, ayudado por un par de casos de corrupción, y en la reforma de los conservadores.
Aunque hay un alto porcentaje de indecisos, si los datos se confirman, habrá un Gobierno conservador minoritario, como era el liberal de Martin. La ventaja de Harper se ha consolidado en torno a los 10 puntos: 38% para los conservadores; 28% para los liberales; 17% para la izquierda, señala el último sondeo de Strategic Counsel para The Globe and Mail; según la encuesta de EKOS para The Toronto Star y La Presse, 37,1%, 26,9% y 19,5%, respectivamente. El Partido Québécois, sólo presente en Quebec, está en ambos sondeos en torno al 11%, y el Partido Verde, por debajo del 5%.
El líder conservador entiende que "para llegar al poder tiene que disputar el centro"
Desde luego, no es lo que esperaba el primer ministro cuando disolvió anticipadamente la Cámara, el pasado 28 de noviembre (133 escaños liberales, 98 conservadores, 53 del Bloc Québécois y 18 del Nuevo Partido Democrático), al perder el apoyo del NDP y enfrentarse a toda la oposición. Martin, que ocupó la cartera de Finanzas en el anterior Gobierno y dirigió con acierto la reorganización de la economía, no calculó bien el efecto del escándalo de fraude y malversación de fondos de un programa, de 1996 a 2004, para consolidar el sentimiento nacional en Quebec. No le ayudó hace un mes otra investigación de un posible delito de información privilegiada entre Finanzas y la Bolsa sobre decisiones fiscales y fondos de inversión.
La suerte está echada, cree Fred Judson, decano del Departamento de Políticas de la Universidad de Alberta: "Los conservadores van a ganar por cansancio, que es algo que ocurre incluso cuando hay buenos gobiernos; pero también por los escándalos, que dan la perspectiva de un partido corrupto e instalado cómodamente en el poder, como si fuera suyo; y, en tercer lugar, por la remodelación de la imagen del Partido Conservador y de su líder, Stephen Harper, que ha sido muy hábil".
En el Canadá anglófono, The Toronto Star está con los liberales, pero el influyente The Globe and Mail dice: "Hoy, los canadienses están claramente preparados para el cambio. Si no es ahora, después de un incoherente Gabinete liberal minoritario, tras la sucesión de escándalos, tras cuatro legislaturas de deterioro en el Gobierno, ¿entonces cuándo?". En el Canadá francófono, La Presse, líder en Quebec, también elige: "Los liberales no son capaces de ofrecer al país el Gobierno responsable, dinámico y eficaz que necesita", y los conservadores "son ahora un verdadero partido nacional, con un programa moderado y un líder que da muestras de que está listo para gobernar".
Harper ha llevado la campaña con mano maestra. Este economista de 48 años, nacido en Toronto pero formado en Alberta -el rico oeste es el Canadá conservador- supo fundir hace tres años a los dos partidos de la derecha, en crisis desde la espectacular derrota del Gobierno de Brian Mulroney en 1993. "Es admirable, y esto no tiene nada que ver con mis preferencias personales, su nuevo rostro y su proyección ante los electores. Harper es la campaña", señala Judson.
El líder conservador aprendió una dura lección en las elecciones de 2004, cuando los sondeos le eran relativamente favorables. Paul Martin supo poner de relieve sus políticas radicales, le identificó con el presidente George W. Bush -el norteamericano más impopular de Canadá, de lejos- y acabó ganando.
Ahora, un nuevo Harper ha metido a su partido en cintura, ha dominado su carácter brusco -aunque su sonrisa es algo forzada- y ha sabido proponer una plataforma moderada. Ofrece recortes fiscales como los liberales y se compromete a no revisar políticas sociales -matrimonio gay, aborto, ayudas- y a no oponerse al bilingüismo y suavizar su visión de Quebec. Y se entiende que va a cambiar la bronca, a veces infantil, que Martin sostenía con el Gobierno de Washington. "Es inteligente y pragmático; entiende que para llegar al poder en Canadá, un partido tiene que disputar el centro, no pelear por la izquierda o por la derecha, porque no hay más allá de un 20% de la población leal a esas ideas. Debe pelear con los liberales, que son los maestros del dominio del centro", añade Judson.
A la desesperada, Martin ha extremado sus ataques. Harper, denuncia, tiene un programa oculto: "No quiere decirnos qué es lo que va a hacer, pero algo va a hacer". Un anuncio de la campaña liberal, no emitido pero colocado en la web, decía que los conservadores sacarían las tropas a la calle en caso de conflictos sociales. El efecto fue fulminante, sólo que al revés; en palabras de un funcionario federal de Toronto que no quiere dar su nombre, "es el colmo, es una vergüenza; hasta hace dos semanas, iba a votar a los liberales. Ahora he decidido apoyar a Harper".
Martin tiene otro flanco por el que recibe dentelladas: la izquierda del NDP quiere atraer a los desilusionados. Su líder, Jack Layon, es feroz -"Martin está intentando perpetrar un nuevo fraude"- y ridiculiza los argumentos del miedo: "Dicen los liberales que si no ganan acabará la vida en el planeta Tierra y el sol no saldrá. ¡En eso se ha quedado su campaña!".
La gran incógnita es el apoyo que tendrán los conservadores en Ontario, bastión liberal, y en Quebec, donde el Partido Quebecois aspira a lograr más del 50% de los votos para relanzar la tensión separatista y quizá convocar un tercer referéndum sobre la unidad con Canadá. "Que nadie se sorprenda si numerosos ciudadanos de Quebec apoyan a los conservadores; lo hicieron ya en 1958 para estar presentes en el Gobierno de Ottawa", advierte el profesor Arthur Cockfield en The Toronto Star.
¿Será la ola conservadora de tal calibre que Harper podrá obtener la muy improbable mayoría, o se limitará a lo que indican los sondeos? O, a pesar de las apariencias, ¿lograrán los liberales que los votantes desencantados vuelvan al redil en el último minuto? La solución, mañana por la noche.
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