Arranca la batalla por Sudán del Sur
El nuevo país será escenario de la disputa entre China y EE UU por los recursos en África - El 75% del crudo de la zona se produce en el territorio secesionista
Sudán se ha convertido en el escenario en el que EE UU y China disputan una guerra fría y económica por los recursos de África. Pese a estar escorado al este, el país es el centro de las operaciones, el lugar con más fronteras del continente y el espacio donde las dos potencias mundiales han decidido desplegar el tablero de Risk. El referéndum de secesión de esta semana en Sudán del Sur, anunciado en los acuerdos de paz de 2005 tras veinte años de guerra con el norte, es una extensión más de ese tablero.
El premio es el petróleo. El 75% de los 6.700 millones de barriles que produce Sudán están en el sur, pero los oleoductos para su exportación están en el norte. Desde hace años, China controla esos recursos. Sus inversiones millonarias en el territorio han hecho que se coloque como escudo entre la Corte Penal Internacional y Omar al-Bashir, el presidente de Sudán, acusado de genocidio y crímenes de guerra en la región occidental de Darfur. Pekín tampoco veía con buenos ojos el divorcio que se avecinaba entre el sur y el norte. Y sin embargo, al final, China ha dejado hacer.
Pekín es el principal inversor en el Norte, la zona que controla el paso del petróleo
El por qué es el secreto mejor guardado estos días. Si ha habido algún acuerdo del gigante asiático con las futuras autoridades de Sudán del Sur, este no ha trascendido. Públicamente, es la Administración Obama la que se anota el tanto. Es Estados Unidos el que ha presionado para que se celebrara el referéndum y también el que ha tenido que hacer algunas concesiones a Bashir. La principal, sacar a Sudán de la lista de países que cooperan con el terrorismo. Así, Bashir ha dejado a un lado todas las trabas que ponía a la celebración de la consulta. No solo lo ha hecho posible, sino que incluso ha llegado a viajar al sur para decir públicamente que aceptaría el resultado.
¿Ha perdido China entonces? Nada de eso, el juego está abierto. Y Sudán del Sur, la nueva novia a la que todos quieren cortejar, se deja querer. "Me da igual quién controle los recursos", dice un hombre de negocios en un local de Juba mientras toma una Tasker, la cerveza local. El hombre reconoce que el éxito de China en África se debe a que "no le importan los derechos humanos". Estados Unidos y el resto de países occidentales siguen siendo vistos como países con los que hay que tragarse el sermón si se quiere negociar con ellos, mientras que con China, no hay por qué aguantarlo.
Las cosas no acaban de todas formas con el petróleo. Sudán del Sur es ahora el cuadro central desde el que controlar toda la partida. Su salida por el sur a la República Central Africana, Uganda y Congo, tres países con reservas de petróleo, es vital. Congo es además rico en coltán, el mineral que se utiliza para hacer la mayoría de los aparatos electrónicos. Hace unos meses, corrió por África el rumor de que China iba a disminuir las exportaciones de este tipo de minerales para la electrónica, según relata una fuente de un organismo internacional. "Hubo mucha gente que se empezó a poner nerviosa", señala la misma fuente.
Está además Israel, otro actor que, aunque sin presencia en Sudán, ve con recelo todo lo que pasa en el país. Según un cable de Wikileaks de diciembre de 2009, Estados Unidos advirtió a Sudán que dejase de transportar armas iraníes a Hamás para usarlas contra Israel.
La frontera de Sudán del Sur con el norte, aún por definir en los próximos meses, es un nido de guerrillas. Tribus de los dos países, enfrentadas durante años, se disputan el territorio por un quítame allá esos pastos para mi ganado. Persiste la amenaza de un conflicto que desataría una batalla con un número de muertos inasumible por ambas partes. Pero nada de eso parece que vaya a ocurrir. Nadie quiere pasar otra vez por décadas de guerra. El referéndum pasará y Sudán del Sur no volverá a despertar tanto interés hasta que se constituya oficialmente como país. Pero la guerra seguirá y, como casi siempre, será silenciosa.
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